Un paciente prepara unas gotas de cannabis medicinal.

Un paciente prepara unas gotas de cannabis medicinal.

Salud

Así se sobrevive al infierno del dolor crónico en España gracias al cannabis medicinal: "Me ha salvado la vida"

La aprobación del uso farmacéutico de esta sustancia saca de la ilegalidad a estos pacientes y permite que todos accedan a productos seguros.

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Esta semana marcará un antes y un después en la vida de muchos pacientes españoles. El Consejo de Ministros aprobó el pasado martes el real decreto que regula el uso medicinal del cannabis. El hito llega veinte años después de que Países Bajos fuera el primero en lograrlo.

Una de las impulsoras y beneficiarias es Carola Pérez (46 años, Madrid), presidenta del Observatorio Español del Cannabis Medicinal (OECM) y de la Asociación Dosemociones (también orientada a este uso terapéutico). Lleva desde los 11 años luchando contra el dolor, edad a la que se rompió el coxis a causa de una caída.

Hasta los 18 años, los médicos habían hecho todo lo posible para arreglar su lesión, pero ninguna estrategia había funcionado y no podía permanecer sentada por el dolor. Es entonces cuando decidieron extirparle el coxis, pero comenzó "un calvario aún peor" para ella.

A consecuencia de esa intervención, comenzó a sufrir dolor neuropático refractario, que se produce por una lesión o enfermedad en el sistema nervioso y no se puede controlar con tratamientos estándar, ni siquiera opioides.

En medio de ese camino, con grandes dosis de opioides recetadas por los médicos y tras sufrir varias sobredosis a causa de ello, descubrió el uso medicinal del cannabis. Hace unos quince años, un conocido le dio un poco, preparó una infusión y vio que ese efecto le podía ayudar con su sufrimiento.

"Me di cuenta de que había un tratamiento que podía ayudarme a sentirme mejor", cuenta emocionada a este periódico. "Si me lo hubieran dado antes, me habría ahorrado diez operaciones de espalda", dice categórica. Tuvo que someterse a estas intervenciones a causa del dolor que sufre. Gracias al cannabis, pasó de tomar más de treinta pastillas a solo tres.

Carola Pérez, en una imagen cedida.

Carola Pérez, en una imagen cedida.

A Eva Cortina (44 años, Fuenlabrada, Madrid) esta sustancia también le cambió la vida. "El cannabis medicinal me ha salvado la vida". Sufre dolor neuropático refractario como consecuencia de endometriosis profunda (la forma más grave de esta patología) que padece.

Carola fue quien le habló por primera vez de la opción del cannabis medicinal y decidió probarlo "por desesperación". En ese momento tomaba una gran cantidad de opiáceos para manejar el dolor, entre ellos oxicodona y chupa-chups de fentanilo, y le daba miedo la posibilidad de sufrir una sobredosis porque necesitaba cantidades muy altas para sobrellevar el dolor. "Era una brutalidad"

La ausencia de una regulación hacía que ellas y los demás pacientes se vieran obligados a habitar la ilegalidad. Para conseguir el cannabis han tenido que autocultivarlo, adquirirlo en clubes sociales canábicos (asociaciones de consumidores) o, incluso, recurrir al mercado negro, los típicos camellos.

Carola y Eva obtienen el cannabis a través del autocultivo para elaborar todos sus productos. La segunda lamenta que es un proceso bastante caro porque, además, deben mandar la marihuana a un laboratorio para analizarla y asegurarse de que está todo en orden antes de utilizarla. Gracias a la nueva legislación, podrán conseguirlo en el hospital de manera segura.

La presidenta de Dosemociones cuenta que ella usa a diario aceite canábico cada ocho horas. Aparte, también emplea óvulos vaginales y crema hechos a base de la misma sustancia. Los primeros le ayudan con el dolor pélvico y la segunda la emplea para las dolorosas cicatrices que tiene en la parte trasera de su cuerpo: "Casi no puedo vestirme y tengo que pasar 15 horas al día tumbada boca abajo", desgrana.

Además de estos tres, también tiene un vaporizador como rescate, para cuando experimenta picos de dolor. Se trata de un dispositivo para quemar e inhalar la flor de esta planta y notar más rápido su efecto.

