Hasta hace sólo hace unos meses, Paula Badosa era el paradigma de la clase mal adiestrada, de una joya que nuestro deporte perdía. Hoy - ya en cuartos de final de Roland Garros -, es el renacimiento de un talento asombroso maltratado por el destino. Una tenista con el ángel de las elegidas; una genialidad que ha encontrado, por fin, a las personas capaces de encauzar su inmenso potencial.

Paula desperdició unos años en los que la juventud confunde el talento con el éxito. Cada deportista tiene su camino, y no siempre es fácil encontrarlo, ni siquiera buscarlo. Más difícil aún en deportes individuales, como el tenis, en los que la línea recta se vuelve con frecuencia tortuosa, quebrada.

Sin embargo, lo que el destino no le concedió en sus primeros años se lo regaló el pasado otoño: un equipo prudente, un entorno exigente y protector, una nueva forma de entender el tenis y la vida.

Profesionales expertos y concienzudos, junto a un entrenador, Javier Martí, una promesa cuya carrera de jugador estuvo plagada de un sinfín de adversidades. Un espejo constante para la tenista de quien pudo ser uno de los grandes jugadores españoles y que terminó siendo un modelo de carácter irreductible.

Martí, talante templado, conoce los entresijos del tenis al detalle, una combinación perfecta para un volcán de juego y emociones; para una jugadora que tuvo cierta tendencia a la inestabilidad y que, en estos momentos, ofrece un juego diamantino.

Badosa, tras lograr el pase a cuartos de final.

Badosa, tras lograr el pase a cuartos de final. Christophe Petit Tesson EFE

Badosa ha demostrado una entereza táctica singular: su predisposición para jugar de forma brillante en situaciones complicadas. Una cualidad propia de las mejores. Paula todavía está lejos de contarse entre ellas, pero, por fin, ha emprendido con humildad y determinación una reconstrucción cierta, sin vuelta atrás.

No ha sido fácil, pues el cambio de equipo le ha traído grandes satisfacciones, pero un protocolo de trabajo intenso y un cambio de hábitos esencial. Había que modelar su cuerpo para la exigencia atroz del circuito. Paula comenzó con intensas sesiones de preparación física con David Antona, discípulo de Arturo Ortiz, (¡todavía plusmarquista español de salto de altura!) en las que tuvo que apretar los dientes para contener las lágrimas.

Ambos siguen la estela del maestro Paco López, quien fuera brillante entrenador de atletismo y del Real Madrid de baloncesto. Una escuela de conocimiento y de estilo que de forma sutil une los destinos de la protagonista con quien escribe estas líneas sobre ella.

El cambio también ha sido mental. Ha dejado atrás una fragilidad incompatible con su talento. Ahora es una tenista pétrea, cuya estabilidad emocional se manifiesta en su juego. Y cómo no, la dieta. No sólo se trata de un adiós a la comida basura, sino de dirigir su alimentación a la mejora definitiva del sistema inmune. Daniel de la Serna, fisioterapeuta especializado en psico-neuro-inmunología clínica, se encarga de coordinar toda esta ciencia.

Paula Badosa ha levantado una bola de partido en este Roland Garros y dominado con eficacia los terceros sets que le han llevado hasta cuartos de final. Ya es una jugadora solvente del circuito. Todavía no es una estrella, pero, sobre todo en su cabeza, que mano le sobra, está la llave para llegar a serlo.