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El Cultural

Jesús Carrasco: "He pensado en dejar de escribir novelas"

12 febrero, 2016 01:00

Tres años después del fenómeno de Intemperie (20 ediciones y 82.000 ejemplares vendidos en España, publicado en treinta países, traducido a quince idiomas y best seller en Holanda e Italia), Jesús Carrasco (Olivenza, Badajoz, 1972) lleva una vida tranquila en Sevilla. Es un hombre afable, nada adusto, como podría dar a entender su literatura. “A veces tengo la impresión de que la gente me ve como una especie de íbero peludo que vive de lo que recolecta”, bromea. No tiene redes sociales y, por la situación de su casa, en el centro peatonal de Sevilla, se mueve a pie o en bicicleta. En bicicleta pasará dos veces su esposa en el transcurso de la entrevista. Y esto le dará pie a Carrasco para repetir, palabra por palabra, la importancia que para él tiene su familia, su esposa y sus dos hijas, junto a quienes vislumbra un futuro de apacible vida en el campo. “Es a lo que aspiro, y a lo que aspiramos como familia”.

Hace doce años que vive en la capital andaluza, de donde es su mujer. Antes de convertirse en escritor profesional, Carrasco, que estudió INEF, fue profesor de instituto y publicista. Y cuando pensó que podría dedicarse por completo a la literatura, tuvo que afrontar la otra cara del éxito: los viajes, las entrevistas, las presentaciones. “Hace un año o año y medio tuve que parar porque era incapaz de compaginar ese ajetreo con la escritura de la novela”. Pero hoy está contento, y es el periodista quien, después de una hora y media de charla, tiene que dar la entrevista por finalizada. Algo queda en Jesús Carrasco de aquel novato agradecido por el milagro literario de su primer libro. “¿Qué clase de hombre sería -dice- si me quejara por estar aquí, al lado de mi casa, hablando contigo de literatura?”. Carrasco recibe a El Cultural en una cafetería cercana a la Iglesia del Salvador, en pleno centro de Sevilla. Está impaciente, dice nada más sentarse, porque hoy llegarán por correo, al fin, los primeros ejemplares de La tierra que pisamos (Seix Barral), su segunda novela publicada, que llega a las librerías el próximo lunes.

Pregunta.- ¿Qué echa de menos de su vida antes de Intemperie?
Respuesta.- Mi vida personal no ha cambiado nada, pero sí que echo de menos a mi socio en la agencia. Yo siempre había trabajado en equipo y ahora me he dado cuenta de lo que es trabajar solo. En la parte de promoción intervienen muchas personas, pero eso es solo una pequeña parte: el resto es estar solo.

P.- Pero era lo que quería, ¿no?
R.- Sí, lo he decidido yo. Pero no es fácil... ahora me atrae la idea de escribir algo en común, con más gente; un guion, por ejemplo.

P.- ¿Cómo va la adaptación al cine de Intemperie? Podría participar.
R.- Sigue en marcha. Pero yo ahí me pongo al servicio de la productora y del guionista. Si puedo ayudar, ayudo. No me siento preparado para intervenir en el guion. Además, me apetece ver qué hacen con el texto.

"Antes de 'Intemperie' llevaba escribiendo veinte años, y seguiría escribiendo aunque de esta novela se vendiesen únicamente dos ejemplares"

P.- ¿No le da miedo?
R.- No. El libro, creo, tiene sus limitaciones, y el contrato tiene sus limitaciones también. No pueden hacer una película de ciencia ficción. La relación con la productora es muy buena; la elegimos, de hecho, porque había cierta sintonía artística.

P.- ¿Siente que después de ese primer libro es todo más fácil?
R.- La verdad es que no. Esto está muy dicho, pero es cierto: la carrera de un escritor es como una escalera y cada libro es un peldaño. Aunque yo iría más allá: cada libro ha sido hasta ahora para mí como ponerme en la casilla de salida: ganas pericia, oficio, pero al mismo tiempo te enfrentas a nuevos retos y eso te coloca en una especie de comienzo. Lo que sí le puedo decir es que hace tiempo que decidí no escribir dos veces el mismo libro.

