Los futbolistas de Marruecos celebran un gol.

Los futbolistas de Marruecos celebran un gol. REUTERS

Fútbol

Marruecos, el país que convirtió su fútbol de barrio en potencia Mundial: "La calle retroalimenta clubes, Academia y Selección"

Hablamos con Pablo Franco, exanalista del Real Madrid y entrenador del Getafe, que dirige al MAS de Fez, para conocer las razones de la gran evolución del país africano.

Más información: De la diáspora al 'robo' de Brahim: así está ganando Marruecos la batalla por captar futbolistas a España

Publicada

Hace apenas tres años, Marruecos era considerado una selección de película: un combinado que nadie esperaba que llegara lejos, que jugaba bien, con futbolistas vistosos, pero sin posibilidades reales de ganar un Mundial.

Pero llegó Qatar 2022 y los Leones del Atlas derrotaron a España, eliminaron a Portugal y llegaron a semifinales enfrentándose a Francia. No ganaron, pero algo fundamental cambió en la percepción global del fútbol marroquí.

Hoy, en 2025, Marruecos ocupa el puesto 12 del ranking FIFA, se ha clasificado para cuatro Mundiales consecutivos, ganó el campeonato sub-20 hace apenas un mes y compite en igualdad de condiciones contra las grandes potencias.

No es casualidad. Detrás de este ascenso meteórico existe un ecosistema futbolístico extraordinariamente bien engranado, que comienza en las calles de Fez, Marrakech y Casablanca, pasa por academias de élite como la Mohamed VI, atraviesa la Botola profesional y culmina en una selección nacional que ya no sorprende, sino que intimida.

Para conocer el crecimiento y el estado actual del fútbol marroquí, EL ESPAÑOL se puso en contacto con Pablo Franco, entrenador del MAS de Fez, uno de los grandes de la liga marroquí.

Pablo Franco, junto a Aitor van den Brule.

Pablo Franco, junto a Aitor van den Brule.

Pablo es un testigo privilegiado: exanalista del Real Madrid y técnico del Getafe, ha trabajado en academias de máximo nivel en Europa, Asia y ahora en África. Además, comparte esta experiencia exótica junto al también entrenador Uefa Pro Aitor van den Brule, su asistente, quien lleva siendo su mano derecha los últimos años.

La perspectiva de Pablo Franco es única. Puede comparar sistemas, metodologías e infraestructuras desde adentro, y su análisis revela una verdad incómoda para el fútbol europeo: Marruecos no está improvisando, está ejecutando un plan.

El laboratorio de talentos

Si existe un epicentro de la revolución futbolística marroquí, ese es la Academia Mohamed VI. No es una cantera tradicional, sino un concepto completamente diferente al de las academias españolas que muchos conocemos.

"Es una academia que empezó como concepto parecido al de Aspire en Qatar", explica Pablo Franco. "Seleccionan a los mejores jugadores locales y llevan a cabo un programa de alto rendimiento desde edades tempranas. Cuando se detecta el talento, se puede pulir".

Pablo Franco, durante un partido con el MAS de Fez.

Pablo Franco, durante un partido con el MAS de Fez. Cedida

La diferencia fundamental radica en la especialización temprana. En Europa, los chicos entrenan por la tarde mientras van al colegio y compiten el fin de semana. En la Academia Mohamed VI, el futbolista se especializa desde pequeño, las horas de contenido son mayores y el programa es más intenso.

Franco lo vio directamente: "Nosotros vimos jugar en Fez al equipo sub-21, jugadores muy jóvenes de 15 y 16 años contra chicos de 20 y 21 de nuestro filial, y les ganaron claramente".

El sistema está dando frutos visibles. El Mundial sub-20, ganado hace unas semanas, no fue una sorpresa para quienes conocen el funcionamiento de la Academia. Tampoco lo fue la clasificación a semifinales del Mundial sub-17.

Franco lo analiza con claridad: "Se asemeja más a lo que se hizo a nivel de selección española hace 15 o 20 años: apostar por talento, por una idea de juego basada en las características técnicas, tácticas y condicionales de los jugadores, adoptar ese modelo y seguirlo en todas las categorías".

