Antonio Rodríguez, de la sección de bricolaje a los Juegos Mediterráneos

Antonio Rodríguez, de la sección de bricolaje a los Juegos Mediterráneos

Deportes Tarragona 2018

Antonio Rodríguez, de la sección de bricolaje a los Juegos Mediterráneos

El luchador murciano se retiró a los 22 años y ha vuelto tras proclamarse campeón de España. Compagina su actividad deportiva con su trabajo en El Corte Inglés y sus estudios de Derecho. 

20 junio, 2018 01:33

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Antonio Rodríguez (Murcia, 1992), a sus 22 años, había sido campeón júnior de lucha. Lo tenía, en teoría, todo a su favor. Pero entonces lo dejó. Cinco horas y media entrenando en el CAR (Centro de Alto Rendimiento), universidad, estudios, transportes… demasiadas cosas. Ni tenía tiempo ni podía. “Vas bajando poco a poco el nivel, te coinciden campeonatos y exámenes, tienes que pagar gasolina, ir y volver todos los días… y te preguntas en qué quieres invertir tu futuro. En aquel momento, yo pensé que lo más importante era estudiar”. Y ahí podría haber acabado su carrera. Punto y final. Adiós a una de las promesas de la lucha.


Sin embargo, un campeonato de España en su ciudad lo cambió todo. “La gente estaba entrenando en Murcia y no necesitaba perder tiempo en trasladarme y volví a entrenar”. Se preparó, llegó y besó el Santo. Se proclamó campeón en la categoría sénior. No creía que pudiera alzarse con el triunfo, pero ocurrió. “Yo, simplemente, quería llegar y hacerlo lo mejor posible”. Pero entonces le dijeron que si se esforzaba podía llegar a ir a los Juegos del Mediterráneo. Y ese fue el punto de inflexión. Entre leyes –estudia derecho– y jornadas en la sección de bricolaje de El Corte Inglés, ha apurado los días para estar en la inauguración de los Juegos de Tarragona el próximo día 22.


Antes, ha tenido que encadenar largas jornadas de entrenamiento, trabajo y estudio, con 15 minutos para comer y compañeros solidarios que le ayudan en la universidad. “Menos mal”, suspira. “Al final, acabas muy cansado”. ¿Y los fines de semana? Más de lo mismo. Poco salir y mucho descansar. “Ver un ratito a los amigos y ya está”. Esa es su vida, una acumulación de tareas que difícilmente encuentran remansos de ocio. Lo que lo llevó a dejar la lucha y lo que lo ha llevado a volver ahora. Quizás, recuperando un sueño de infancia: ir a unos Juegos Olímpicos, los de Tokio, que no se atisban tan lejanos –aunque sí complicados–.

Antonio Rodríguez, durante la pelea.

Antonio Rodríguez, durante la pelea.


Antonio, de momento, se conforma con ir a los Juegos del Mediterráneo, paso a paso, algo que nunca se imaginó cuando empezó a hacer deporte de pequeñito. Entonces, llegó a la lucha por casualidad. “Jugaba al fútbol 7 de defensa porque mis compañeros estaban apuntados”. Pero su hermana y su cuñado hacían lucha. Y su profesor de Educación Física era entrenador. Total, que él entró en el gimnasio, probó y ya no quiso dar un paso atrás.


A los 13 años, compitió en un torneo internacional en Cataluña. “Y quedé segundo”. A los 14, fue tercero en el campeonato de España y entonces lo becaron para ir al CAR. Allí, llegó con 16 años. “Compaginé el bachillerato con la lucha y entré en el equipo nacional cadete”. Después, lo haría en el absoluto, y todo se seguiría complicando. “Había cada vez más competiciones y menos vacaciones”. Entonces, al entrar en la universidad es cuando abandonó. Era, definitivamente, demasiado.


Durante este trayecto, además, empezó a trabajar. “Me hicieron una entrevista y me dijeron que iba a ir a la sección de deportes de El Corte Inglés”. Pero, finalmente, acabó en bricolaje. “Me hacía falta dinero y lo cogí”. Y ahí sigue. Trabajando, estudiando y explicando por qué hace lucha. “Me han dicho de todo, que si era pressing catch, que si te pegas, que si se parece al judo… pero no hay ningún tipo de golpe”, explica.


Ahora, tendrá la oportunidad de explicarlo optando a una medalla en los Juegos del Mediterráneo. Sin que la lucha le haya servido para ligar. “Supongo que depende del luchador, hay gente fuerte y que tiene un físico tremendo, pero yo con lo tímido que soy”, bromea. Pero, al menos, sí le puede reportar una medalla a corto plazo. Esa es su aspiración. Sin lanzar campanas al vuelo, pero con la esperanza de hacer algo grande. Y luego, quién sabe. Quizás siga o puede que no. Tokio aparece al fondo. Soñar es gratis. Y a él, cinéfilo empedernido y amante de las películas del espacio (Star Wars, Alien…), no le van a quitar las ganas. Eso seguro. Luego ya se verá. 

Antonio Rodríguez, durante la pelea.

Antonio Rodríguez, durante la pelea.