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El Cultural

Álvaro Pombo: "No me arrepentiré de nada antes de morir"

13 septiembre, 2016 02:00

La casa de Álvaro Pombo (Santander, 1939) presenta un caos ordenado plagado de torres de libros que revelan una leve misantropía, desmentida por el profundo análisis psicológico de sus novelas, y que funcionan como tabiques que hay que sortear caracoleando entre ellas. Aprovechando el persistente verano madrileño huimos del abarrotado salón y nos instalamos en una exuberante terraza abarrotada de plantas de las que, tras encender un cigarrillo, al que seguirán varios, Pombo comienza a hablar orgulloso. "Tengo unos ficus preciosos, un olivo, un naranjo que he tenido que desbrozar por la plaga..."

A punto de comenzar la entrevista le llama la atención que vaya a grabarla con mi móvil, y se levanta un momento para ir a por el suyo, un viejo modelo de tapa "con el que me entiendo bien. No es muy moderno, pero es que yo no soy de la generación tecnológica, sino de la mecánica, de escribir a máquina y poco más". Un rasgo que comparte con el protagonista de su nueva novela, La casa del reloj (Destino), Juan Caller, un hombre anticuado culto y elegante que a la muerte de su señor Alfonso hereda su fortuna y sus posesiones. Pero no solo de eso se compone el legado, pues Caller también hereda una turbia historia del pasado de sus señores que le irá absorbiendo hasta el punto de condicionar su vida y hacer que se plantee si le conviene ser el heredero.

Pregunta.- Como en su anterior novela, Un gran mundo, aborda el tema de la memoria, que aquí es una memoria fragmentada, que depende de quien cuenta la historia, ¿existe una memoria de hechos y otra de sentimientos?
Respuesta.- Eso desde luego, pero también hay una memoria individual y otra colectiva, y las dos funcionan en la novela. Además, la memoria también es hereditaria, y esa es una característica fundamental de los personajes, especialmente de Juan Caller, que más que heredar una finca hereda la memoria de su protector, don Alfonso, y los enredos de la familia. Hereda casi más lo inmaterial que lo material. Es posible que en mi caso particular haya más memoria sentimental que recuerdos objetivos, que son sobre todo el paisaje que he conocido y se repite en mis novelas, unas veces con mar y otras de tierra adentro.

"Una de las claves de la novela es que la memoria es hereditaria, y se puede legar igual que las propiedades y el dinero"

P.- Muchas de sus historias son a posteriori, con los protagonistas muertos. Aquí toda la historia confluye en Juan Caller, ¿por qué contar la historia a través de él?
R.- Caller es el perfecto engranaje para todos los implicados en la historia. Es un personaje de algún modo insignificante, un chófer que trabajaba en casa de este matrimonio, Alfonso y Matilde. Un hombre que ha tenido una vida oscura, gris, y que se convierte en confidente de Alfonso hasta la muerte de los dos, cuando hereda todo. Pero aquí la historia se divide en dos partes, una parte estática, el pasado, que habla del matrimonio y de la historita del adulterio, casi inocente, que comete Matilde; y una parte dinámica, el presente, donde el Juan Caller heredero se dispone a disfrutar de su recién adquirida fortuna, y se ve atrapado a través de varias personas en el pasado del matrimonio. La historia se cuenta de forma indirecta a través de los relatos de los diferentes personajes, creando un relato laberíntico en el que Caller funciona de centro.

P.- Caller se queda a vivir en la Casa del Reloj para cumplir la voluntad de Alfonso, ¿por qué se siente responsable ante él?
R.- Juan Caller tiene un lado pasivo y se ha acostumbrado a esa vida. El legado lleva consigue que se quede en la finca, una petición rara, pero que reaparece de forma insistente, y él acepta. Pretende quedarse allí, oír música, y vagamente piensa que hará una especie de meditación interior. Pero no ocurre nada de eso. Tendrá que ir reflexionando sobre lo ocurrido cada día una vez que se va desgranando toda la historia que él prácticamente desconoce. Él quiere ser leal a su señor, que lo ha educado y hecho rico, pero al saber más comienza a plantearse que la herencia puede estar sutilmente envenenada.

P.- El eje de la trama ahonda en la historia de este matrimonio, que esconde un oscuro secreto del que Caller es ignorante, ¿en qué consiste?
R.- Sencillamente en que ella, al poco de casarse, viaja a París y se acuesta con el hermano de Alfonso, Andrés, de quien se queda embarazada. Alfonso nunca perdonó ese adulterio ni quiso permitir que nadie lo olvidase, especialmente Matilde, que se convierte en una prisionera de la culpa por el adulterio que cometió contra su marido y se acomoda en un arrepentimiento que no es del todo arrepentimiento. Él se venga obligándole a entregar a su hijo y sometiéndola a una vida de enclaustramiento, pero no consigue que ella le diga que se arrepiente de acostarse con tu hermano. Ella no lo dirá, porque no está arrepentida, y eso es lo que él no le puede perdonar. En Alfonso estaba digamos perdonarla y acoger al hijo, pero es incapaz porque ella jamás admite estar arrepentida.

