Gerry Cardinale, dueño del AC Milan

Gerry Cardinale, dueño del AC Milan ACM

Fútbol

Gerry Cardinale, el banquero que compró el AC Milan para llevar el 'Moneyball' al fútbol y va camino del desastre

Una gestión centrada en datos y eficiencia financiera ha desconectado al club de su identidad histórica y hundido su rendimiento deportivo.

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Gerry Cardinale llegó al AC Milan prometiendo una revolución. En agosto de 2022, su fondo RedBird Capital Partners desembolsó 1.200 millones de euros para hacerse con el club italiano.

El club acababa de conquistar su primer Scudetto en once años. Dos años después, la escena es otra: San Siro grita "Go Home" y la afición exige su marcha.

El proyecto de Cardinale nació con aires de modernización. Inspirado en la estrategia "Moneyball" popularizada en el béisbol estadounidense, el banquero neoyorquino quiso aplicar al fútbol un enfoque basado en algoritmos y análisis estadístico.

Billy Beane, referente del modelo, ocupó un puesto en el consejo directivo del Milan tras contar con el apoyo de Gerry. Pero donde debía haber innovación, la afición vio desconexión.

El primer gran error fue subestimar la figura de Paolo Maldini, leyenda viva del Milan y director técnico que había liderado la reconstrucción deportiva del club.

Bajo su mando llegaron figuras clave como Rafael Leão, Theo Hernández, Mike Maignan y Sandro Tonali, pilares de aquel Scudetto conquistado en 2022.

Maldini había advertido tras el título que, con "dos o tres refuerzos importantes", el equipo podía aspirar a conquistar Europa. RedBird ignoró el mensaje.

El club retrasó su renovación hasta el límite y acabó despidiéndolo en junio de 2023, junto a su mano derecha Ricky Massara. Poco después, vendió a Tonali, símbolo del nuevo Milan, al Newcastle por 50 millones.

Pancartas en San Siro pidiendo el regreso de Paolo Maldini

Pancartas en San Siro pidiendo el regreso de Paolo Maldini Reuters

Del Scudetto al abismo

El rendimiento deportivo se desplomó. En la temporada 2022-23, el Milan no pudo repetir el título y, aunque alcanzó las semifinales de Champions, dejó muchas dudas sobre su rendimiento.

La temporada 2024-25 fue un hundimiento absoluto: octavo en la Serie A, sin billete europeo y 19 puntos por detrás del Napoles campeón. Para un club siete veces campeón de Europa, el golpe fue devastador.

La inestabilidad se adueñó del banquillo. Paulo Fonseca, fichado pese al rechazo de la afición, fue cesado en diciembre. Sergio Conceição tomó el relevo y ganó la Supercopa, un premio menor, pero no logró levantar al equipo ni en liga ni en Champions.

En el 125° aniversario del club, el 0-0 contra el Genoa simbolizó el desánimo. San Siro se vaciaba, la fiesta se convirtió en velatorio.

En contraste, el Inter de Milán, con menos discursos grandilocuentes y más trabajo, ha llegado a la final de Champions League de este año y ha consolidado un modelo de éxito que deja en evidencia a su máximo rival.

Más rentabilidad que identidad

Cardinale no ha ocultado su visión empresarial del deporte. "Ganar es aburrido", dijo en el Qatar Economic Forum en 2024. Para los aficionados del Milan, uno de los equipos más laureados de Europa, esa frase fue una herejía.

El enfoque de RedBird se centró en la sostenibilidad financiera. Apostó por jugadores jóvenes con potencial de revalorización, aplicó modelos de big data al mercado de fichajes y trató al Milan como una pieza más de su cartera.

Incluso trasladó sinergias desde Estados Unidos: firmó acuerdos con YES Network (de los Yankees) para expandir la marca en Nueva York y contrató a Christian Pulisic para captar público estadounidense.

Pero esta estrategia olvidó un detalle crucial: el Milan no es una franquicia, es una institución. Tiene 125 años de historia, millones de seguidores apasionados y una identidad forjada en décadas de gloria.

A las salidas de Tonali, Maignan o Theo Hernández puede unirse pronto la de Tijjani Reijnders, el mejor mediocampista de la Serie A que está en el radar del Manchester City.

Endeudado y sin rumbo

La situación financiera, aunque aparentemente controlada, encierra riesgos. RedBird pagó 1.200 millones por el club, pero 550 millones fueron prestados por el propio vendedor, Elliott Management, con un interés del 8%.

A día de hoy, Cardinale aún debe 489 millones. Si no los paga antes de 2028, Elliott recuperará el control sin apenas haber asumido riesgos.

El estadio, pilar central del proyecto, tampoco avanza. Cardinale invirtió 40 millones en terrenos para construir una nueva sede fuera de Milán, pero la burocracia mantiene todo paralizado.

Mientras tanto, San Siro se deteriora y el club sigue sin el activo estratégico que prometía marcar la diferencia.

Los fanáticos de Curva Sud del AC Milan organizan una protesta dentro del estadio durante el partido para expresar su descontento con el propietario Gerry Cardinale

Los fanáticos de Curva Sud del AC Milan organizan una protesta dentro del estadio durante el partido para expresar su descontento con el propietario Gerry Cardinale Reuters

Afición, en guerra

La desconexión con la afición tocó fondo el pasado sábado. Antes del partido contra el Monza, miles de seguidores se manifestaron en la sede del club pidiendo la marcha de Cardinale y el regreso de Maldini.

En San Siro, la Curva Sud formó las palabras "Go Home" y abandonó su sector al minuto quince. El Milan ganó 2-0, pero nadie celebró. El club terminó octavo, con la plantilla desvalorizada, sin Europa y con su proyecto tambaleándose.

"Entre nuestros hinchas hay decepción, pesar, rabia y frustración", dijo Giorgio Furlani, CEO del Milan, antes del partido.

Cardinale se ha inspirado abiertamente en el caso del Liverpool de Fenway Sports Group, que también aplicó políticas de análisis de datos para resucitar al club inglés.

RedBird incluso compró un 10% de FSG y compartió inversiones con LeBron James o The Rock en el ámbito deportivo. Pero lo que funcionó en Anfield no ha funcionado en San Siro.

La diferencia clave es el equilibrio. En Liverpool, el uso de datos se combinó con respeto por la cultura del club, una planificación deportiva coherente y figuras de referencia en el vestuario.

En Milán, la obsesión por la eficiencia se impuso al sentido común y la pasión.

Gerry Cardinale, celebra como un aficionado más el Scudetto de 2022

Gerry Cardinale, celebra como un aficionado más el Scudetto de 2022

Futuro incierto

El proyecto de Cardinale, que aspiraba a modernizar el Milan y devolverlo a la élite, ha fracasado estrepitosamente, al menos por ahora.

El club, lejos de progresar, ha retrocedido en lo deportivo, ha perdido referentes, ha dilapidado la conexión emocional con la grada y afronta un futuro incierto, con deuda pendiente y activos clave en fuga.

La fotografía del Duomo, con Cardinale celebrando el Scudetto, ha quedado como el retrato de una oportunidad perdida. El Milan que ilusionó al mundo ya no existe. En su lugar hay una estructura empresarial a la que acusan de no tener alma.