Image: Daniel Calparsoro

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El Cultural

Daniel Calparsoro

"No tengo una opinión formada del cine español"

29 noviembre, 2012 01:00

Daniel Calparsoro con Karra Elejalde y Antonio de la Torre durante el rodaje de Invasor

Este viernes se estrena su película 'Invasor', "la más completa" de su filmografía

Las ambiciones son claras: importar el cine de género de calidad a estándares de producción españoles, medirse con cualquier producción anglosajona, aspirar a lo imposible (a pesar de Bayona). Daniel Calparsoro lo ha intentado una y otra vez. De un cine de apariencia independiente y personal -Salto al vacío (1995), A ciegas (1997), etc.- ha "evolucionado" a una filmografía dependiente de ciertas fórmulas y estímulos. "Queremos entretener, agarrar al público desde el primer minuto y nunca soltarle, ofrecerle lo que se merece, un cine español de calidad y trepidante, realizado por grandes profesionales, que no tenga nada que envidiar a las producciones extranjeras". Es la carta de presentación de Calparsoro, aunque bien podría ser la de los productores, el mismo equipo de producción de Celda 211: Juan Gordon, Eva Lustres y Borja Pena.

Si con Guerreros (2002) el director madrileño viajaba con el ejército español al infierno balcánico, ahora se traslada a los campos de batalla de Irak (el rodaje fue en Tenerife), si bien el cauce narrativo del filme no transita en exclusiva por el cine bélico. Calparsoso ha querido ir más allá, y cuando el soldado español Pablo (Alberto Ammann), tras una de esas experiencias que generan síndromes de shock post-traumático, regresa con su mujer y su hija a La Coruña, Invasor es tomada por los elementos propios del género conspiratorio y el thriller político-criminal. "Es la historia de un hombre honesto que no está dispuesto a corromperse, aunque tenga que enfrentarse a ministerios y medios de comunicación, aunque tenga que poner la vida de su familia en peligro y hasta traicionar a los amigos", sintetiza Calparsoro.

Pregunta.- Ha hecho usted una película muy ambiciosa...
Respuesta.- En verdad, a pesar de las apariencias, es una película de presupuesto muy medido, en la que no se ha tirado ninguna secuencia, en la que se ha trabajado con extraordinarios profesionales que han sabido aprovechar los recursos disponibles. Desde el principio nos hemos entregado al máximo para obtener la máxima calidad posible. Aunque parezca una superproducción, no ha costado más de 3,5 millones euros, es decir, el coste medio de una película española. La diferencia con otras películas de la industria española es que se ha hecho con la conciencia de que hay que pensar en el espectador.

P.- Esas son las ambiciones propias de un productor. Yo me refería a las de usted como realizador, como guionista... El equilibrio entre géneros, por ejemplo, resulta muy ambicioso.
R.- Hemos querido contar una historia en un contexto difícil para disfrutar plenamente de principio a fin. Creo que es la película más redonda que he hecho, en cuanto al equilibrio que se logra en todas las partes. La puesta en escena, el acting, el guión...

P.- Invasor es un encargo, ¿no es así?
R.- Sí, me ofrecieron adaptar la novela de Fernando Marías, que no es literatura cinematográfica, sino que es pura literatura, inadaptable al cien por cien. Me interesaban mucho las metáforas que contenía y vi claramente que había un thriller muy poderoso. Traté de interpretar lo que entendí de la novela para convertirlo en una película de género. Había que añadir suspense, acción, los elementos propios de un thriller, que nos hemos inventado los guionistas y yo...

P.- En cualquier caso, la ficción transcurre en un contexto muy real: la participación española en la guerra de Irak.
R.- Una cosa es el realismo y otra la realidad. El realismo está basado en cómo actúan los personajes, para que sea veraz lo que hacen. Y en ese sentido el trabajo de Alberto (Amman), Antonio (de la Torre), Inma (Cuesta) y Karra (Elejalde) es impecable. Lo han dado todo. El dilema de Pablo, un médico militar que asiste a algo infernal, es el de un idealista que se choca con la realidad. Intenta sacar a la luz una verdad terrible que él mismo ha provocado. Evidentemente, lo que ocurre en la película no ha ocurrido realmente. Lo que he querido con Invasor es enganchar al espectador, entretenerle con fuegos artificiales, pero dándole al mismo tiempo un poso y un contexto histórico, para quien quiera verlo.

P.- Es imposible no verlo. Es totalmente inevitable asociar el tema con un fondo político, ¿no cree? Sobre todo cuando el protagonista se enfrenta al Ministerio del Ejército, al propio Gobierno español...
R.- Yo no diría que es político, sino humanista. Es el hombre y sus ideales frente al sistema, pero no es una ideología política. A ese nivel es una película muy interesante. Porque en la superficie tienes un film trepidante de alta calidad, y además planteas un dilema que nos toca mucho en España. El fondo de la cuestión es que es un filme sobre la corrupción.

