El Cultural

Homeland, regreso al hogar

23 noviembre, 2011 01:00

La sociedad estadounidense post 11-S se aferró a la unidad, a la necesidad de formar un bloque indestructible y defender su jardín de nuevos ataques. Esa unidad, en todo caso -como ya reflejó en parte 24, la mejor serie post 11-S hasta el momento-, más que basarse en la confianza, se ha basado principalmente en la sospecha indiscriminada. Numerosos documentales, casi todos ellos perfectamente visibles on-line -Loose Change 9/11, Zeitgeist, 911 Mysteries, etc.-, han elaborado con minucioso detalle diversas teorías de carácter conspiratorio que señalan el origen de los ataques en las cloacas financieras y la intelligentzia política de la propia Norteamérica.

Con todo lo que puedan tener de verdad y falsedad estas películas, que no en vano son la expresión más radical y razonada de la paranoia, no dejan en todo caso de actuar como sismógrafo de una sociedad cuyo sentido de la vigilancia ha cruzado todas las líneas posibles. Al final del día, nadie es absolutamente fiable: un mercenario ideológico o un empresario con grandes intereses pro-bélicos. No es casual que gran parte del último cine norteamericano -y especialmente las series de televisión- se haya encargado de recordarnos una y otra vez que el verdadero enemigo está dentro.

Diez años después, una serie como Homeland (FOX) se hace eco de esta realidad con gran ingenio narrativo, razonables dosis de suspense y, sobre todo, un extraordinario tratamiento psicológico de los personajes. A diferencia de lo que vimos hasta ahora, se enfrenta al tópico de la busca y captura del terrorismo islamista con la conciencia de que Bin Laden ha desaparecido del mapa y que Al-Qaeda ha dado paso a la crisis económica en el ranking de las amenazas que preocupan a la sociedad occidental. No figura ningún creador como responsable último de la serie, probablemente porque está basada en la serie israelí Hatufim (2009-2010, conocida como Prisioners of War), creada por Gideon Raff. El experimentado realizador televisivo Michael Cuesta (A dos metros bajo tierra, Dexter, Blue Bloods, etc.) ha dirigido los primeros episodios, y entre sus adaptadores y guionistas se encuentran habituales de 24 como Howard Gordon y Alex Gansa, si bien la complejidad y sutileza dramáticas de Homeland la alejan por completo de la serie protagonizada por Jack Bauer.



A Homeland -que promete tener al menos dos temporadas de doce capítulos cada una, de los cuales ya se han emitido sus primeros 8 episodios-, le interesan menos los ritmos y sensaciones de un thriller de espionaje determinado a revelar el plan maestro de un presunto terrorista -aunque todo ello forme parte de su trama principal- que las vueltas y retuercas psicológicas de sus personajes protagonistas. El soldado, marido y héroe pródigo Nicholas Brody y la agente de la CIA Carrie Matheson son los antagonistas de la serie pero ambos comparten fuertes traumas psicológicos tras su regreso de la guerra de Irak. Como juguetes rotos de la guerra iraquí, a pesar de su confrontación, la serie traza una suerte de hermanamiento entre ellos, víctimas de los mismos verdugos. Como de algún modo se encarga de dejar claro la intro de la serie, ambos representan los nuevos "mensajeros del miedo" de la América post-Bin Laden, desorientados en el laberinto de sus mentes conspiro-paranoicas. La composición de ambos personajes añade nuevos niveles de ambigüedad moral y complejidad psicológica a la dualidad héroe-villano, y trazan nuevas fronteras de identificación espectatorial.

Brody (interpretado por Damian Lewis, uno de los actores del reparto coral de Band of Brothers) es sin duda uno de los personajes más complejos y escurridizos de la actual televisión. Después de ocho años en los que se le había dado por muerto en el desierto iraquí, capturado por Al-Qaeda, reaparece y regresa con todos los honores a Estados Unidos (a su mujer y sus hijos) como un héroe que cristaliza la añorada idea de resistencia, amor y fe en la patria. Sin embargo, numerosos flashbacks pronto nos informan que durante esos ochos años ha sido torturado y adoctrinado por sus captores, sometido a un brutal (quizá inverosímil) lavado de cerebro que le ha colocado en el otro bando. La vuelta de tuerca es admirable: la mentalidad del terrorismo islámico ya no se oculta sólo bajo la apariencia del vecino, el marido o el padre, sino bajo el último y celebrado héroe de la nación.

La agente de la CIA Carrie Matheson (Claire Danes) es una analista que a su regreso de Irak ha desarrollado brotes de paranoia y oculta a la agencia (excepto a su mentor, Saul Berenson) que lleva una medicación anti-psicótica. Inmediatamente sospecha del "conversor" Brody (¿por qué sus captores le han mantenido vivo durante tanto tiempo?), detrás de cuya fachada, debidamente explotada por los medios, oculta un plan conspiratorio. La tecnología y la paranoia político-bélica confluyen en un extremo estado de vigilancia mediante el cual Matheson no quita ojo de Brody durante las 24 horas del día. Mientras que Brody es un protagonista atormentado y (probablemente) un insidioso villano, Carrie está lejos de ser una heroína de una sola dimensión. La serie gestiona con gran eficacia esa ambigüedad y esquizofrenia motivacional de sus protagonistas.

El título Homeland hace referencia tanto al regreso al "hogar" de ambos personajes (uno con la intención de destruirlo y el otro con la de defenderlo) como al United States Homeland Security Department, una agencia creada tras el 11-S con el objetivo de evitar y responder a ataques terroristas y desastres naturales de gran escala, y cuyos métodos de vigilancia también ha adoptado como premisa la serie Person of Interest. Hay más similitudes sin embargo con La vida de los otros y hasta con El show de Truman en el modo en que la serie representa visual y dramáticamente el continuo seguimiento que Carrie ejerce sobre Brody. Y en el modo en que el Gobierno de Estados trata de sacar tajada mediática del héroe, paseándolo delante de las cámaras con todo el fasto del orgullo de la nación y el triunfo de la voluntad, para seguir justificando la necesidad de la guerra, no deja de remitir al sentido crítico de Clint Eastwood en Banderas de nuestros padres.

El turbio destino de los personajes, la amenaza siempre palpable, los diálogos inteligentes y la permanente sensación de paranoia de los que se alimenta Homeland convierten a esta nueva serie de la FOX en el entretenimiento perfecto del nuevo escenario anti-terrorista tras las ejecuciones de Sadam Hussein y Bin Laden. Esperemos que la astucia narrativa de los guionistas, las grandes incorporaciones de Damian Lewis y Claire Danes, el interés de las diversas subtramas (una de ellas, el triángulo sentimental entre la exviuda, el marido resucitado y el compañero de trabajo de éste, parece una exacta replicación de una subtrama de The Walking Dead) y la calidad de los primeros capítulos no decaiga en sucesivas entregas. La seguiremos de cerca.