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    Los requetés del Tercio San Miguel aproximándose a San Sebastián por Ayete. Septiembre de 1936

    Sus nombres no son tan conocidos como los de Robert Capa, Gerda Taro o Agustí Centelles, pero las imágenes tomadas por estos siete fotógrafos carlistas —Sebastián Taberna, Nicolás Ardanaz, Martín Gastañazatorre, José González de Heredia, Julio Guelbenzu, Germán Raguán y Lola Baleztena—, la mayoría de las cuales han permanecido inéditas hasta ahora, sirven para comprender mejor cómo fue la vida durante la Guerra Civil en las zonas que apoyaron a Franco. Lejos de ser un mero mecanismo de la propaganda nacional, las instantáneas pueden leerse como una mezcla de costumbrismo y la tensión de las campañas militares.

    Germán Raguán
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    Soldados apuntan al horizonte con fusiles y una ametralladora MG 13 de fabricación alemana

    Estos fotógrafos no fueron reporteros de guerra al uso, no eran profesionales que deambulaban durante unos días por las trincheras para regresar a la tranquilidad de la retaguardia cuando hubieran obtenido la instantánea deseada. Los protagonistas del libro son combatientes del bando sublevado convertidos en fotógrafos ocasionales, integrantes de forma activa del bando franquista. Con sus medios limitados, trataron de dejar constancia visual, bien para sí mismo o para su círculo más próximo, de las vivencias y acontecimientos excepcionales que presenciaron.

    El Cojo de Hermua
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    Tropas nacionales junto a un avión 'Natacha' del Ejército republicano derribado en Castellón

    "Sus fotografías transpiran sentimientos y mensajes propios de la psicología del combatiente, a veces contrapuestos: soledad, privaciones, añoranza y sufrimiento, unas; diversión, vitalidad juvenil, idealismo y entusiasmo, otras", explican Pablo Larraz y Víctor Sierra-Sesúmaga, los autores de 'La cámara en el macuto'. "Conceptos solo capaces de mostrarse de forma espontánea, sin rubor y cuando el que está al otro lado del objetivo de una cámara es alguien con quien comparte vivencias y destino en la misma trinchera".

    Martín Gastañazatorre
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    Voluntarios del Tercio del Rey observando la acción de la artillería sobre Sigüenza

    Las imágenes tomadas durante situaciones de combate desprenden realismo, fuerza, instantes cargados de intensidad, emoción y riesgo, en las que sus protagonistas, los soldados, se muestran totalmente ajenos a la cercanía del objetivo de las cámaras.

    Nicolás Ardanaz
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    Tabor de Regulares abriendo fuego en el frente de la sierra de Espadán

    La guerra es muerte, pero estas imágenes huyen, en cierta medida, de los cadáveres de los enemigos, los republicanos. Es esto, según los autores del libro, señal de respeto y duelo, del miedo a acabar de la misma forma, inerte, al día siguiente. "Tampoco en sus fotografías los prisioneros aparecerán retratados como curiosidades o trofeos que mostrar en la propaganda: sus rostros sobrios, temerosos y exhaustos, encarnan la imagen misma de la derrota".

    Martín Gastañazatorre
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    Escuadrilla de biplanos Heinkel He-45, de fabricación alemana empleados en labores de reconocimiento y bombardeo, sobrevolando Vitoria

    Algunos de estos fotógrafos carlistas fueron capaces de inmiscuirse en el mismo corazón del conflicto. Como vemos en esta imagen, de Nicolás Ardanaz, también fueron capaces de subirse a aviones que los nazis habían enviado a Franco durante maniobras de ataque. 

    Nicolás Ardanaz
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    Torre de la catedral de Teruel emergiendo entre las ruinas tras los combates de marzo de 1938

    La Guerra Civil propagó la destrucción por prácticamente todos los rincones del territorio español. Pero algunas ciudades fueron el escenario de sangrientos y durísimos combates, como Teruel. Allí, con temperaturas que llegaron a los 20 grados bajo cero, se desarrolló una de las batalles clave de la contienda entre diciembre de 1937 y febrero de 1938. Los republicanos querían demostrar que también sabían atacar. Mientras que Franco se empeñó en conservar el dominio de la localidad aragonesa como muestra de imbatibilidad.

