Marina, la joven de 22 años que superó su leucemia por la donación de 400 personas: Me han salvado la vida

Marina, la joven de 22 años que superó su leucemia por la donación de 400 personas: "Me han salvado la vida" Sara Fernández

Salud

Marina, la joven de 22 años que superó su leucemia por la donación de 400 personas: "Me han salvado la vida"

Su hematólogo, Carlos de Miguel, lamenta que la población no sea del todo consciente de que sin estas transfusiones, sería imposible curar a nadie.

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"Todavía a día de hoy pienso qué hubiera pasado si no me hubiera hecho aquella analítica", se pregunta Marina Díaz, de 22 años, sin realmente saber si quiere conocer la respuesta.

Esta joven madrileña era "una chica muy activa": deportista federada, entrenaba tres veces por semana y "con una resistencia física alta". Pese a su estilo de vida y su pronta edad, su vida cambió por completo en 2022.

Javier, su padre, comenzó a notarla con un tono de piel más pálido del habitual. Ella, que por aquel entonces "no le temía a los médicos", decidió hacerse una prueba de la que esperaba escuchar "asma" o "soplo cardíaco".

Marina Díaz pasea junto con su hematólogo, Carlos de Miguel, por los pasillos del Hospital Puerta de Hierro.

Marina Díaz pasea junto con su hematólogo, Carlos de Miguel, por los pasillos del Hospital Puerta de Hierro. Sara Fernández

Confiaba tanto en que no iba a ser tan grave que, en la tarde de aquel aciago día, se preparó para irse a entrenar. No terminó de hacerlo cuando la llamaron urgentemente del hospital para que acudiera.

Sin ponerla en contexto ni avisarla de ninguna manera, nada más llegar le dieron la noticia: "Tenía leucemia. Ahí es cuando dices '¿y ahora qué hago?'".

Pasó la noche ingresada porque los niveles de plaquetas y hemoglobina ya eran anormalmente bajos, no sin antes recibir una innumerable cantidad de datos que le pusieron la cabeza "a 100".

Ahora tiene tal dominio que solo se la distingue por los pasillos del Hospital Puerta de Hierro porque es la que no lleva bata. Pese a que no recibió el diagnóstico en este centro, trasladarse a él fue "la mejor decisión" que tomó.

Una recaída al año

La duda a resolver desde el principio es si el paciente necesita (o no) un trasplante de médula ósea como parte del tratamiento. Para Marina fue necesario y valioso: logró entrar en remisión, con la enfermedad prácticamente indetectable.

Al año, sin embargo, volvió a reaparecer, por lo que necesitó un segundo trasplante que no se hace en todos los casos, ya sea por la toxicidad, la avanzada edad o por otra patología.

"Teníamos la suerte de que ella es joven, sana y deportista", señala Carlos de Miguel, médico adjunto del Servicio de Hematología en el Hospital Puerta de Hierro y el hematólogo de Marina.

Ambos recuerdan que su primer encuentro se produjo pasado el primer ciclo de quimioterapia. El especialista se sorprendió al verla. No es para menos: la mediana de edad al hacer el diagnóstico de esta enfermedad es de 68 años.

Marina Díaz y su hematólogo, Carlos de Miguel, en la entrada del Hospital Puerta de Hierro.

Marina Díaz y su hematólogo, Carlos de Miguel, en la entrada del Hospital Puerta de Hierro. Sara Fernández

Marina confiesa que ya no se fía del todo cuando De Miguel explica que hay una menor probabilidad de recaída cuando aparece la enfermedad injerto contra huésped (EICH): "Es una señal indirecta de que la médula que hemos puesto funciona".

Ella ha tenido esta enfermedad en el hígado y también en el estómago, lo que le llevó a perder "10 kilos de golpe, entre náuseas, vómitos y diarreas. Fue horrible".

Su pérdida de confianza llegó sobre todo tras el segundo trasplante, ya que al año volvió a tener una nueva recaída. Como no era tan grave como las anteriores, pudo recibir un tratamiento menos intensivo.

En esta ocasión, no fue en el Puerta de Hierro sino en el Hospital Fundación Jiménez Díaz, donde se está llevando a cabo un ensayo dirigido a pacientes con leucemia que presentan mutaciones del gen FLT3.

