Image: Marta Buchaca

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El Cultural

Marta Buchaca

"Hay mucho talento en nuestro teatro pero falta apoyo para que despegue"

5 noviembre, 2015 01:00

Marta Buchaca

La dramaturga estrena Losers en el Teatro Bellas Artes

Losers se gestó bajo las mismas premisas que El crédito de Galcerán: las marcadas por el Torneo de Dramaturgos de Temporada Alta, cuyas bases exigen entregar un texto para dos personajes de 40 minutos de duración. Ambos dramaturgos decidieron luego ampliar sus respectivos 'metrajes'. Los parecidos se extienden también en la sucesión de carcajadas que originan en el patio de butacas. La obra de Marta Buchaca lo ha acreditado ya en La Villarroel de Barcelona y en su gira posterior por el resto de España. Ahora la historia de Sandra (María Pujalte) y Manuel (Vicente Romero), dos cuarentones en absoluta precariedad laboral y emocional, llega al Teatro Bellas Artes de Madrid este jueves. Aviso: la comedia romántica de Buchaca, con tintes de retrato generacional, no acaba en el primer beso. La cosa se prolonga a la fase en que llegan las primeras broncas. Sin que se cortocircuiten las risas, eso sí.

Pregunta.- ¿Diría que Losers es una radiografía sobre la crisis de los 40, un retrato generacional?
Respuesta.- Los personajes están llevados al extremo pero sí es cierto que reflejan la época actual y en concreto esa que generación que ronda los 40, que a pesar de tener muchos másters y muchos idiomas se ha topado con un mercado laboral muy complicado. También retrata las nuevas formas de conocerse, sobre todo en Internet. Ambos protagonistas están muy limitados en lo emocional y profesional. Les falta mucho por aprender y no tienen nada de lo que se supone que, por convención social, deberían tener: una pareja estable, una casa... Pero los dos perdedores se redimen al conocerse. Juntos empiezan a avanzar.

P.- ¿Qué aspectos pretende remarcar de ese presunto trauma que supone cumplir 40?
R.- La precariedad. Somos la primera generación que vive peor que sus padres. La evolución en positivo se ha truncado. Andamos bastante perdidos y no nos valen las reglas anteriores, porque todo es incertidumbre e inestabilidad. También pienso que esa crisis es más apremiante para la mujer, porque el tiempo avanza y cada vez le resulta más complicado quedarse embarazada. Por eso Sandra, la protagonista, tiene tanta prisa para echarse novio y lo busca compulsivamente en Internet.

P.- El reto es contar una historia de amor distinta a las millones de historias de amor ya contadas. Guillem Clua, el director, asegura que usted lo ha conseguido. ¿Cómo?
R.- A mí gustan mucho los códigos de la comedia romántica. Lo que sucede es que en este género la historia culmina cuando se dan el primer beso. Yo quería ver lo que pasa después, que es cuando empieza lo difícil. La segunda parte arranca cuando hacen su primer año juntos. Están en casa esperando a que lleguen los padres de ella. Es la primera vez que va a presentarles un novio. En esa espera estalla su primera gran bronca por una hipótesis sobre su futuro que empiezan a plantearse. Es curioso que muchas de las broncas de pareja empiezan por estas conjeturas.

P.- No dudó en que Guillem Clua debía dirigir su obra aquí en Madrid. ¿Por qué confía tanto en él?
R.- Bueno, somos íntimos amigos y además se dieron circunstancias que pusieron en bandeja esta decisión. Yo acabo de tener un hijo y asentarme en Madrid unas semanas me iba fatal. Él, en cambio, se ha instalado allí desde hace dos años. Yo le estuve echando una mano como ayudante de dirección con Smiley en su día. Y él había estado en los ensayos de Losers cuando la estrenamos en La Villarroel, conocía la obra perfectamente. Así que era la persona más indicada porque, aparte, tenemos una visión del teatro muy cercana.

P.- ¿Qué ventajas tiene afrontar, como dramaturga, nuestros dramas cotidianos en clave de comedia?
R.- Es mi segunda obra de comedia pura. La primera fue A mí no me llames amor, que estrené en el Teatro Nacional de Cataluña. Mi obra anterior era Litus, una tragicomedia que funcionó muy bien en el Lliure. Lloramos mucho, porque es una historia con un arranque muy triste: un grupo de jóvenes se reúne tres meses después de que un amigo suyo se haya suicidado. Me apetecía mucho volver a la comedia pura. Y parece que ha funcionado. La gente en Barcelona y en el resto de ciudades que ha recorrido se tronchaba. Les gusta a jóvenes y mayores, a solteros y emparejados... Todos se ven retratados. Tampoco busca denunciar nada. Yo siempre hablo de la realidad cercana en la que habito, es algo común en los dramaturgos de mi generación.

P.- ¿Cómo ve, por cierto, esa hornada de autores?
R.- Veo que cuentan historias sin subterfugios ni metáforas. No hay miedo a contar ni a identificar el lugar en el que suceden. Es cierto que quizá antes eso no era tan fácil y por eso teníamos un teatro más alegórico. Creo que hay muchísimo talento. Pero también mucha precariedad. En mi caso soy muy afortunada porque es rarísimo tener una productora detrás que te apoye. Falta una apuesta decidida de los teatros públicos y de los productores para que este fenómeno pueda despegar.