Image: Antonio Garrigues Walker

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El Cultural

Antonio Garrigues Walker

"Esta época maltrata la belleza y el silencio"

5 noviembre, 2012 01:00

Antonio Garrigues Walker. Foto: Bernardo Díaz.

Esta noche se representa su obra 'El silencio y la belleza' en el Círculo de Bellas Artes.

Resulta gratificante encontrar personas con poder que no hayan renunciado a la cultura. Empresarios entre cuyos objetivos se encuentren otros distintos a engordar lo máximo posible la cuenta de beneficios de sus compañías. Antonio Garrigues Walker (Madrid, 1934) es un ejemplo paradigmático. De la mano de su padre trabó conocimiento con algunas figuras de la generación del 27 (Rafael Alberti y Pepín Bello). Escribió algunos poemas de juventud. Pero fue el teatro el que le envenenó hasta el punto de haber firmado en las últimas décadas una cincuentena de obras. Con el mérito añadido de haberlo hecho mientras dirigía uno de los despachos de abogado más potentes y prestigiosos de nuestro país. "Lo de la falta de tiempo nunca me ha parecido una excusa válida. En los aviones yo he escrito mucho", confiesa a El Cultural, en una entrevista realizada con motivo del estreno de El silencio y la belleza, una pieza suya que se representa este lunes en las tablas del Teatro Fernando de Rojas del Círculo de Bellas Artes. No es costumbre suya sacar del ámbito íntimo de familiares, amigos y conocidos sus proyectos escénicos. Pero esta vez, empujado por la Universidad de la Rioja e Ignacio Amestoy, con quien conversará al término de la representación, ha decidido trascender ese círculo (eso sí, los actores seguirán siendo espontáneos). Quizá sea un precedente para el salto del terreno al amateur al profesional. Quizá.

Pregunta.- ¿Quién le metió el veneno del teatro?
Respuesta.- Uno nunca sabe muy bien por qué siente un impulso de curiosidad hacia determinadas cosas. Aunque sí hay circunstancias concretas que lo explican en alguna medida. Yo tuve la suerte de tener a un padre muy en contacto con la vida intelectual del país, sobre todo con la que se respiraba en la Residencia de Estudiantes. A través de él, conocí a Rafael Alberti, Pepín Bello... Pronto empecé a escribir poesía, como tanta gente, sin mayor importancia. Pero un día, en una reunión de empresarios en Nueva York, nos propusieron hacer teatro. Hacíamos de espectadores y de actores. Esa experiencia me pareció muy interesante y me impulsó a poner en marcha obras de teatro con amigos y conocidos. En todos estos años hemos representado muchas obras en mi casa de verano, en la de Madrid y ahora en un verdadero escenario teatral.

P.- ¿Es exactamente la primera vez que se monta una obra suya en un teatro con solera?
R.- Bueno, hay un par de experiencias previas muy gratificantes. En el Tivoli de Oporto se representó Réquiem para todos los hombres. Y también se llevó a las tablas del Gran Teatro de Huelva una obra que escribí para un grupo de teatro de personas mayores (de 70 y 80 años) de la Universidad de Huelva.

P.- Tiene escritas una cincuentena de obras. ¿De dónde ha sacado el tiempo?
R.- Cuando a una persona le gusta algo, siempre acaba sacando tiempo. Los sábados y los domingos están llenos de tiempo. Para mí, la falta de tiempo nunca me ha valido como excusa. Yo he escrito, por ejemplo, muchísimo en los aviones, en esos vuelos largos a Japón o América. Me concentró muy bien mientras vuelo.

P.- Y siempre ha defendido el teatro como una dedicación amateur...
R.- Es que todo el mundo tiene capacidad creativa. No conozco a nadie que no le guste pintar, escribir... Se puede hacer de una manera profesional o amateur, como un deporte. Aunque cada vez la diferencia es más pequeña: cada vez hay más gente que ha escrito un libro, o actores que no lo son en películas... La frontera se difumina. Y aunque pienses que lo haces mal, lo importante es hacerlo. Las personas tenemos la obligación de explotar esas capacidades. No hay excusas.

P.- ¿Y nunca le ha tentado dar el salto al ámbito profesional?
R.- Permanentemente, pero antes, cuando desarrollaba una intensa carrera en el mundo jurídico, era imposible. Ahora soy una especie de presidente honorario, no lo dirijo. Tengo 78 años, podría parecer una locura, pero sí, lo voy a hacer.

P.- ¿Y de dónde sale la historia de El silencio y la belleza?
R.- De la observación de la realidad. De ver cómo en esta época se maltrata a la una y de la resistencia al silencio que hay. La gente busca vivir rodeada de ruido, porque el silencio nos atemoriza. Intento conectarlos. Toda belleza debe estar envuelta en silencio y el silencio es por sí mismo bello.

P.- Así que tiene una fuerte carga crítica, ¿no?
R.- Sin duda, pero no desde la altanería. Yo no intento darle lecciones a nadie.

P.- ¿Y qué tal se desenvuelve Carlos Rodríguez Braun sobre el escenario?
R.- Pues muy bien. Él es ejemplo de persona muy ocupada pero que no deja de lado otros intereses: en este caso el teatro. También está la consultora Helena Herrero, y el empresario Johny Aranguren... Esa combinación es la que más me motiva y cada vez está más implantada en las escuelas de negocio, donde se recurre al teatro para preparar ejecutivos, para mejorar su oratoria y otras muchas cualidades.

P.- ¿Y cuáles son los dramaturgos que más le han influenciado?
R.- Fundamentalmente el teatro del absurdo, con Ionescu y Kafka... Es el teatro que más he disfrutado como espectador y que más poso me ha dejado.

P.- ¿Y las memorias que tiene contratadas con Planeta cómo las lleva?
R.- Pues la verdad es que todavía queda tiempo para que las tenga terminadas. Y no sé si a mí me queda tanto...

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