En un encuentro gris, tras otro en el que hizo lo justo, la España de Luis Enrique consiguió el propósito mínimo, el que te presiona con fuerza y sin excusa. Suecia fue un rival roqueño, atlético y peligroso a ráfagas. Un equipo compacto que volvió a mostrar la fragilidad de nuestro repliegue defensivo. 

También asomó el síntoma recurrente de la carencia de profundidad y gol, más acusado contra equipos de menor cuantía. No obstante lo dicho, la selección se va cuajando como un equipo competitivo, capaz de hacer frente a las grandes selecciones – lo vimos en la Eurocopa y en la Liga de Naciones – y de solventar los encuentros cruciales de las fases con juego o con carácter. 

España sólo ofreció lo primero con cuentagotas, en especial al principio del partido, cuando presionó la defensa sueca con la movilidad de la segunda línea y con un delantero muy activo, Raúl de Tomás. Con él, Luis Enrique cumplió con otro de sus ritos motivadores: ofrecer la titularidad al debutante.

Cuando el juego decayó por la amenaza sueca, a España le quedaron la posesión del balón, la sabiduría de la administración de los momentos y el carácter. La voluntad también se entrena dice Toni Nadal; se puede tonificar, escribió Ramón y Cajal.

Los jugadores de España celebran el gol de Morata ante Suecia

Los jugadores de España celebran el gol de Morata ante Suecia

Y con la misma pretensión camina Luis Enrique, que bebió de las fuentes de Cruyff sin olvidar su pasado como jugador guerrero. Los futbolistas bravos, cuya concentración no cesa, que acogen la responsabilidad con los brazos abiertos, son del gusto de un seleccionador que se exige tanto como exige a sus pupilos.

Desde este punto de vista, es un jefe ejemplar, entregado a su causa con dedicación extrema; la que pretende que sus futbolistas imiten, a los que presiona sin cesar pero con cimientos. No hay mejor método para conseguir que las ideas calen. 

Por todo ello, confía en Morata. Trabajador incansable, generador de ocasiones de gol que desperdicia, valiente hasta lo temerario. Su promedio con España es magnífico, aunque hasta ayer se le recordaba más por sus fallos. Ya nunca más será así.

En definitiva, España progresa, se cuaja como conjunto. No importa el carrusel de seleccionados, los que vienen se acoplan al cometido. Semifinalistas en la Eurocopa, finalistas en la Liga de Naciones, y aún nos parece poco. No seamos injustos con esta selección que está forjando su camino: dejemos de compararla – de forma voluntaria o intuitiva – con la campeona del mundo. Queda mucho por mejorar. También hay mucho mejorado