Un partido de Wimbledon entre Djokovic y Federer bajo la supervisión de los jueces de línea al fondo de la pista.

Un partido de Wimbledon entre Djokovic y Federer bajo la supervisión de los jueces de línea al fondo de la pista. REUTERS.

Tenis

Wimbledon acaba con una tradición 148 años después y afectará a los tenistas y al juego

El torneo londinense elimina a los jueces de línea y los sustituye por tecnología automatizada, en una decisión que transforma una esencia del torneo.

Más información: El césped de Wimbledon que acaba siendo tierra: un peligro para los tenistas y una huella que refleja la historia del tenis

Publicada

El All England Club ha decidido romper con una de sus tradiciones más longevas: los jueces de línea ya no estarán en las pistas de Wimbledon.

Por primera vez en 148 años, la tecnología será la única responsable de determinar si una pelota ha sido buena o ha salido fuera.

Un sistema automatizado de Hawk-Eye marcará las decisiones en tiempo real y pondrá fin al emblemático gesto del brazo estirado que tantas veces generó drama, tensión y aplausos en el torneo británico.

Otro paso irreversible

La eliminación de los jueces de línea en Wimbledon no es una sorpresa para quienes siguen de cerca la evolución tecnológica del tenis, no es el primer Grand Slam ni torneo ATP que lo lleva a cabo.

El sistema Electronic Line Calling (ELC), creado por Hawk-Eye y conocido también como Hawk-Eye Live, ha ganado presencia desde su debut en las Next Gen Finals de Milán en 2018 y se generalizó durante la pandemia en 2020.

El Open de Australia lo adoptó en 2021, seguido por el US Open en 2022. La ATP ya había anunciado que todos sus torneos lo usarían a partir de 2025. Wimbledon se ha sumado, pero no sin polémica.

El nuevo sistema utiliza 18 cámaras distribuidas alrededor de la pista que siguen la trayectoria de la pelota y determinan su ubicación con precisión milimétrica.

Las decisiones se emiten en décimas de segundo mediante altavoces y con voces grabadas del personal del club, como guías turísticos. Ya no habrá lugar para desafíos ni revisiones. La llamada será inmediata e inapelable.

Nostalgia y tradición

Alrededor de 300 jueces de línea participaban cada año en Wimbledon. Elegantes con sus blazers azul marino de Ralph Lauren, camisas de rayas y pantalones o faldas blancos, se convirtieron en parte del alma visual del torneo.

Su desaparición no es solo una pérdida estética, sino también emocional para un torneo en el que la tradición y la nostalgia forma parte de su ADN.

"Será un entorno más estéril y menos divertido para el público", admite Ivan Milatović en Daily Mail, abogado serbio afincado en Londres y juez de línea durante una década en el torneo.

Para él, la magia de Wimbledon pierde una pieza importante: "Algunas de las escenas más dramáticas surgían de la tensión de una llamada dudosa, del desafío, del murmullo en la grada".

Rob Hodge, quien llegó a arbitrar la final masculina de 2022, recuerda con emoción el momento en que pisó por primera vez la pista central en 2011: "Fue un momento de pellizcarse. Pensaba que estaba soñando".

Aunque admite que la decisión no fue inesperada, la sensación de pérdida es profunda: "No fue un shock, pero sí una decepción enorme".

Aunque alrededor de 80 jueces han sido reubicados como "asistentes de partido" -encargados de acompañar a los jugadores o supervisar cambios de pelotas-, la función ya no tiene nada que ver con el arbitraje real, según quienes han probado ese nuevo rol.

Milatović lo resume con claridad: "No se parece en nada al trabajo intenso y mentalmente exigente de un juez de línea. Es solo una presencia simbólica".

Federer, tras perder la final de Wimbledon

Federer, tras perder la final de Wimbledon REUTERS

Un juego más preciso

Los tenistas, en su mayoría, han acogido positivamente el cambio. Evita polémicas, no interrumpe el ritmo del juego y garantiza una objetividad incuestionable.

Pero en el camino se pierde algo más que tradición. Se esfuma la teatralidad de los desafíos, el suspense ante una decisión ajustada, el momento en que todo un estadio contiene la respiración a la espera de la imagen del ojo de halcón.

"La máquina decide y el jugador lo acepta. Se acabaron las discusiones con el juez de silla. Es todo más limpio, pero también más frío", resume Milatović.

Con los jueces de línea fuera del juego, las miradas se centran ahora en el juez de silla, la última figura humana con poder en la pista. Pero incluso ese rol parece tener fecha de caducidad.