Los futbolistas de Marruecos celebran con la copa su victoria en el Mundial Sub-20.

Los futbolistas de Marruecos celebran con la copa su victoria en el Mundial Sub-20. REUTERS

Lo interesante es que esta Academia no busca fabricar futbolistas europeos, sino marroquíes mejorados. La metodología importa, pero la esencia permanece.

La calle como caldo de cultivo

Las calles de la ciudad también juegan un papel importante. La Academia Mohamed VI no crea el talento de la nada; lo que hace es pulirlo. El talento brota de otro lado, de un lugar que en Europa hemos olvidado casi por completo.

"Se juega mucho al fútbol en la calle, como en Argentina, cosa que en España se está perdiendo", afirma Franco. "Los niños tienen libertad, los padres no tienen la concepción de seguridad que tenemos en España. Los niños bajan con la pelota al patio de casa, a las carreteras, paran si viene un coche, como hacía yo hace 35 años. Eso ya no se ve en España".

Este detalle aparentemente menor es, de hecho, la base de todo. Cuando los niños juegan en la calle sin supervisión constante, desarrollan creatividad, improvisación y técnica natural.

No están practicando ejercicios, están jugando. Y eso genera un tipo de futbolista diferente: más hábil, más creativo, más acostumbrado a resolver problemas en espacios reducidos.

Pero la calle no es solo un laboratorio de habilidades. Es también un transmisor de valores. Franco subraya que "es una sociedad muy familiar, en la que el orgullo por transmitir lo que significa el país está siempre presente".

Los padres marroquíes educan a sus hijos en el amor al fútbol y a la patria simultáneamente. Cuando la selección juega, toda la nación se paraliza. Cuando hay un éxito, las calles se llenan de banderas. Este contexto cultural es inseparable del desarrollo futbolístico.

"El caldo de cultivo de la calle retroalimenta a clubes, luego la academia y la selección nacional. Esa base es muy importante y por eso también se sigue viendo ese futbolista talentoso y hábil. Eso lo da la calle, y en Europa se está perdiendo cada vez más", apunta Pablo Franco.

El orgullo nacional, clave

Ese amor por la camiseta marroquí no se limita solo a los futbolistas formados en el país. Una de las grandes fortalezas de la selección actual es su capacidad para atraer a jugadores con doble nacionalidad que, habiendo crecido en Europa, deciden defender los colores de Marruecos.

Nombres como Hakim Ziyech, Achraf Hakimi, Noussair Mazraoui o Brahim Díaz conforman una lista que crece año tras año. "Muchos marroquíes de cuna pronto emigran a cualquier lugar europeo, pero las raíces siguen. Los padres y abuelos mantienen el vínculo", explica Franco.

Este sentimiento de pertenencia se transmite generacionalmente y funciona como imán para jugadores que, aunque formados en países como Holanda, Francia o España, sienten el llamado de sus orígenes.

"Ese 'gusanillo' lo tienen los jugadores por la educación y lo que viven en casa. Si hay un pequeño éxito o un partido que no sería tan importante en otra sociedad, allí se vive como un gran evento. Todo eso hace crecer las ganas de sentir que algún día pueden formar parte de esa historia y raíces", apunta Pablo Franco.

El caso de Lamine Yamal ilustra precisamente la complejidad de esta situación. Nacido en España de padre marroquí y madre ecuatoguineana, el joven talento del FC Barcelona fue fuertemente cortado por la Federación marroquí. "No creo que lo vean como un traidor, ni mucho menos", aclara Franco.

Lamine Yamal celebra el pase de España a la final de la Euro 2024

Lamine Yamal celebra el pase de España a la final de la Euro 2024 EFE

"Aquí gusta mucho la Liga española, es la más seguida después de la Botola, y Madrid y Barça son los equipos predilectos. Les gustaría tener a los mejores en su selección, pero no hay rencor hacia Lamine", añade.

De hecho, Franco señala que en Marruecos "se ven camisetas del Barça y de Lamine Yamal, pero no es un tema tabú". La afición marroquí entiende que cada jugador tiene derecho a elegir, y aunque les hubiera encantado contar con Lamine, celebran a quienes sí eligen defender al país norteafricano.