Eva emplea las mismas formas que Carola. En el relato de ambas se aprecia un matiz autodidacta y de autoproducción, sobre todo en la presidenta de la OECM. Como hasta ahora era una cuestión ilegal, han tenido que aprender a preparar todos los productos que necesitan. En el caso de Eva, ella hace la crema y su pareja le fabrica el aceite.

Los óvulos vaginales pueden comprarse por internet, explica la fuenlabreña, pero antes de que fuera así, Carola tuvo que aprender también a elaborarlos para poder utilizarlos. Fue ella quien se los descubrió a Eva: "Casi lloro cuando vi que me permitían ir al baño o dormir sin sufrir un enorme dolor".

Para las dos, la aprobación de este real decreto supone una salida de los márgenes, de la ilegalidad. "Nos saca del ostracismo", sostiene Eva. También agrega que para ella esta decisión en España les da seguridad, dignidad y humanidad a los pacientes, permitiéndoles usar algo que les alivie "sin ser peligroso".

Gracias a esta normativa, los pacientes van a poder acceder a productos completamente seguros, destaca Jesús de Santiago, coordinador del grupo de trabajo de Cannabinoides de la Sociedad Española del Dolor (SED). El real decreto establece un estándar para el producto, lo que también es una garantía de seguridad.

En el extracto de cannabis, además de los conocidos canabidiol (CBD) y tetrahidrocannabinol (THC), hay más de cien sustancias diferentes. Si se estandariza el producto para su uso médico, significa que las sustancias serán siempre iguales en el aceite que recoja un paciente en la farmacia hospitalaria. Así, se garantiza el mismo efecto todo el tiempo.

Estigma y una medida que se queda a medias

Han pasado más de tres años desde que esta cuestión saliera a consulta pública hasta alcanzar una legislación, pero los pacientes y los expertos llevan mucho más tiempo peleando por este objetivo. La SED, por ejemplo, lleva detrás de ello desde 2009, pero De Santiago cuenta que hay investigadores que lo persiguen desde el año 2000.

Tras esta larga espera, pacientes y expertos celebran la llegada de la legislación, pero tanto Carola como Eva creen que se queda corta. Ambas valoran y celebran su aprobación, pero lamentan que se haya quedado a medio camino. Según el borrador, solo se ha aprobado presentación como el aceite cannábico, cuenta De Santiago.

Esto deja fuera opciones como el vaporizador o las cremas, lamenta Carola. También se queja de que la receta del cannabis medicinal solo pueda hacerla un médico especialista, cuando el médico de atención primaria es quien ve a los pacientes más a menudo. "Es el que más nos conoce".

Asimismo, lamenta el hecho de tener que desplazarse hasta la farmacia hospitalaria. La madrileña no entiende por qué puede comprar oxicodona en su farmacia habitual, pero no podrá conseguir cannabis medicinal.

De Santiago, por su parte, confía en que esto sea solo un primer paso y pronto se incluirán nuevas indicaciones en la normativa, como más cuadros clínicos que se puedan beneficiar de ello.

Tanto los dos pacientes como el experto de la SED coinciden en el estigma de que todavía perdura alrededor del uso de esta sustancia como fármaco. Mucha gente lo juzga como si fuese igual que el uso recreativo y sin control que hacen otras personas. "En nuestro caso, todo está muy controlado porque somos pacientes", defiende Eva.

La fuenlabreña cuenta que a ella este estigma le ha costado que la echaran, y que se fuera, de consultas médicas. En su caso, los sanitarios que tratan más cerca de su dolor no le han puesto pegas cuando les ha contado que usa el cannabis como medicina. Sin embargo, sí que las ha tenido con otros especialistas.

Este estigma le ha llevado, incluso, a tener enfrentamientos con amistades: "Me preguntaban si llevaba porros en el bolso". Esta banalización de su situación que hicieron personas de su entorno, acabó llevando en varios casos a que decidiera romper el vínculo.

Carola y De Santiago confían en que este real decreto y el paso del tiempo hagan que el estigma desaparezca y la sociedad normalice este uso, ya autorizado en muchos países de Europa. El especialista en dolor cree que estamos en el buen camino para conseguirlo. Para él, la clave es "ser rigurosos, utilizarlo para las indicaciones que tienen evidencia y realizar tratamientos controlados".