“Yo no tengo ningún interés”

P.- Es curioso porque cuando habla de su obra se refiere también a los libros que escribió antes de Intemperie. Y que nunca se publicarán.
R.- Es que Intemperie no fue el primer libro que escribí.

P.- ¿Habría seguido escribiendo, entonces, si no hubiera recibido la providencial llamada de Seix Barral?
R.- Seguro. Lo que no sé es si hubiera seguido escribiendo novelas. La novela requiere grandes cantidades de fe y esfuerzo. Supongo que en algún momento me habría planteado escribir relatos. O poesía. Antes de Intemperie llevaba escribiendo veinte años, y seguiría escribiendo aunque de esta novela se vendiesen únicamente dos ejemplares.

Carrasco asegura que no lleva “ningún tipo de vida literaria en Sevilla”. Sus manuscritos no los lee ningún escritor, sino su mujer y un amigo cercano (“ellos son mi comité íntimo de lectura”). Si el modo en que aterrizó en la literatura, concitando a un tiempo el respeto de la crítica y el aplauso de los lectores, generó alguna desconfianza, él no la ha percibido en absoluto. “Me he sentido muy bien acogido por el 95% de las personas con las que he tratado desde entonces, y aquí incluyo las críticas negativas, pero razonadas, de mi libro”. ¿Y ese otro 5%? “Ahí entrarían las críticas de mala baba, que ha habido algunas, las que me atacan a mí y no a mi libro. Yo esto la verdad es que no lo entiendo. Mi persona no tiene ningún interés, ni mi bigote, ni mi aspecto físico, lo único que puede tener algo de interés es lo que escribo”.

En su nueva novela, Carrasco explora la relación del hombre con la tierra, un asunto que aparecía en Intemperie, recuerda, pero “de un modo secundario”. Estamos a comienzos del siglo XX. Un siniestro imperio continental domina gran parte del mundo, incluida España, en donde los gerifaltes del régimen recalan en busca de esclavos y buen clima. Hay choque identitario y cultural, hay violencia y campos de concentración, ultrajes y atropellos en los territorios conquistados. Eva Holman, esposa de un legendario mando militar del imperio, abrirá los ojos a la dura realidad de los “indígenas”. Y reconstruirá la historia de Leva, cuyos padecimientos le sirven al escritor extremeño para explorar “esa doble relación del ser humano con la Tierra y su terruño”.

"La gente idealiza la naturaleza porque no la conoce. Me interesa mostrar una naturaleza indiferente al ser humano"

A Carrasco le preocupa mucho el divorcio entre la naturaleza y el ser humano. “Estas relaciones se están perdiendo, al menos como las entendíamos hasta hace cincuenta años. Hay un poso milenario ahí, un vínculo de miles de años, que se empezó a perder con la emigración masiva a la ciudad, y que sigue en nosotros, aunque lo hayamos sepultado con toneladas de otras cosas. Por supuesto, a mí no se me ocurre hacer ahora un canto a la naturaleza ni tampoco es mi intención decir que hemos de volver todos al medio rural, solo trato de alertar sobre algo que me parece fundamental”.

P.- La naturaleza en sus libros está lejos de ser un lugar idílico al que volver…
R.- Es que eso es la realidad. Existe una cierta idealización de la vida rural, quizá porque la gente no la conoce. El campo es una realidad muy dura. Se vive en una comunidad pequeña donde el anonimato no existe y la naturaleza no es amable con el hombre. Yo me crie en un pueblo y sé lo que es la sequía, sé lo que es luchar por no perder las cosechas. Es una obviedad, pero la naturaleza es algo ajeno al ser humano. Cuando llega la ola de frío te congelas; cuando llega el calor, te asas. Me interesa narrar esta parte de la naturaleza para nada bucólica. Una naturaleza no inclemente, sino indiferente al ser humano.

