El psicólogo Omar Rueda Díaz.

El psicólogo Omar Rueda Díaz.

Salud

Omar Rueda, el psicólogo que 'caza' en España a los psicópatas encubiertos: "Hay un 'boom' entre los nacidos en los 80 y 90"

El narcisista con rasgos psicopáticos es calculador, pasa desapercibido y termina generando en su víctima un vínculo traumático.

Más información: Las sombras de Patric Gagne, la psicóloga que investiga su propia sociopatía: ¿Psicópata 'buena' o ficción editorial?

Publicada

Omar Rueda, educador social, psicólogo y psicoterapeuta, ya conocía a personas diagnosticadas como psicópatas tras trabajar en módulos penitenciarios de agresores sexuales. Pero al pasar a tratar a menores en integración, descubrió otro perfil de abusador: uno que quizás no emplea la violencia, pero depreda y vilifica a su entorno hasta el punto de cometer atrocidades como prostituir sin remordimiento a su propia hija.

Eso le llevó a especializarse en el Trastorno de Personalidad Narcisista (TPN) y a emprender un trabajo de divulgación en redes sociales que ahora unifica en su primer libro, Los narcisistas que nos rodean. Psicópatas encubiertos [RBA]. En concreto, en el perfil del "psicópata encubierto" que sabe ocultar su pulsión abusiva a la sociedad y, muy especialmente, a sus víctimas incipientes.

Porque la manifestación más evidente de una persona con TPN y psicopatía encubierta es el reguero de damnificados que deja. El narcisista tejerá una red de manipulación progresiva hasta generar la completa dependencia emocional. Será la víctima la que acuda a terapia cuando logre romper la relación enfermiza, y se enfrentará frecuentemente a la incomprensión. 'Si no estaba conforme, ¿por qué aguantó tanto?'.

"Hay psicópatas de primer o segundo grado, más encubiertos, pero son depredadores parasitarios por igual. Necesitan un huésped para existir", explica a EL ESPAÑOL. Un narcisista puede ignorar que padece un trastorno debido a su "condición egosintónica", pero el psicópata sabe que lo es. "Su depredación consiste también en introducir ideas, creencias o narrativas en sus cerebros. Eso le hace sentir como un dios todopoderoso".

"Al psicópata encubierto, desgraciadamente, no lo detectarás hasta que te haya destruido", plantea Rueda. Pero desde el punto de vista clínico, explica, comparte síntomas con la psicopatía tal y como la describió el canadiense Robert D. Hare, 'padre' de la criminología clínica. Entre ellas, la egolatría -exige atención y admiración constante-, la falta de empatía -ninguna consideración por las necesidades de los demás- y la capacidad para la manipulación.

Una generación de narcisistas

El narcisismo como patología no debe confundirse con los rasgos de personalidad (egoísmo, vanidad, inmadurez, promiscuidad) que se atribuyen al mito de Narciso. Si ahora hay un 'boom' del concepto en las redes sociales -algo que lleva a banalizar el sufrimiento de las víctimas de un verdadero narcisista, advierte Rueda-, este se debe a la "eclosión" de una realidad vinculada a los cambios sociales que experimentaron los nacidos en los años ochenta y noventa.

"Son la primera generación que creció en soledad", explica el autor, él mismo de la quinta del 84. "Somos una generación puente entre dos mundos", prosigue: la incorporación de ambos progenitores al trabajo, el salto del mundo analógico al digital, el auge de la precariedad... Algunos experimentaron una "sobreadaptación estable", desarrollando "códigos propios" dentro de su individualidad, pero otros cayeron en la "sobrecompensación", más inestable e insana.

El psicólogo, psiquiatra y educador social Omar Rueda.

El psicólogo, psiquiatra y educador social Omar Rueda.

Los niños del segundo grupo se presentan ahora como adultos "sin empatía", que usan al otro "para llenar su vacío existencial" ya que no lograron desarrollar sus propias "estructuras de supervivencia". Rueda insiste en que no hay que confundir esto con "la toxicidad que todos podemos albergar en un momento de nuestra vida", sino que hay que abordar profesionalmente el abuso psicopático narcisista desde el prisma del trauma emocional.

El diagnóstico sobre las próximas generaciones no es mucho más alentador. El psicólogo cita las reacciones "deshumanizadoras" recientes ante tragedias como las muertes de civiles en Gaza o el asesinato de Charlie Kirk. "Hay que abordar en el constructo social de la psicopatía, porque como sociedad hemos alcanzado el colapso moral, y lo que están interiorizando los jóvenes es la barbarie".

Las señales de alerta

La incapacidad para procesar emociones y sentimientos lleva al narcisista a convertirse en un experto falsario. Rueda relata que uno de sus pacientes se presentó con intención de tratar su TPN. "Fui descubriendo que instrumentalizaba la terapia para aprender técnicas y parecer una persona empática", revela. En concreto, parecía querer conseguir otra pareja tras el suicidio de su esposa, a la que acusaba de "débil" y de "joderle la vida" por quitársela ella.

"Ya no tengo el encanto de antes", lamentaba el paciente, y ahí está una de las claves. El narcisista perverso aborda a su víctima colmándola de amor, presentándose como su alma gemela. Pero pronto pasará a una fase de 'refuerzo intermitente', en la que alternará injurias, desprecios y castigos por motivos espúreos con 'recompensas' cuando percibe que ha culpabilizado a su víctima, que se esfuerza por recuperarlo.

Finalmente, la última fase será la de 'descarte', cuando el psicópata encubierto logra la dominación total sobre su víctima, que ha entrado en una disociación sobre su propia situación. El narcisista pondrá sus ojos en nuevos objetivos, pero si puede, no romperá el vínculo por completo. "De esta manera seguirá abusando de la víctima que ha desechado, mientras estimula a la nueva presa para inducirla a la dependencia emocional".

Hay un factor agravante más: la ley no tiende a estar de parte de la víctima. Si el abusador es hombre, se cuidará de no transgredir los límites de la violencia de género, y si es mujer, hasta la instrumentalizará. "Es muy común que acuse al otro con denuncias falsas y juegue con la amenaza de llamar a la Policía", alerta Rueda en su libro. De este modo, psicópatas de ambos géneros se presentan como víctimas ante los demás.

"En estos casos, el juez se ríe de ti", lamenta. La víctima podrá alegar las múltiples sevicias que sufre a manos del psicópata -robarle el sueño con discusiones a altas horas de la madrugada, forzando relaciones sexuales cuando aún tiene el olor de su amante-, pero no tendrá pruebas concretas. Cuando el abusador es un progenitor, el caso es aún peor. "He visto a niños decidir quedarse con la fuente del peligro para proteger a la madre o el padre".

¿Y cuándo el psicópata es el propio niño que hemos criado? "Tengo padres que me dicen que el ambiente ha sido perfecto, pero que ahora viven con una persona destructiva", revela. "Es una suma compleja de factores, demasiados como para controlarlos. La genética pesa mucho, pero también puede ser la tecnología, lo que haya visto en internet...".

La conclusión es dura, pero Rueda aboga por no dar "falsas esperanzas" a familias y parejas. "El psicópata no tiene cura", zanja, "porque se vanagloria de su crueldad". Al contrario, la terapia puede ser una herramienta más que emplee el abusador para prolongar el control sobre su víctima mediante la ilusión de un cambio para mejor que no llegará nunca.