Image: Javier Reverte

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El Cultural

Javier Reverte

"El periodismo ya no habita en mi alma, es un oficio que olvidaremos pronto"

8 junio, 2013 02:00

Javier Reverte en El Puerto de Santa María (Cádiz), ciudad natal del general Modesto. Foto: Jose F. Ferrer.

El escritor firmará este fin de semana ejemplares de 'El tiempo de los héroes' en la Feria del Libro de Madrid.

Juan Guilloto León adoptó como apellido su principal virtud y pasó a la Historia como el general Modesto, "el mejor militar no profesional de la Guerra Civil", según Javier Reverte (Madrid, 1944). En El tiempo de los héroes (Plaza & Janés), el escritor, uno de nuestros mejores autores viajeros, ha puesto rumbo esta vez al pasado para rescatar, en forma de biografía novelada, a este aserrador miliciano que llegó a dirigir la ofensiva republicana del Ebro y que tras la guerra se exilió en la URSS, muriendo en Praga en 1969.

Pregunta.- Llegó a este personaje gracias a una foto. ¿Qué despertó en usted esa imagen?
Respuesta.- Es una imágen de épica pura, que es uno de los aspectos que marca nuestra guerra civil, sin duda el episodio más trágico de toda nuestra historia y, al decir de escritores como Hemignway, uno de los más románticos. La naturaleza humana es muy extraña. A propósito de ello me viene a la cabeza una frase de Graham Greene: "Con el paso del tiempo, incluso los campos de batalla se convierten  en lugares poéticos".


La foto del general Modesto que inspiró a Javier Reverte para escribir el libro.

P.- El general Modesto que retrata en el libro tiene tintes de héroe clásico. Valiente, justo, recto, humilde. ¿Hasta qué punto coincide con el de verdad?
R.- Por lo que he leído sobre él y lo que he escuchado a quien le conoció, era más o menos como le retrato. Pero, claro, en una novela la imaginación forma parte del juego. Digo la imaginación, no la invención: son cosas distintas.

P.- ¿Cuáles son los hechos que demuestran mejor este carácter heroico del general Modesto?
R.- Su valor, sobre todo, y la preocupación por la vida de sus hombres. Le admiraban y adoraban. Y al concluir la guerra, dio un paso atrás... fue modesto.

P.- ¿Cómo pudo llegar un aserrador al grado de general? ¿Qué cualidades militares tenía?
R.- Tenía grandes atributos naturales para entender la guerra, el movimiento de tropas, la organización, la estrategia... Fue el mejor militar no profesional de la guerra. Y de haber contado con medios semejantes a los del enemigo, tal vez la guerra no la hubiera perdido. Era mucho mejor soldado que Franco, pero no tenía sus aviones.

P.- Tengo entendido que pretendía hacer una biografía pero sus descendientes no quisieron cooperar.
R.- Son dos hijos y viven en Madrid. Uno de ellos me envió al infierno mientras que el otro no quiso saber nada de mí. Y creo que no quieren saber tampoco mucho de su padre. Por mi parte, no tengo intención de saber nada de ellos: el trabajo está hecho y me siento muy satisfecho con mi libro.

P.- ¿Qué falta por contar de la Guerra Civil?
R.- Falta por contar aquello que haga reflexionar y sentir a cualquier escritor curioso de aquella guerra. Todavía hay gente por ejemplo que, de cuando en cuando, escribe de la guerra de Troya. De modo que imagine...

P.- ¿Tiene pensado escribir más sobre ella? ¿Sobre qué aspectos o personajes?
R.- Sí, tengo otro libro pensado sobre la guerra civil. Muy diferente a este en su trama, pero también sobre personajes reales.

P.- Tiene en la recámara un libro de viajes sobre Irlanda y otro sobre China que nace de un viaje reciente. ¿Qué sensaciones le ha provocado el gigante asiático?
R.- China, más que nada, me asustó: superpoblación, contaminación, una gigantesca burbuja inmobiliaria, un sistema político que aúna lo peor del capitalismo y del comunismo, la ausencia absoluta de educación ciudadana... Se nos van a comer.

P.- ¿Cuál de sus dos profesiones aflora más cuando viaja, la de escritor o la de periodista?
R.- La de escritor, sin duda. El periodismo ya no habita en mi alma: lo mataron los gestores de los periódicos y ya es un oficio que pertenece al pasado, al siglo XIX y al XX. Lo olvidaremos pronto.

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