Hurmina Muqtadar es neuróloga vascular de Endeavor Health.

Hurmina Muqtadar es neuróloga vascular de Endeavor Health.

Salud

Soy neuróloga vascular y estos son los ocho síntomas de accidente cerebrovascular que más se ignoran en las mujeres

Hay algunas señales que se presentan con mayor frecuencia pero que pasan desapercibido, dificultando un problema en el que "cada minuto cuenta".

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Cuando pensamos en un ictus, solemos imaginar una escena de emergencia clara: una persona pierde el equilibrio, su rostro se tuerce, un brazo cae inerte y sus palabras se tornan ininteligibles. La regla BEFAST (Balance, Eyes, Face, Arm, Speech, Time) resume bien estos síntomas clásicos. Sin embargo, para las mujeres, la realidad puede ser mucho más ambigua. Tan ambigua que, a menudo, pasa desapercibida hasta que es demasiado tarde. Como explica Hurmina Muqtadar, neuróloga vascular de Endeavor Health, "cada minuto cuenta cuando se trata de un ictus", y los matices en la presentación de los síntomas femeninos no hacen sino complicar el panorama.

Un estudio en la revista Stroke recuerda que, en cada minuto de retraso, el cerebro pierde cerca de dos millones de neuronas: una devastación silenciosa que avanza mientras el cuerpo solo emite señales discretas, casi imperceptibles. La primera de estas señales, y quizás una de las más traicioneras, es una sensación difusa de debilidad. No hablamos aquí de la típica pérdida de fuerza en un brazo o una pierna, sino de una fatiga generalizada, un cansancio que embota todo el cuerpo y que puede confundirse fácilmente con un día de estrés o con la falta de sueño.

La investigación publicada en Neurology constató que, frente a los hombres, las mujeres presentan con mayor frecuencia síntomas no específicos, como debilidad bilateral o malestar difuso, lo que retrasa la identificación del evento vascular. Esta forma más insidiosa de manifestación convierte el reconocimiento del ictus en una carrera aún más cuesta arriba para el personal médico y para las propias pacientes.

Otro síntoma que tiende a ser minimizado —por las propias mujeres y a veces también por los médicos— es el dolor de cabeza súbito e intenso. Para quien ha convivido toda la vida con migrañas, un dolor de cabeza puede parecer simplemente una molestia habitual. Pero no siempre lo es. Un estudio, publicado en el Journal of the American Heart Association, mostró que las mujeres con migraña con aura tienen un riesgo significativamente mayor de sufrir un ictus isquémico. Sin embargo, en el ajetreo diario, una mujer podría achacar el dolor a la tensión acumulada o al cansancio, dejando pasar una oportunidad crítica para salvar su cerebro.

Los síntomas más invisibles

Quizá uno de los signos más invisibles —y a la vez más desconcertantes— son los cambios en el estado mental. La confusión repentina, la desorientación o los problemas de memoria pueden parecer consecuencia de estrés, especialmente en vidas saturadas de responsabilidades familiares, profesionales y sociales. Pero estos cambios neurológicos pueden ser el primer aviso de que algo mucho más serio está ocurriendo. Una revisión en Frontiers in Neurology concluyó que, en mujeres, las alteraciones cognitivas sutiles tienden a estar infradiagnosticadas durante las primeras fases del ictus, lo que subraya la necesidad de una mayor formación en la detección de estos síntomas no convencionales.

Aún más desconcertante puede ser el caso de las mujeres que, sin aviso previo, comienzan a sufrir hipo persistente acompañado de náuseas o vértigo. Aunque podría sonar trivial, varios estudios han documentado que estos síntomas pueden indicar un ictus en el tronco cerebral, una zona crítica que coordina funciones vitales. Imaginar que algo tan aparentemente banal como un hipo puede esconder una emergencia neurológica redefine nuestra percepción de la gravedad de ciertos síntomas.

El dolor en el pecho es otro terreno resbaladizo. Al pensar en un dolor torácico, la mayoría de las personas, médicos incluidos, dirigen la atención hacia un infarto. Sin embargo, Muqtadar recuerda que las mujeres pueden experimentar dolor o presión torácica durante un ictus. Algunas investigaciones confirmaron que este tipo de manifestaciones no tradicionales en mujeres contribuyen a un diagnóstico más tardío, privándolas de tratamientos como la trombólisis, que requiere ser administrada en un plazo de pocas horas.

Detrás de esta peligrosa desatención no solo está la biología, sino también factores culturales y sociales profundamente enraizados. Las mujeres tienden a minimizar sus propios síntomas por miedo a ser una carga para sus familias o a desviar la atención de las necesidades de otros. Además, persiste la creencia errónea de que el ictus es un problema “masculino”, pese a que las cifras muestran lo contrario: las mujeres tienen más probabilidades de sufrir un ictus y de morir por su causa.

Factores de riesgo específicos del sexo femenino complican aún más el panorama. El embarazo, el uso de anticonceptivos orales y la terapia hormonal sustitutiva aumentan el riesgo de ictus; y, como si fuera poco, la disminución de los niveles de estrógenos en la menopausia añade otra capa de vulnerabilidad. De hecho, un estudio encontró que la caída estrogénica incrementa significativamente el riesgo de eventos cerebrovasculares en mujeres mayores.

Ante este escenario, la consigna es clara: no esperar. Cualquier síntoma neurológico súbito —por trivial que parezca— debe motivar una llamada urgente a los servicios médicos de emergencia. Muqtadar insiste en que no debemos intentar conducir hasta un hospital: el tiempo perdido puede costar funciones vitales. Los equipos de emergencia están entrenados no solo para identificar un ictus en ruta, sino también para iniciar intervenciones inmediatas y coordinar una respuesta hospitalaria efectiva