    Nicolás Ardanaz
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    Absolución tras las confesiones y misa de los requetés del Tercio de Borgoña en el fente de Cataluña

    La vida en el frente y las trincheras transcurría entre el retumbar de los obuses y compañeros caídos. En el bando nacional, la esperanza pervivía agarrándose a la fe y a las prácticas religiosas. Misas de campaña y liturgias, momentos de oración en la intimidad, guardias junto a cruceros, retratos de voluntarios besando estampitas... Todas esas escenas fueron habituales durante la contienda en las unidades de combatientes carlistas.

    Martín Gastañazatorre
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    Requetés despiojando la ropa

    El interés fotográfico de estos reporteros no se centró en los momentos de mayor tensión, en los disparos desde las trincheras o en los cuerpos sin vida de los enemigos, sino más bien en escenas cotidianas, alejadas de la primera línea de fuego, como juegos y bailes en fiestas improvisadas o los momentos de aseo de los militares. 

    El Cojo de Hermua
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    Soldados requetés lidian una vaca en un descanso en los combates del Frente de Vizcaya. Agosto de 1937

    Además de inmortalizar momentos de alegría y festejos en medio de la contienda, muchas de estas fotografías adquirieron una gran trascendencia al tratarse, en muchas ocasiones, de la última imagen con vida de alguno de sus protagonistas. "En determinados ambientes y entornos rurales, la fotografía suponía el único vestigio tangible de una existencia, medio casi exclusivo para evocar un rostro desaparecido y tratar de mantenerlo fresco en el recuerdo", reflexionan los autores de 'La cámara en el macuto'.

    El Cojo de Hermua
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    Soldado con la máscara de gas colocada en el frente de Somosierra, Madrid

    Como fotógrafos aficionados, Taberna y compañía tuvieron que enfrentarse a varios problemas logísticos, como las dificultades para adquirir las películas fotográficas o para revelar las capturas. La mayoría de ellos optó por enviar los rollos a la retaguardia, pero otros, como el propio Taberna, fueron capaces de realizar sus propios revelados en el mismo frente de batalla, bajo las explosiones de los obuses y el traqueteo de las ametralladoras.

    Nicolás Ardanaz
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    Soldados en el hospital Alfonso Carlos permanecen encamados tras resultar heridos en el frente de batalla

    El libro recoge más de 900 imágenes que se acompañan de fragmentos de cartas y diarios de guerra para construir un relato completo de los sentimientos experimentados por los combatientes durante la contienda; una visión de la guerra fratricida desde sus entrañas.

    Nicolás Ardanaz
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    Enfermeras tendiendo vendas lavadas en la terraza del Hospital Alfonso Carlos. La escasez de material sanitario obligaba a reutilizar el material

    ¿Pero por qué han tardado tanto tiempo en salir a la luz? Responden los autores de la obra: "El bando sublevado prestó menos atención a sus fotógrafos más brillantes y creativos —al menos en su producción más independiente— y, cuando lo hizo, el recorrido de sus revistas gráficas fue mucho menor".

    Nicolás Ardanaz
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    Requetés del Tercio de Montejurra en Placencia de Armas, Guipúzcoa

    "Una causa sin imágenes no es solo una causa olvida, sino también una causa perdida", decía Robert Capa. El bando republicano salió derrotado de la contienda, pero se impuso en la batalla del relato de las imágenes. Como vemos, las imágenes del otro bando aún salen a la luz más de 80 años después de la finalización del conflicto. La Guerra Civil fue el laboratorio de experimentos del fotoperiodismo bélico, el embrión de esas historias visuales para generar sentimientos de empatía en cualquier esquina del mundo.

    Julio Guelbenzu
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    Nicolás Ardanaz en Navafría, agosto de 1936

    La Leica alemana fue la cámara que revolucionó la fotografía. Su calidad era claramente superior al resto de aparatos de la época, pero además era pequeña, robusta y liviana, fácil de manejar, con una película de 35mm que permitía 36 disparos sin recargar, y posibilitaba al reportero moverse por el campo de acción sin impedimentos. A la Leica no se le resistían ni la expresividad de los planos cortos ni el dinamismo de acciones en movimiento.

    Sebastián Taberna
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    Barricada defensiva de la 7.ª compañía Requeté de Álava cortando la subida al puerto de la Barrenilla

    La gran mayoría de estas imágenes han permanecido ocultas desde el término de la Guerra Civil en archivos y álbumes familiares. Como dice el hispanista Stanley G. Payne en el prólogo del libro, "no fueron profesionales, aunque tampoco meros aficionados en el sentido más limitado, porque tenían un cierto nivel de preparación y pericia técnica. Su calidad fotográfica es notable". Y su trabajo nos ofrece una nueva perspectiva de la contienda que dividió España.

    El Cojo de Hermua