P.- Implica en la trama a dos tipos de soldado completamente opuestos. Por un lado, el idealista, por otro, el asesino. Decide conceder el último plano de la película al segundo. ¿Por qué?
R.- Lo que quiero contar es que el soldado del final es el auténtico soldado, y que el idealismo con ametralladora no funciona. Sencillamente. Eso da peso a la historia.

P.- Es una película sin medias tintas...
R.- Eso hemos pretendido. El ejército es una fuerza disuasoria en todos los países occidentales. La película habla del sistema y de personas enfrentadas a un dilema: aceptar o no la corrupción. El fondo es la guerra de Irak como podría haber sido otra cosa. Hemos escogido la guerra de Irak porque es una guerra del pasado y porque nos toca muy de cerca, de la que hemos sido cómplices, y no se había hecho nada en el cine español antes. La situación que se plantea puede aplicarse a cualquier trabajo. No es una película partidista, no es un panfleto.

P.- Irak fue la primera guerra que se vio en directo, sobre la tierra, con imágenes domésticas, grabadas con pequeñas cámaras. La guerra se vivió en YouTube y en los blogs de los marines. ¿Como cree que este fenómeno ha transformado el lenguaje cinematográfico?
R.- El tema de las grabaciones en móvil y con videocámaras es un elemento ya cotidiano en los conflictos bélicos. Es un poco como el empleo de la televisión en las películas de Almodóvar, tienes que asumirlo cuando haces un filme de guerra. En Invasor hay un guiño a Wikileaks. A lo que pasó en Afganistán con unos soldados que mataron a unos insurgentes que querían eliminar una base española, y enviaron el vídeo a Antena 3 y fueron perseguidos, etc. La información hoy en día se manipula constantemente y se asume esa manipulación, y al final prevalece el argumento con mayor poder detrás, pero no necesariamente prevalece la verdad. No sabemos lo que realmente pasó. Como las imágenes de soldados americanos que torturaban a iraquíes y luego dijeron que eran imágenes falsas, fuera de su contexto. No podemos saberlo a ciencia cierta.

P.- Bueno, si se refiere a lo de Abu Ghraib quedó bastante claro en el documental de Errol Morris, Standard Operating Procedure (2008).
R.- No conozco esa película.

P.- Desde la posición de cineasta, en todo caso, ¿cómo se enfrenta al empleo de las imágenes "innobles", de baja calidad? La simulación de una esas grabaciones con móvil es crucial en la trama de Invasor.
R.- Es un coñazo, son imágenes completamente anti-cinematográficas. Al menos tal y como yo entiendo el cine. Pero lo hemos resuelto utilizando la pantalla completa, y no filmando a alguien viendo esas imágenes en un ordenador. No rechazo ese tipo de imágenes, es absurdo hacerlo, pero no me gustan, así que he tratado de llevarlas a un territorio conocido.

P.- ¿De qué modo integraría Invasor en su filmografía?
R.- Creo que es mi película más madura como director, en la que no me pongo en primer término, sino que utilizo mi conocimiento y habilidad para que el espectador la disfrute. Es un film con 4.200 planos, en el que está todo muy cuidado, medido hasta el detalle. Antes me centraba exclusivamente en cómo veía yo las cosas, y ahora he quitado algo de "yo", pensando más en cómo lo van a recibir los espectadores, lo que necesitan para entender la historia y emocionarse con ella.

P.- Tantos planos responden al montaje de atracciones del filme. ¿Ha tenido alguna referencia en mente para las escenas de acción?
R.- La verdad es que nos hemos fijado bastante en Paul Greengrass, sobre todo en la persecución de coches en La Coruña, con su tono hiperrealista. No tanto en sus películas de la saga Bourne, que no dejan de ser muy fantasiosas, sino más bien en Bloody Sunday (2002).

P.- A pesar de la situación general del cine español, usted sigue rodando. Ha empezado ahora el rodaje de Combustión. ¿Qué puede contarnos?
R.- No mucho, la verdad. Es básicamente una historia de amor, coches y atracos. Y también la protagoniza Alberto Amman.

P.- ¿Y de la situación de nuestro cine?
R.- No tengo una opinión formada del cine español. No me puedo meter ahí. Prefiero no hablar de la situación del cine español, porque es muy obvia, pero tampoco es una cosa de ahora. El cine español se vende fuera, existe, y debería tener un plan industrial como lo tiene cualquier otra industria. Ahí lo dejo.

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