P.- Plantea la novela como una especie de ucronía, pero elige descontextualizarla. ¿Por qué?
R.- Todo lo que pasa en la novela está relacionado con el personaje central. Yo no quería hacer una ucronía política o social, eso aparece en el camino y yo lo tomo porque me viene bien. La primera idea del libro es contar las emociones de una persona y su relación con la tierra. La ucronía me conviene porque necesito plantearme la pregunta de hasta qué punto es intensa, o esencial, la relación de un hombre con la tierra. Con esa idea en la cabeza, pensé que la mejor manera de explorar esto sería despojar al personaje de todo aquello que le podía sustentar emocional, económica y socialmente, y le he dejado esta relación con la tierra muy intensa, muy acentuada. Para eso me convenía transformar políticamente España.

P.- ¿Y por qué España? ¿Por qué Extremadura? ¿Por qué no difuminar también ese lugar?
R.- Pude hacerlo, sí, pero necesitaba un anclaje a la tierra en la que yo nací, y de la que procede toda mi familia. Por eso hablamos de la tierra que pisamos; de otro modo sería, no sé, la tierra que sobrevolamos.

P.- ¿Tenía claras estas coordenadas cuando comenzó a escribir?
R.- No, para nada. Tenía una idea general. Pero yo siempre escribo mucho, desarrollo a los personajes, trazo de principio a fin la historia y después, y por último, quito y borro.

P.- ¿Entiende el estilo como, sobre todo, precisión?
R.- La precisión es un atributo más del estilo. A mí me interesa particularmente ese atributo, por mi propio interés por el lenguaje. El lenguaje es la herramienta máxima, el arma total para el desarrollo del ser humano. Y la precisión es fundamental para expresar de manera concisa y nítida qué es lo que sucede en el mundo, y qué es lo que yo intento representar.

”Estoy sencillamente agotado”

P.- Aquí está esa contención que tanto gustó de Intemperie. Y que va unida a la precisión. ¿Siempre se pueden utilizar menos palabras?
R.- Ahí está gran parte de mi trabajo, en utilizar esas herramientas para involucrar al lector. En buscar espacios en blanco que intento rodear de elementos. Lo óptimo para mí sería que el lector rellenase ese espacio en blanco con la emoción. Yo busco esto en los libros que leo. Para mí es lo que marca la distancia entre un libro memorable y un libro prescindible. Lo que hace que un libro sea relevante. Creo que todo escritor ha de aspirar a escribir libros relevantes.

P.- Pues lo cierto es que pocos escritores toman el camino de Philip Roth y deciden callar cuando consideran que ya no tienen nada relevante que decir. ¿Usted se considera capaz de hacer algo así?
R.- Sí. Ya lo he pensado.

P.- ¿Dejar de escribir?
R.- Al menos dejar de escribir novelas. Se lo decía hace no mucho tiempo a Luis Landero. Que después de esta novela, la que publico ahora, no sé si me queda mucho más que decir. Él me tranquilizó. Me dijo que era una sensación normal, que a él también le ocurría a menudo, y que siempre había conseguido volver a escribir un libro más, y después otro y otro más... a mí en todo caso no me gustaría depender económicamente de mis libros para vivir. Por si acaso.

P.- Entiendo que ahora no está escribiendo nada.
R.- De ficción nada, sencillamente porque estoy agotado. Detrás de esta novela ha habido un esfuerzo muy intenso. Creo que el manuscrito que le envíe al editor era el décimo sexto; es una novela muy trabajada, muy pensada. No escribo pero todos los días dedico un rato a pensar. Ahora lo que me apetece es salir, dar a conocer el libro, y recibir las opiniones de los demás.

"Es difícil escribir sobre los demás si no utilizas tu experiencia para comprender al otro"

P.- Si en algún momento se encuentra bloqueado, siempre podrá pasarse a la autobiografía o la autoficción. El mismo Luis Landero lo hizo en su último libro. ¿Se ve haciendo un libro así en el futuro?
R.- No lo sé, yo siento mucho pudor. Aunque entiendo que la autoficción es una posible evolución del escritor. No sé si Landero hubiera escrito esa novela al principio de su carrera, no sé si Antonio Muñoz Molina hubiera escrito Como la sombra que se va a continuación de Beatus Ille. Yo no lo descarto, pero lo veo difícil. Lo que sí sé es que nunca escribiría un tipo de libro tan personal como una solución al bloqueo, sino porque pienso que tiene algún sentido, algún interés para el lector.

