Image: Guillermo Heras

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El Cultural

Guillermo Heras

"Estoy muy decepcionado con la política actual"

13 abril, 2016 02:00

Guillermo Heras. Foto: Sergio González

El director estrena en la sala Cuarta Pared, junto a María Velasco, La soledad del paseador de perros, una reivindicación de la creación colectiva.

La soledad del paseador de perros, escrito, dirigido y protagonizado por Guillermo Heras y María Velasco, nace en un taller organizado por José Manuel Mora. El punto de partida del montaje que llega este jueves, 14, a la sala Cuarta Pared de Madrid fueron unos textos sobre teoría de la catástrofe. "El trabajo con María ha sido muy intenso. Ella aceptó el arriesgado reto de actuar y codirigir conmigo", explica el director de Los áspides de Cleopatra, que compatibiliza la creación teatral con la gestión de Iberescena y la Muestra de Teatro de Autores de Alicante. Realizado sin ninguna ayuda oficial, el montaje reivindica el carácter mestizo del teatro independiente y renovador. Artes plásticas, instalaciones o el cuerpo del actor construyen una dramaturgia muy alejada de la narrativa tradicional. Heras juega en esta nueva entrega de su larga producción con el tiempo y el espacio, con la memoria emotiva de la experiencia personal y con los miedos y las fantasías de una generación. Reclama para todo ello la actuación cómplice del espectador.

Pregunta.- ¿Cómo definiría la puesta en escena de La soledad del paseador de perros?
Respuesta.- Muy abierta. Y seguirá así después del estreno pues nos falta algo importantísimo: la relación con los espectadores. El compromiso de todo el equipo, tanto en lo creativo como en lo productivo, ha sido decisivo. He vuelto a mis orígenes de creación colectiva, un ejercicio de tolerancia para escucharnos y encontrar la síntesis de la idea. No solo con María, que como autora del texto tenía siempre muy claro su sentido, sino con la forma de hacer eso visible y orgánico a través de todo el elenco.

P.- Dice haber partido de las tesis de Hans-Thies Lehmann? Explíquese...
R.- Me influyó mucho una idea del teórico alemán en el que plantea la posibilidad de que un espectáculo se vea como un paisaje. Que las emociones no surjan de la única comprensión de la trama o de los conflictos previsibles, sino al dejarnos llevar por las emociones que un paisaje de la naturaleza nos pueda producir. Huir de un naturalismo obvio y adentrase en poéticas del sentimiento. La soledad del paseador de perros es un bello texto que permite explorar esta idea de pieza-paisaje.

P.- ¿Qué tiene de diario esta obra de María Velasco?
R.- Se trata de una dramaturgia realizada desde una experiencia vivida, pero creo que lo importante, más allá de su sinceridad, es la poética propia con la que la autora desarrolla sus vivencias.

P.- ¿Qué nos encontraremos de crítica social?
R.- Este es un debate que debería desarrollar más para que se entendiera bien qué es lo que pienso que puede ser en la actualidad un teatro político o social. Hablar de la realidad, de la corrupción, del poder y de sus abusos me parecen grandes temas pero reflexionar sobre nuestros fantasmas, nuestros miedos o nuestras soledades puede producir también una gran dramaturgia social...

P.- ...y de exorcismo personal.
R.- Pues seguramente puede ser un exorcismo personal que podría convertirse en un alegato sobre nuestras contradicciones contemporáneas.

P.- ¿Cómo encuentra el teatro español en estos momentos?
R.- Creo que, más allá de la crisis económica que tanto daño ha hecho al tejido teatral, junto a los recortes y la falta de incentivos públicos y privados a las artes escénicas, nuestro país tiene problemas estructurales que no ha resuelto de forma eficaz. Estos problemas posibilitan la inercia y la falta de nuevos proyectos que puedan afrontar los creadores e impiden la incorporación de nuevos públicos. Sigue faltando una clase media productiva que genere compañías estables con proyectos a largo plazo. Todo es puntual y por tanto efímero. Desde el lado creativo creo que priman los proyectos conservadores dado que es muy difícil arriesgar ante un mercado atascado que suele apostar por lo ya conocido.

P.- ¿Qué opinión le merece la programación de los teatros públicos?
R.- Esta pregunta es delicada pues mi reflexión pudiera parecer que es un cuestionamiento de las políticas personales de aquellos que ostentan los cargos. En absoluto, creo que en la actualidad cumplen con el objetivo para los que fueron creados estos centros. Hoy lo que pongo en duda es que sea ese el modelo de teatro público que demanda la sociedad actual y, sobre todo, la del futuro. Pero no parece que ningún partido, ni de los viejos ni de los nuevos, esté pensando en la necesaria creación de estructuras teatrales más dinámicas, menos burocratizadas, huyendo de todo clientelismo, apostando por la diversidad de líneas y tendencias creativas y productivas, generando descentralización y aproximaciones más directas con los creadores y ciudadanos. Creo que las direcciones de estos centros deberían ser compartidas entre varias personas y abrir líneas de trabajo de investigación que permitieran dinamizar las expectativas de la profesión y de la ciudadanía interesada en el teatro.

P.- ¿Y respecto al privado?
R.- Si entendemos por privado el teatro de unos empresarios que arriesgan su dinero no tengo nada que opinar. Pero como en nuestro país la mayoría de ese empresariado siempre ha tenido subvenciones, en algunos casos muy grandes, es cuando vivimos un claro tiempo de imposturas. Por eso sería bueno replantearse todo el apartado de las llamadas subvenciones.

P.- ¿Cree que la escena alternativa es la que está salvando nuestra producción?
R.- No, no lo creo porque fundamentalmente no creo en cuestiones mesiánicas o salvadoras. Lo que sí me preocupa es que este sector, que en su momento tomó nombre, alternativa, como un hecho de pensamiento ético y estético teatral hoy es un totum revolutum que, más bien, se define por el tamaño de su producción y por dirigirse a un público más específico. Lo que sí creo fervientemente es que en todos los segmentos de esta práctica escénica hay enormes creadores y gestores que, si tuvieran las ayudas necesarias, producirían un cambio sustancial en nuestro teatro.

P.- ¿Qué fenómeno o tendencia teatral le interesa en estos momentos?
R.- Siempre me ha gustado ser ecléctico pues lo que me apasiona es la propia práctica del teatro como hecho artístico y social. Me gusta la renovación del trabajo con los clásicos, tanto como la danza o la ópera contemporánea, la dramaturgia a través de sus múltiples miradas actuales o los territorios de postdramaticidad o performance... en suma todo lo que me inquiete, perturbe y me haga sentir.

P.- ¿Qué echa de menos de los tiempos de Tábano o del Astillero?
R.- La edad. Han pasado 40 años desde que entré en esa maravillosa experiencia del teatro independiente y 20 del intenso trabajo en busca de nuevas escrituras y formas de producción en el Astillero. Siempre he sentido la necesidad de estar en continuo movimiento y puede que por eso en un momento aposté también por implicarme hasta el fondo en desarrollar proyectos de gestión.

P.- ¿Cree que el teatro puede provocar un cambio social?
R.- Pues creo que puede incidir en procesos de trasformación en entornos concretos. De hecho conozco muchos casos, sobre todo en Hispanoamérica, pero en niveles amplios y generales solo creo que es "la política" y sus estrategias quien puede trasformar la sociedad. En ese terreno estoy en un momento de absoluta decepción.

@ecolote