Tom Wolfe en primer plano.

Tom Wolfe en primer plano. Efe

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Diccionario para ser un Tom Wolfe (y no Gay Talese)

15 mayo, 2018 21:22

Calle

Es el mejor consejo que te dará nadie y que Tom Wolfe lanzaba en cuanto podía. Sal a la calle, abandona el edificio. Ahí están las escenas, las situaciones que hacen de la vida algo verdadero. El primero en hacerlo fue Jimmy Breslin, en el Herald Tribune, en 1963: saldría a buscar la historia y a contarla en su columna. El resto de reporteros estaban sin material humano y buscaban en libros, y programas de televisión. Así que estaba fuera de la redacción todo el día y regresaba a las cuatro para ponerse a escribir.

Camaleón

Una vez lo criticaron con ese calificativo. “Camaleón”. Lo usaban como insulto y Wolfe lo tomó como un cumplido, porque de eso se trataba precisamente. “A veces utilicé el punto de vista tal y como los escritores de ficción lo entienden, entrando directamente en la mente de un personaje, experimentando el mundo a través de su sistema nervioso central”. Lo hizo en el reportaje sobre Phil Spector (el quinto Beatle). Una revista fue a preguntarle a Spector por ese arranque y les contestó que era bastante preciso. Se movía lejos de los límites convencionales del periodismo y no sólo en términos técnicos.

Currar

En el Herald Tribune tuvo que cubrir durante dos días a la semana labores de redacción y los otros tres, trabajar para tener un reportaje semanal de 1.500 palabras, para el suplemento New York. Pronto tuvieron que darle más espacio y aumentarle la extensión a 3.000, 4.000… 6.000 palabras. Entretanto, seguía publicando en Esquire sus enfoques más locos, como Las Vegas!!!! En nueve meses publicó tres piezas largas para la revista y veinte para el periódico (más lo que curraba para el día a día del periódico). “La idea de un día libre perdió todo significado”, contó Wolfe. “Nunca sentí la más mínima vacilación sobre probar cualquier manera de atrapar al lector unos segundos más. Los suplementos dominicales no eran lugar para almas tímidas”.

Epíteto

Color, color y más color. Pero sin renunciar a lo sustantivo. No confundir con el coloreado gratuito de las informaciones, ni con el todo vale. El adjetivo participa, no sustituye. En 1963, Wolfe hizo su entrada en ese mundo que abrió Breslin, con el artículo con el titular más loco del periodismo: There Goes (Varoom! Varoom!) That Kandy-Kolored (Thphhhhhh!) Tangerine-Flake Streamline Baby (Rahghhh!) Around the Bend (Brummmmmmmmmmmmmmmmm) . . . . . . En Esquire. Había mezclado todo lo que se le vino a la cabeza, de una manera tosca y a ráfagas. Era la demostración de que todavía se podía hacer algo “nuevo” en el periodismo. Lo que más le interesó fue descubrir que era posible utilizar “cualquier recurso literario”… “para excitar al lector tanto intelectual como emocionalmente”.

Elegancia

Era su vicio, al que más propensión le tenía, la ropa hecha a medida. Traicionaba sus maneras en el vestir con sus modos en la escritura. Cualquier cosa vale para evitar aparecer como el narrador tradicional de no ficción: frío, “como un locutor de radio en un partido de tenis”, tranquilo y cultivado. No. Esa voz debía morir y, en parte, se sirvió de las onomatopeyas para acabar con ella. Dispuso una voz sin filtros y espontánea, que conservaba los acentos. Y acabó con ese fondo neutro, de papel de pared color beige pálido. Los lectores encontraron reportajes que les sacaban de sus casillas, que libran del aburrimiento e interpelan. La voz que encontró no cuestionaba la objetividad, ni primaba la subjetividad. “Es una cuestión de personalidad, energía, impulso y bravura”. Mató el zumbido del locutor, para crear un grito elegante. La historia sobre Junior Johnson, un corredor de stock cars, es un claro ejemplo.

Primer plano

Entra en la escena con todo lo que está fuera de cámara para retratar a los personajes, con atención a los detalles más nimios, con la destreza de un novelista. ¿Suda, tiene anillos, camisa arrugada? Wolfe reclama fijarse en lo que damos por hecho, en lo que está “ahí” y no vemos. Es la parte crucial del relato, lo que no se ignora pero no se comprende. El primer plano no es un invento del Nuevo Periodismo, pero sí una adaptación leída en Balzac, Dostoievski o Tolstoi. Como dice Szymborska, sólo de lejos todas las personas parecen iguales, por eso un escritor tiene que observar de cerca.

Puntuación

Descubrió que cosas como los signos de exclamación, cursivas y cambios abruptos (guiones) ayudaban a “dar la ilusión no sólo de que una persona hablaba, sino también de que una persona pensaba”. Por eso “solía disfrutar usando puntos donde menos se esperaban, no al final de una oración, sino en el medio”. Es el gesto que más llama la atención sobre su estilo, el uso de puntos, guiones, signos de exclamación, cursiva, interjecciones, gritos, onomatopeyas, pleonasmos, el uso del presente histórico… sacó del cajón todos los signos de puntuación latentes y se divirtió.

Tiempo

Lo nuevo requiere tiempo. No entiende de urgencias. No es churrería fina, es más ambicioso, más intenso, más detallado, más informado, más contrastado. “Consumía más tiempo que cualquier cosa a la que estuvieran acostumbrados los periodistas o reporteros de revistas, incluidos los reporteros de investigación”, aseguraba Wolfe. Quedaba con las personas sobre las que escribía durante días, “semanas en algunos casos”. Tenía que estar allí para observar las escenas, escuchar el diálogo y los gestos. Los detalles abarcaban cualquier dimensión para descifrar la vida emocional de los personajes. “La idea era dar una descripción objetiva completa”. No era impresionismo, era profundidad.