P.- Matilde, con esa vida de culpa y aceptación, es un personaje un poco débil en contraste con otros personajes femeninos fuertes que pueblan muchas de sus novelas.
R.- Matilde es un personaje anticuado, pero no actúa así por debilidad. Ella se pliega ante Alfonso porque entiende que sí le ha ofendido. El adulterio es un delito grave, es una gran ofensa, muy grave ante la ley, pero también ante la conciencia de cierta clase de personas. La traición es imperdonable, y al perdón no se tiene derecho. Si te perdonan, te perdonan, y si no, no. Ella no tiene derecho, pero puede suplicar clemencia y el ofendido puede ceder, mostrarse generoso y, si no olvidar, por lo menos perdonar. Pero aquí no hay perdón porque no hay arrepentimiento.

"La traición es imperdonable, y al perdón no se tiene derecho. Si te perdonan, te perdonan y si no, pues no"

Esa es la única firmeza de Matilde, la única firmeza de una mujer deshecha por la enfermedad y por el prolongado suplicio de haber estado medio encerrada en vida y de no haber podido disfrutar de su hijo. El decir: "yo hice lo que hice y no me arrepiento, pero he pagado por ello". Eso es un rasgo muy mío, yo tampoco me arrepentiré de nada antes de morir. He procurado arreglar las cosas que he hecho mal, algunas no he podido, pero las he hecho a conciencia y las volvería a hacer. No se puede esperar ni ante Dios ni ante los hombres cierto arrepentimiento porque sería una indignidad. Lo que hice lo hice conscientemente y no me desdigo.

P.- Otro personaje clave es el paisaje, ese mundo rural que Caller percibe al llegar como algo críptico y enrevesado, ¿sigue habiendo una brecha tan grande entre la España rural y la urbana?
R.- En mis novelas el paisaje es un elemento central. No es una decoración, sino que forma parte del conjunto, es como los bajos en el piano, una cadencia, que puntea el relato. Los paisajes en cierto modo reflejan sentimientos, estados del alma. La brecha existe. Se aprecia en la gente que habla de qué bonito es el campo, que tiene una visión urbana, de guiri, porque el campo es durísimo. Vivir en el campo, por cómodo que estés, es muy difícil. Es muy duro de noche, por ejemplo, es absorbente, te minimiza, te convierte en una especie de figura casi invisible. Y Caller no sabía eso. Es un personaje urbano y pensaba ir al campo a escuchar música de Brahms, leer y pasear, pero pronto descubre que el campo puede ser muy cabrón. Hay incluso mucha gente de campo que no lo conoce, que no lo comprende.

P.- Hablando del paisaje, aquí se aleja de ese universo conocido, de esa Cantabria tan reconocible en muchas de sus novelas.
R.- Aquí abordo un paisaje duro y áspero, castellano. No es el paisaje verde y agradable del norte, donde puedes sentarte en le hierba, sino la agreste Castilla donde tienes que sentarte en una manta porque hay abrojos, cardos y piedras. Este es el segundo paisaje que conozco, el primero es el de Santander y el del mar, y el segundo es este de Castilla, que para mí es más importante y tiene más vigor narrativo en mis poemas por ejemplo, que el norteño. El que yo llamo el paisaje vigoroso, el del alma, o como se quiera llamar, es este de Castilla.

P.- Conflictos humanos, introspección, ironía, erudición, reflexión... son palabras que se asocian a sus novelas, a su estilo, ¿se reconoce en ellas, se siente reflejado?
R.- Sí, claro que sí. Aunque en lo de la erudición, en este tema de las citas, siempre insisto en que yo hablo así, y espero que el lector coja el hilo y acepte esa manera de hablar que yo tengo, que es una erudición por otra parte muy corriente. Y hay otro asunto, yo no vengo de letras, de filología, yo vengo de filosofía y de teología, y eso está muy presente en mis libros, lo que quizá supone la parte más ardua, todos esos referentes culturales que utilizo en las novelas.

"Como decía Miguel Ángel Asturias: 'todo novelista es novelista de una sola novela'. Que puede tener 5.000 páginas"

P.- Muchas de sus novelas comparten paralelismos en temática y estructura narrativa, ¿qué les diría a aquellos que le acusan de repetir varias veces la misma novela?
R.- Les diría lo que decía Miguel Ángel Asturias: "todo novelista es novelista de una sola novela". Que puede tener 5.000 páginas. Siempre hay un progreso y un cambio dentro de las estructuras, pero ningún novelista escribe una novela que ya no escriba él. Ni siquiera Pessoa a través de sus heterónimos deja de ser Pessoa. Leyendo el Libro del desasosiego y la Oda marítima, pueden parecer autores distintos, pero en el fondo se aprecia que es el mismo hombre, el mismo escritor, y se identifican en ambos textos las diferentes caras del poliédrico Pessoa. A mí no me preocupa mucho eso de la repetición, pero me remito a la frase de Asturias, que es un poco descarada pero encierra mucha verdad.

P.- Tras casi cuatro décadas y tantos libros, ¿qué le queda por contar?
R.- Siempre hay algo que contar. Con este libro quería contar lo que cuento, una historia más, diferente y parecida al resto, como todas. Yo soy un contador de historias, doy mucha conversación, algo que se aprecia en mis novelas, que tiene una estructura muy conversacional. Naturalmente hay repeticiones, pero la gracia está en pasar la hora, en pasar la vida. Ahora me queda solo el tiempo que me quede, que no sé cuánto será porque ya estoy viejo, pero que seguiré llenando, desde luego, con más historias.