Mujeres republicanas en trinchera durante la Guerra Civil.

Mujeres republicanas en trinchera durante la Guerra Civil. Keystone/Getty Images

Cultura Memoria histórica

Carmena busca 'cazafranquistas'

Los historiadores se rebelan y piden "tiempo, consenso y rigor" contra las urgencias de la política. 

12 febrero, 2016 02:50

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Carpetazo a la Memoria Histórica. Tras la publicación en el diario El País de una supuesta lista de casi 300 nombres a expurgar de las calles de Madrid y las críticas de Manuela Carmena contra la cátedra de Memoria Histórica del siglo XX de la Universidad Complutense, el grupo de investigadores pone punto final a una relación condenada al fracaso: políticos e historiadores. Los expertos abandonan a Manuela Carmena por “precipitación” y falta de transparencia. Las recomendaciones del último Premio Nacional de Historia, Roberto Fernández, vuelven hoy a retumbar: el único interés del historiador es poner la Historia al servicio de la ciudadanía y mantenerse al margen de los intereses partidistas que la desvirtúan.

La reparación del pasado ha vuelto a arrojarse con intereses ajenos al rigor científico que reclaman los expertos: “Tiempo, consenso y rigor”

La política ha vuelto a utilizar la Historia y ésta se ha roto de nuevo. El callejero de Madrid aspiraba a ser el laboratorio en el que aplicar la fórmula de la norma que debe restaurar la presencia de hitos contrarios a la conciencia antidemocrática. Sin embargo, el consenso histórico para aplicar la Ley de Memoria Histórica ha dado paso al enfrentamiento político entre los partidos que aspiran a quedarse con el trono de la capital y que negocian el gobierno del país.

La reparación del pasado ha vuelto a arrojarse con intereses ajenos al rigor científico que reclaman los expertos: “Tiempo, consenso y rigor”, son las claves para realizar un trabajo historiográfico a la altura de un material tan sensible como la Historia del presente. Son tres términos imprescindibles para Javier Moreno Luzón, catedrático de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales y Políticos de la Universidad Complutense.

Soldados de la quinta división a las puertas de Navarra.

Soldados de la quinta división a las puertas de Navarra. Three Lions/Getty Images

“Se trata de un asunto muy delicado y complejo que no puede resolverse con una batalla entre buenos y malos. Los planteamientos maniqueos son un error”, cuenta Moreno. Explica que se debe hacer cumplir la Ley revisando caso por caso, tomándose el tiempo que sea necesario para resolver la cuenta pendiente. “Eliminando los elementos injustificables como los homenajes a personajes e instituciones de la represión franquista”. El mayor peligro en la tarea: la improvisación.

Consenso o nada

La Historia se escribe con consenso, es el único método del historiador. En España hay notables ejemplos de obras subvencionadas a costa pública, que fueron levantadas con nocturnidad y todavía aguardan correcciones. “Jamás se evitará la polémica ante casos de Historia viva y el franquismo lo está todavía”, habla Emilio La Parra, catedrático de la Universidad de Alicante y autor de La libertad de prensa en las Cortes de Cádiz. El investigador del siglo XIX cree que el debate entre las distintas visiones no cesará nunca, que es susceptible a interpretación. “No podemos lograr una Historia de España consensuada, como no lo hará ningún otro país, pero se debe aspirar a ello”, asegura.

La revisión de las señas del pasado menos democrático que el Ayuntamiento de Madrid ha puesto en marcha ha chocado con la urgencia política con la que el consistorio ha actuado. Tanto en la retirada de monumentos en terreno BIC -sin informar a la Comunidad de Madrid-, como en la presentación a los medios de la lista inicial del equipo de la cátedra de Memoria Histórica, “a falta de una valoración”. Las prisas incorporaron errores como atribuir al comandante Zorita el bombardeo de Guernica.

Se necesitan políticas que apunten a sumar, no a restar o imponer

Sin embargo, la cátedra también ha recibido el mismo correctivo que ha aplicado al consistorio. El historiador y miembro del cátedra José M. Faraldo mandó una carta a la dirección del grupo para anunciar su renuncia por el desacuerdo con la labor que lleva a cabo: “Ha servido para el recuerdo de las víctimas, pero no para el estudio científico de la memoria”. El incendio se extiende a todas las partes.