"Que Lamine juegue con España es suerte para nosotros", bromea Franco, en referencia a la rivalidad deportiva pero también al respeto mutuo.

Un escalón en ascenso

Una vez que los talentos pasan por la Academia, necesitan un lugar donde crecer profesionalmente. Ese lugar es la Botola, la liga marroquí.

El nivel de la Botola ha crecido exponencialmente. Franco tiene una comparación reveladora: "Un equipo de media tabla en España si jugara con nuestro equipo, el quinto de la liga aquí, nos podrían ganar, pero sería un partido competitivo".

La afición del MAS de Fez, antes de un partido.

Dicho de otra forma: la diferencia no es abismal. "Equipararía Botola al segundo nivel de ligas europeas, tipo Bélgica, Holanda o Portugal, y equipos de aquí competirían bien en esas ligas".

Han fichado jugadores que jugaban en Holanda y Portugal y aquí no son siempre titulares, lo que demuestra el nivel competitivo. La Botola, entonces, no es solo un campeonato local. Es una incubadora que transforma promesas en futbolistas hechos y derechos, listos para competir en Europa y en la selección.

Pablo Franco y Aitor van den Brule.

Pablo Franco y Aitor van den Brule. cedida

Su propio club, el MAS de Fez, es un ejemplo claro de este crecimiento. Actualmente, ocupa la tercera posición en la clasificación con 16 puntos tras 8 jornadas disputadas, compitiendo de tú a tú con los gigantes históricos como el Wydad Casablanca y el AS FAR Rabat.

Gran parte de su rendimiento se está produciendo por las actuaciones de Soufiane Benjdida. El marroquí aterrizó en el club este pasado verano y es el máximo goleador del campeonato con seis dianas.

Fueron campeones de la GNF 2 (Segunda División) en 2020 y desde entonces ha mostrado un crecimiento notable, regresando a la élite del fútbol marroquí y manteniéndose competitivo a nivel nacional.

Mundial 2030, el gran reto

Dentro de cinco años, Marruecos será anfitrión del Mundial 2030, posiblemente compartiendo sedes con España, Portugal y Uruguay. Será el momento de verdad. Franco es realista pero optimista: "Ganar un Mundial es muy difícil, pero creo que en 2030 se darán condiciones para competir bien; ganarlo sería una apuesta arriesgada".

Pablo Franco ofrece una perspectiva valiosa que puede ser clave para Marruecos en la cita mundialista. "El futbolista marroquí es habilidoso, técnico, pero también muy competitivo y aguerrido. Son dos facetas, saben cuándo y cómo desarrollarlas, lo que es una gran virtud".

En Qatar optaron por la competitividad porque se enfrentaban a selecciones superiores. "Si hubieran jugado de tú a tú a España, no se hubieran clasificado. Sin embargo, si ves Marruecos jugar las fases de clasificación de Afcon o Mundial, será un equipo competitivo pero también dominante con el balón, mucho más combinativo y cercano a lo que se ve en Europa".

Los jugadores de Marruecos celebran el pase a la semifinal.

Los jugadores de Marruecos celebran el pase a la semifinal. REUTERS

La belleza del sistema marroquí es su coherencia. No es una mera acumulación de elementos aislados, sino un ecosistema donde todo se alimenta mutuamente.

La calle produce talentos brutos, la Academia los pule, la Botola los profesionaliza y la selección los proyecta al mundo. Cada éxito de la selección inspira a nuevos niños en las calles a soñar. Cada nuevo talento que emerge reafirma la viabilidad del sistema.

Franco lo resume en una frase que podría ser el epitafio de esta transformación: "La calle retroalimenta clubes, academia y Selección".

Marruecos no descubrió nada nuevo, pero ejecutó algo que Europa olvidó: que el fútbol crece desde la base, desde donde los niños juegan sin reglas, donde la pasión precede al entrenamiento, donde la calle sigue siendo la mejor escuela.

El fútbol marroquí ha llegado para quedarse.