Tras esta terapia dirigida, que recibió hace aproximadamente un año, también estuvo en tratamiento con linfocitos T, aunque las infusiones se realizaron de forma profiláctica porque la enfermedad ha vuelto a estar en remisión.

Tenaz, fuerte y alegre

En Marina es indiscutible atisbar una infancia (infundida muy probablemente por su padre, periodista deportivo) que giró en torno al deporte rey. Lo refleja incluso al hablar de su estado actual, que pasa por "jugar con la mascarilla" en la universidad.

Este año ha regresado a la Complutense de Madrid, de donde se tuvo que marchar cuando apenas había empezado el primer curso de Magisterio. Aunque, aun estando en el hospital, se seguía matriculando porque es "una persona tenaz".

"Siempre he sido fuerte. Porque si no hubiera una posibilidad... Pero la hay y aunque cueste mucho física y emocionalmente, merece la pena vivir, intentarlo". También presume, con una alegría envidiable, de tener siempre la misma sonrisa.

Marina Díaz durante su entrevista con EL ESPAÑOL en el Hospital Puerta de Hierro.

Marina Díaz durante su entrevista con EL ESPAÑOL en el Hospital Puerta de Hierro. Sara Fernández

En el hospital también aprendió a valorar lo que antes le parecía una tontería. Y es que, a diferencia de lo que sucede con otros cánceres, con la leucemia el paciente debe pasar bastante tiempo aislado en una habitación durante el tratamiento.

"Ni siquiera nosotros", comenta De Miguel, "que pasamos por ahí todos los días, somos conscientes de lo que implica estar tanto tiempo encerrado en un lugar tan pequeño", donde los pacientes pueden tener sus libros o su propio ordenador.

Pero, como apunta Marina, "hay días en los que puedes tener los entretenimientos que quieras, que no sirven de nada. Lo más importante es tener a alguien ahí que te pueda hablar, que te anime y tire de ti".

En su caso, esas personas fueron su madre y su padre. A su hermano pequeño también le hubiera gustado visitarla, pero ella misma no le permitía que lo hiciera para evitar cualquier riesgo. Llegó a estar tres meses sin verlo. "Es muy duro".

Por eso no solo agradece a los hematólogos toda su ayuda, sino que también traslada el agradecimiento al personal de limpieza, secretarias, auxiliares... Porque "cuando estás en esta situación, un pequeño gesto, ya te alegra el día".

80 transfusiones, 400 personas

Marina sabe bien que se pueden hacer grandes cosas con un pequeño gesto, como el que tuvieron más de 400 personas a las que nunca llegará a conocer pero a las que siempre estará eternamente agradecida.

A lo largo de todo su proceso con esta enfermedad, ha recibido más de 80 transfusiones de plaquetas. Para cada una de ellas se necesitan entre cuatro o cinco pacientes, por lo que Marina ha necesitado de más de 400 donantes que le han "salvado la vida".

De Miguel cree que la población, incluso quienes donan, no es consciente de la importancia que tiene: "Si nosotros no tuviéramos ese soporte transfusional, sería imposible curar a nadie, hacer un trasplante o ponerle quimioterapia. No podríamos hacer nada más".

A Marina se le dibuja una sonrisa tras la mascarilla al enterarse, nada más entrar al banco de sangre del Puerta de Hierro, de que ha habido alguien que ha donado porque escuchó su testimonio en la radio. También está consiguiendo que sus amigos se conciencien para hacerlo.

Su hematólogo habla de su paciente con una emoción que le es imposible esconder: "A Marina, por desgracia, me ha tocado darle malas noticias, pero me lo ha puesto muy fácil por cómo ha colaborado".

Ella, por su parte, dice haber tenido la suerte de que De Miguel sea "muy joven" ("eso ponlo en el reportaje", bromea él) y de que haya tenido mucha paciencia porque, en ocasiones, su curiosidad por saber cómo evolucionaba la enfermedad era insaciable.

Ambos recuerdan que en consultan conversaban la mitad de ámbito médico y la otra de si Marina podía ir a ver al "Atleti". Ahora, la balanza se desequilibra hacia el bando rojiblanco (sin que ninguno de los dos colores tenga que ver, por fortuna, con sangre ni leucocitos).

Médico y paciente se abrazan al terminar su entrevista con EL ESPAÑOL.

Médico y paciente se abrazan al terminar su entrevista con EL ESPAÑOL. Sara Fernández