En la carta a la que pudo tener acceso este periódico les acusa de sectarismo: “Soy antifascista desde que recuerdo, pero como investigador sé perfectamente que el consenso antifascista en una sociedad sólo se puede crear, lógicamente, construyendo consenso. Se necesitan políticas que apunten a sumar, no a restar o imponer”.

Libre de política

José Luis Ledesma, profesor en el Departamento de Historia del pensamiento y de los Movimientos sociales y políticos en la Complutense, cuenta que la guerra se libra entre políticos, y entre políticos e historiadores. “No se puede poner la Historia al servicio político. Se debe aspirar al criterio más plural con historiadores de todos los perfiles políticos, y sin olvidarse de las masacres republicanas”, cuenta a este periódico. Lamenta la actuación “sectaria” del Ayuntamiento por haberle dado motivos a la parte más conservadora, y menos dispuesta a la reparación, para presionar contra el proceso.

Un miliciano y una vecina, en Extremadura, durante la Guerra Civil.

Un miliciano y una vecina, en Extremadura, durante la Guerra Civil. Keystone/Getty Images

“Es una estrategia de largo plazo y está en juego la representación del pasado”, subraya Ledesma. De no actuar, avisa, las calles cambiarán con cada legislatura, como le sucede a la Ley de Educación. “Es algo tan sensible que hay que ir con pies de plomo”. Por eso recomienda incluir en la depuración las atrocidades de las dos partes.

Actuar incluyendo, no excluyendo. Es su recomendación. Para Ledesma el Ayuntamiento y la cátedra no han sido ecuánimes del todo. También advierta que toda esta polvareda política no puede servir para olvidar la Memoria Histórica. No se puede abandonar, ni acelerar. “Es la representación de nuestro pasado, la representación de nuestra sociedad, lo que queremos que sea parte de nosotros y lo que no”.

No se trata de retirar las calles de todos aquellos que alabaron a la dictadura, no puede ser una caza de brujas

Los historiadores no están dispuestos a realizar una caza de brujas. Abogan por la calma y la prudencia. No son “cazafranquistas”, como explica uno de los profesores. “El consenso no tendría por qué ser imposible. A fin de cuentas, todas las fuerzas del Gobierno y del Ayuntamiento son fuerzas democráticas y contrarias a la dictadura”, cuenta Moreno Luzón. “No se trata de retirar las calles de todos aquellos que alabaron a la dictadura, no puede ser una caza de brujas. Historiadores con diferentes visiones deben eliminar los homenajes. Pero no podemos dejar morir el tema y debemos evitar las improvisaciones”, añade.

La prudencia, el criterio

Francisco Carantoña, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de León, pide prudencia a la hora de intervenir sobre el callejero. La experiencia del Ayuntamiento de Madrid indica que “hay que ir con más cuidado”. “No podemos convertir el cambio de callejero en algo habitual del cambio político”, señala. Por eso la relación entre el historiador y el político siempre es difícil, cuenta, a pesar de que tenía puesta la confianza en el actual equipo de gobierno de la ciudad de Madrid.

“Debería haber sido una relación distinta. Sin embargo, ha precipitado el plan. Podría haber sido mucho más prudente”. A él también le han pedido asesorías en el Ayuntamiento de León y elaboró informes para que la política actuara. “El historiador debe ser un mero asesor. Sin compromiso. Hace un informe y ya, porque la decisión debe ser política”, añade.

El historiador no debe darle consejos al político, porque éste puede manipular al historiador

Para La Parra es imprescindible diferenciar entre homenaje e información histórica. “Que se elimine una estatua de Franco, correcto. Tumbar el homenaje pero respetar las placas para conservar la memoria de los acontecimientos”, indica. Es parte de nuestro pasado y debemos recordarlo, no honrarlo. Porque a pesar de que “el ruido mediático sea muy acusado, no debe impedir que se imponga la racionalidad y la ley”. Una última recomendación de La Parra: “El historiador no debe darle consejos al político, porque éste puede manipular al historiador”. La patria del historiador es la verdad, pero ¿y la del político?