A pesar de no ser eficaces, el uso de antibióticos frente al resfriado es habitual.

A pesar de no ser eficaces, el uso de antibióticos frente al resfriado es habitual.

Salud

España encalla en la lucha contra la resistencia bacteriana: uno de cada 4 sigue tomando antibióticos para el resfriado

Entre 2015 y 2023, el consumo de antibióticos en España cayó un 14% pero sigue habiendo margen de mejora.

Más información: La resistencia a los antibióticos matará a más de 39 millones de personas en los próximos 25 años

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En plena ola de virus respiratorios invernales, conviene recordarlo. Los resfriados comunes no se curan con antibióticos: estos se dirigen a bacterias, no a los virus. A la gripe, la covid o el virus respiratorio sincitial no le hacen nada los antibióticos.

A pesar de ello, uno de cada cuatro adultos sigue tomando antibióticos para tratarse el resfriado, según los datos manejados por la Base de Datos Cínicos de Atención Primaria, que gestiona el Ministerio de Sanidad.

El 24,9% de los mayores de 15 años que han acudido al médico para tratarse un resfriado común retiró una dispensación de antibióticos en los 10 días siguientes.

Dividido por sexos, fueron el 24% de los hombres frente al 25,5% de las mujeres. En niños menores de 14 años, el porcentaje fue mucho menor: 11,8% para ambos sexos.

Rafael Cantón, portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC), señala que estos datos son claramente "excesivos".

Este consumo excesivo no es baladí. "Genera presión selectiva sobre las bacterias y puede acabar creando resistencias a los mismos antibióticos", apunta.

Estos fármacos han supuesto un antes y un después en la medicina, salvando las vidas de millones de personas.

Este éxito tiene una cara B, sin embargo: con el paso de las décadas, han proliferado cepas bacterianas resistentes a estos fármacos.

No hay nada malo en consumir antibióticos. Lo malo es hacerlo cuando no son necesarios, pues aumenta el riesgo de esa presión selectiva sin aportar beneficios terapéuticos.

De hecho, hay algunos que ya han perdido su eficacia. "En bacterias gram-negativas e infecciones urinarias, las penicilinas por sí solas ya no funcionan bien", apunta Cantón, que es jefe de Microbiología del Hospital Ramón y Cajal de Madrid.

En ciertas indicaciones, la amoxicilina y las quinolonas (otros antibióticos de amplio uso) también han visto reducida su eficacia.

Se calcula que las bacterias resistentes a antibióticos causan 35.000 muertes al año en Europa y generan un gasto sanitario de 1.500 millones de euros.

Por eso, hace una década se puso en marcha en España el Plan Nacional de Resistencia a Antibióticos. Entre 2015 y 2023, el consumo ha caído un 14%, si bien lleva creciendo desde 2020, cuando alcanzó su punto más bajo por las restricciones de la pandemia.

La mayor parte de las prescripciones de antibióticos se dan en atención primaria y en la sanidad privada.

De las 24,2 dosis diarias por 1.000 habitantes que se calculan para 2023, 16,1 pertenecen a receta oficial del sistema nacional de salud, 6,5 a receta privada y solo 1,5 a uso hospitalario.

Prescripción de complacencia

Es en este último ámbito donde las resistencias causan más estragos, pero también donde el uso está más restringido. En primaria queda un amplio margen.

"Existen hojas de rutas para la prescripción antibiótica, pero a lo mejor subyace la presión que pueden ejercer los propios pacientes para que se los receten", aventura Cantón. Es la llamada "prescripción de complacencia".

Los datos de los resfriados no son los únicos que le llaman la atención de los extraídos de la Base de Datos Clínicos de Atención Primaria.

"Un 70% de uso en infecciones urinarias es normal, pero en faringoamigdalitis aguda es quizá un poco alto", sostiene. "Hay pruebas rápidas de detección de patógenos que pueden guiar estos tratamientos".

Pero lo que más le sorprende es que solo en el 20% de las ocasiones se utilizan los fármacos priorizados por las guías clínicas.

"Este dato es muy mejorable", lamenta. "Es posible que, por costumbre o por conocer mejor su perfil de seguridad, se prescriban unos antibióticos frente a otros, como las quinolonas, que se utilizan en demasía".

Con todo, el experto advierte que los resultados obtenidos cruzando los datos de diagnósticos y dispensaciones tienen sus limitaciones.

"Se identifican códigos asociados a infecciones y se mira si esos pacientes han retirado medicación antibiótica en los 10 días siguientes, que es un periodo amplio. Pero son datos y tienen su interés".

Entre otras cosas, porque servirán para mejorar la prescripción. "Pero hay que generar datos más locales, que orienten la formación a los prescriptores y se puedan mejorar las resistencias a antibióticos".