Image: De charla con la Diosa Gades

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El Cultural

De charla con la Diosa Gades

1 marzo, 2010 01:00

Escultura de la Diosa Gades en la ciudad de Cádiz



Descalza y con la melena revuelta, culpa del viento de Cádiz, muestra su cuerpo al sol de la bahía. Va sin biquini ni prendas que incordien las hechuras. Una toalla, que en sus tiempos tuvo que ser túnica romana, hoy deja al aire la felpa. Sólo en Cádiz se honra a las divinidades de este tipo. En cualquier otro lugar la hubieran deseado, pero sólo es aquí donde se consienten tales deseos.

En Cádiz la Diosa Gades es más famosa que la Pepa y los colegiales pispean su anatomía que tanto ayuda para las poluciones nocturnas. Ella lo sabe aunque haga como que no se entera. Lo advierto en su mirada que invita a calentarme pues está esculpida en bronce, material conductor del calor según estudié de niño, aunque en mis tiempos no se daban diosas así, la verdad sea dicha. Las del catecismo eran más sufridas y no enseñaban tanto como esta, a la que solo hace falta mirar para que te cuente cosas.

Historias de cuando Napoleón y sus tropas arrugaron en el puente Zuazo, por ejemplo, y también de mucho antes, de cuando los fenicios llegaron a esta región habitada por sirenas con bata de cola y gitanos tocando el pandero. Estamos hablando de tiempos añejos en los que el sol y la luna eran los amos del mundo y los fenicios aparecieron por la costa con el primer gallo de combate. Según los libros, traían el sabio propósito de cruzarlo con gallinas de pluma madura hasta conseguir una variedad distinguida con los atributos de nobleza y valentía que hoy reconocemos en el gallo español. Tiempo después del apareamiento, cuando en cada patio había montado un reñidero y los vecinos festejaban la crianza de sus gallos sacándolos a pelear, tiempo después de esto, llegaría el terremoto de Lisboa a poner las cosas en su sitio. Fue cuando las olas rompieron con una rebeldía sorda, a la manera gitana, llevándose bocados de tierra que todavía andan por ahí sumergidos.

Tuvo tal magnitud la convulsión, que la costa de Cádiz quedó convertida en poco menos que en un desastre bíblico. Los que sobrevivieron a la calamidad, después de realizar diferentes sondeos y deliberaciones, resolvieron por mayoría catalogar a los damnificados ya fuesen hombres, mujeres, sirenas, bestias o plantas, para lo cual declararon al gallo de combate como linaje a proteger. Todas estas cosas, y más aún, son las que cuenta la Diosa Gades, enseñando su desnudez sin vergüenza a todo aquel que quiera acercarse a escuchar chismes de la región que tienen todos la misma moraleja: la que dice que el planeta tierra es un ser vivo que lleva enfadado con nosotros desde hace mucho tiempo.