P.- ¿No tiene esa decisión algo de gesto desesperado?
R.- Depende. Podría ser desesperado, aunque no lo es si el escritor consigue tratar temas universales desde su propia experiencia. Knausgård, por ejemplo, lo consigue. Mis libros tienen muchas cosas mías, hay guiños a mi familia, a mi experiencia, que reconocerán quienes lo vivieron. No hacemos cosas tan distintas.

P.- ¿Es posible escribir sobre los demás o el novelista siempre escribe de sí mismo?
R.- Es difícil escribir sobre los demás si no te utilizas a ti mismo como filtro. Si no usas tu experiencia para comprender al otro. Yo puedo intentar comprender lo que tú sientes, pero si encuentro en ese problema una correspondencia con un problema propio, si siento esa empatía y le puedo hacer creer a lector que es cierto que la siento, entonces lograré trasladar mi propio dolor al lector, que a su vez lo interpretará en función del suyo. Yo esto lo he percibido en lectores de Intemperie, lectores que se emocionaban, y que sentían la autenticidad del texto, en los mismos puntos en que lo había percibido yo.

P.- Con respecto a Intemperie hay un salto de complejidad en La tierra de pisamos, empezando por su estructura. ¿Formaba parte del reto?
R.- Sí, aunque cualquier cosa que compares con Intemperie te va a salir compleja: aquella era una novela cronólogica, había pocos personajes. En esta trato de construir un mundo más completo. Me interesaba hacerlo además de esta manera, con saltos temporales. Descubrí que alterando la estructura podía dosificar mucho mejor los momentos clave, las emociones; era como si la historia me pidiera esa complejidad. Entendí que esta historia tenía que ser contada a bocanadas, porque había momentos muy intensos.

P.- Hay intensidad, y también violencia. Una violencia que en Europa conocemos muy bien.
R.- Bueno, en España conocemos esa violencia muy bien también. Lo que pasa es que el tratamiento que le hemos dado aquí es menor, porque aún estamos discutiendo si reparamos o no el dolor de los caídos o de las víctimas del bando perdedor de la guerra. En Europa, mientras tanto, están generando mucha literatura de lo que pasó en el siglo XX. En La tierra que pisamos hay guiños a nuestra propia guerra civil, a la segunda guerra mundial y, sobre todo, al colonialismo en África durante el siglo XIX.

P.- Una lectura que se puede hacer del libro es la de las diferencias entre europeos del norte y del sur, ahora que hay quienes cuestionan la Europa federal o sostienen que los países del sur están colonizados, al menos económicamente, por los del norte. ¿Está de acuerdo?
R.- Es una lectura que se puede hacer, sí. Creo que España está sometida al imperio de la ley europea, y esto nos resta autonomía; pero es un pacto que hemos aceptado y que yo no discuto. Es más, pienso que se trata de un acuerdo muy positivo para España. Sí que es cierto que ahora la UE se está redefiniendo y es necesario que lo haga, igual que España. Ya no se puede mirar hacia otro lado. Yo desde luego espero que esta refundación de España y de Europa salga adelante porque no sé qué es lo que nos espera si no.

El pudor de la autopromoción

P.- ¿Se abrirá una cuenta en Twitter o Facebook?
R.- No lo creo. Prefiero que no haya interferencias, que la gente no piense en mí cuando lee mis libros. Me da mucha vergüenza ver a un escritor contándoles a sus seguidores lo que desayuna. En realidad cualquier cosa que no tenga que ver con el texto. Yo preferiría no entrar en eso. No me veo. A veces me he planteado hacerme un twitter para decir si estoy aquí o allá, si voy a este acto o a aquella presentación. Pero también esto me da pudor. No me gustaría convertirme en el promocionador de mí mismo...

P.- Y ya la última: ¿Se ve escribiendo una novela no rural?
R.- Una novela urbana, por qué no. Lo que no va a cambiar, creo, es mi estilo.

@albertogordom