El psicólogo experto en trauma y disociación, Ángel Rull.
Ángel Rull, psicólogo: "Cuando vives con el piloto automático puesto puede ser una forma de disociar de tu cerebro"
"Recordar que has vivido algo muy duro pero no poder conectar con ello puede ser un mecanismo de defensa de nuestro cerebro", advierte el psicólogo.
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El cerebro humano es uno de los sistemas más complejos y fascinantes de nuestro organismo. Aunque la ciencia y la psicología han avanzado mucho en su estudio, aún quedan muchos aspectos por descubrir. Lo que sí sabemos es que tiene una enorme capacidad de adaptación, especialmente cuando nos enfrentamos a experiencias extremas o traumáticas. En esos momentos, el cerebro puede activar un mecanismo de defensa automático conocido como disociación: un mecanismo de defensa que el cerebro activa de forma automática para protegernos del dolor emocional o psicológico.
Este fenómeno suele manifestarse como una especie de "desconexión" temporal: de la realidad, del propio cuerpo, de ciertos recuerdos o incluso de las emociones. Aunque en situaciones de alto estrés o trauma puede actuar como una estrategia útil para protegernos, cuando se prolonga en el tiempo o interfiere en el día a día, puede convertirse en un problema. Así lo explica el psicólogo Ángel Rull, especializado en trauma, apego, disociación y colectivo LGTBIQ+, quien ha abordado recientemente este tema en sus redes sociales
En sus redes sociales, el psicólogo Ángel Rull ha explicado cómo la disociación actúa como un mecanismo que el cerebro activa para protegernos frente a experiencias que percibe como excesivamente dolorosas o abrumadoras. Cuando esto ocurre, señala el experto, es posible que nos sintamos "desconectados de nuestras emociones, nuestros recuerdos o incluso de nuestro propio cuerpo". Según detalla, "nuestro sistema nervioso separa la memoria episódica (el relato de lo que hemos vivido) de la memoria emocional (cómo nos sentimos en ese momento)". Una estrategia que, como él mismo describe, es similar a que el cerebro "pulse un botón de pausa" para evitar el impacto emocional del dolor.
Algo que a corto plazo puede llegar a parecer un alivio para la persona pero que en realidad no es un escape real, ya que como explica el experto, lo que evitamos sentir no desaparece, sino que puede manifestarse de otras formas como la ansiedad, bloqueos, somatizaciones, problemas de concentración o la sensación de estar en piloto automático sin entender por qué: "Cuando vives en piloto automático y haces cosas sin entender por qué las haces, puede ser una forma de disociar, tu cerebro sabe qué tiene que continuar y seguir aunque te sientas incapaz", advierte.
Una especie de sensación de que no somos capaces de estar al mando de nuestra propia vida y que "puede llevar a la persona que lo sufre a reaccionar de formas impulsivas o a tener dificultades para tomar decisiones, sin entender el origen de estas sensaciones".
Síntomas de una disociación
Tal y como apunta el psicólogo Ángel Rull, la disociación es una respuesta de nuestro cerebro para protegernos de experiencias que interpreta como demasiado dolorosas o abrumadoras. Uno de los signos más habituales es esa sensación que resalta el experto de operar en "piloto automático", un estado en el que la persona realiza actividades cotidianas sin plena conciencia de lo que está haciendo.
Otra manifestación frecuente es la dificultad para identificar qué sentimos o por qué reaccionamos de cierta forma. Algunas personas se perciben emocionalmente planas, incapaces de emocionarse o de conectar con lo que viven, mientras que otras experimentan una especie de "desmemoria emocional", donde pueden relatar lo que han vivido sin recordar cómo se sintieron en ese momento. Esa separación entre lo que pasó y lo que se sintió es una de las señales más sutiles pero más reveladoras de un proceso disociativo.
También es común que aparezcan síntomas físicos o cognitivos asociados, como problemas de concentración, bloqueos mentales o incluso episodios en los que se pierde por completo la noción del tiempo. En esos momentos, la persona puede tener la impresión de que el día ha pasado sin que realmente haya estado presente en él. Estas vivencias no siempre se reconocen como un problema, pero si se repiten o afectan al día a día, conviene prestarles atención.
Reconocer estos signos no implica alarmarse, pero sí puede ser el primer paso para comprender que el cuerpo y el cerebro están manifestando señales de un posible trauma no resuelto. En muchos casos, la disociación actúa como una estrategia adaptativa frente a experiencias difíciles de procesar. Identificarla y prestarle atención no solo permite tomar conciencia de lo que ocurre, sino que también puede ser el punto de partida para buscar ayuda profesional y comenzar a cuidar activamente nuestra salud mental.