Paul Alexander necesitaba ayuda para realizar cualquier acción cotidiana, como comer.

Paul Alexander necesitaba ayuda para realizar cualquier acción cotidiana, como comer. Clarín

Salud

Más de 70 años dentro de un pulmón de acero por la polio: la increíble historia de Paul Alexander

Le diagnosticaron poliomielitis a los seis años. Ha muerto con 78, siendo la persona que más tiempo ha vivido conectado a un ventilador mecánico.

26 marzo, 2024 02:11

Parece una imagen de otro tiempo: individuos encerrados en un cilindro horizontal por el que asoman la cabeza. Entre los años 30 y 50 del pasado siglo era habitual ver salas de los hospitales con niños encerrados en los llamados pulmones de acero. Uno de ellos siguió con él más de 70 años, hasta nuestros días.

Paul Alexander murió el pasado 11 de marzo, con 78 años. Llevaba desde los 6 encerrado a un pulmón de acero: contrajo la poliomielitis en 1952, que le dejó tetrapléjico, y se pasó dos años en una habitación de hospital de su Texas natal.

Los médicos permitieron a sus padres que lo llevaran a casa, para que pasara sus últimos días en su hogar. Desconocían la fuerza de voluntad del chico: estuvo 72 años enganchado al aparato, la persona que más tiempo lo ha estado.

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El hermano pequeño de Paul, Philip, ha explicado a la BBC qué le motivó a seguir adelante: un perrito.

Aunque la mayoría de infecciones de polio son asintomáticas, una pequeña proporción es devastadora: el poliovirus entra al sistema nervioso central y va destruyendo las neuronas motoras, por lo que los niños sufrían parálisis. No podían mover ni los pulmones.

Pero Paul aprendió una técnica llamada respiración glosofaríngea o 'de rana'. Consiste en empujar el aire hacia los pulmones utilizando los músculos de la garganta. Es muy complicada de dominar pero el pequeño lo consiguió.

Paul Alexander, en una imagen reciente.

Paul Alexander, en una imagen reciente. GoFundMe

"Tenía miedo, por supuesto, de morir ahogado", ha contado Philip Alexander a la BBC. Sus padres le dijeron que "si duraba tres minutos [respirando 'como una rana'] le daría el perro que quisieran".

Esta técnica permitió a Paul salir de su confinamiento cilíndrico durante tiempos cada vez mayores. También le facilitó sobrevivir cuando la luz se iba en su hogar y, armado con una campanita, la hacía sonar para que sus padres (o sus vecinos) acudieran en su ayuda.

Ya en la primera mitad del siglo XIX surgió el primer concepto de pulmón de acero: un sistema que movía los pulmones creando un vacío alrededor del cuerpo del paciente que los forzaba a expandirlos y así llenarlos de aire, para después invertir el proceso y expulsarlo. Técnicamente, se los conoce como ventiladores de presión negativa.

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En un principio, se tenía que hacer de forma manual, lo cual los hacía inviables por el simple hecho de que siempre tenía que haber una persona manejando el sistema.

No fue hasta 1928 que se creó el primer prototipo impulsado por la corriente eléctrica, y de ahí su popularización en las décadas posteriores.

En los años 50 aparecieron las primeras vacunas contra la polio que marcaron un antes y un después: redujeron la incidencia de la enfermedad hasta un 99% arrinconándola hasta Afganistán y Pakistán, los dos únicos países con circulación endémica del virus.

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Casi al mismo tiempo aparecieron los primeros sistemas de ventilación por presión positiva. Ya no haría falta encerrar a los niños en un cilindro de metal sino que bastaba con colocarles una mascarilla.

Poco a poco, los pulmones de acero pasaron a ser cosa del pasado, aunque todavía se veía alguno. En España (donde la vacuna de la polio se introdujo a principios de los 60), entre 1965 y 1988 se contabilizaron 990 casos de pacientes ventilados a domicilio, el 14% de los cuales utilizaban aparatos de presión negativa como el pulmón de acero.

"Los niños con polio no podían respirar y había que meterlos en una caja de acero, donde se sometía el tórax a cambios de presiones que lo hacían subir y bajar", recuerda Juan Casado, pediatra emérito del Hospital Universitario Niño Jesús de Madrid.

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Casado vio algunos de estos pulmones en su época de estudiante y aprendió de médicos que habían trabajado con ellos, pero señala que hace mucho que no se utilizan. "Había una sala entera llena de pulmones de acero; hoy solo quedan dos, de exhibición".

El médico explica que los niños "estaban secuestrados de cuello para abajo, era una vida horrorosa. No podían toser porque no tenían fuerza, había que sacarles los mocos..."

Posteriormente, "se pusieron tubos en la tráquea para insuflar aire a través de la faringe. Antes se hacía de forma manual con balones, ahora hay máquinas cada vez más sofisticadas que insuflan una cantidad de gas variable con una frecuencia, presión, humedad y una cantidad de oxígeno que se acopla a las necesidades de cada paciente".

Graduado en Derecho

Paul Alexander se mantuvo con su pulmón de acero. Los sistemas de presión positiva le producían cierto agobio, aunque también llegó a utilizarlos. Juan Casado explica que es raro que una persona siguiera utilizándolos, pues "en ninguna parte del mundo se utilizan".

"Si hay una parálisis del diafragma", sostiene, "se pueden poner electrodos para que éste se mueva, o marcapasos, o incluso hacer una traqueostomía".

Su dependencia de un aparato que le ayudara a respirar no le impidió ir a la universidad, donde se valía de desconocidos para que le llevaran de un sitio a otro, graduarse en Derecho en 1984 y ejercer como abogado durante un tiempo.

Tampoco le impidió vivir solo durante una gran parte de su vida, a pesar de que no podía afeitarse ni ir al baño sin ayuda.

Dos pulmones de acero en exposición en el Hospital Universitario Niño Jesús de Madrid.

Dos pulmones de acero en exposición en el Hospital Universitario Niño Jesús de Madrid.

Su dependencia de un aparato que había quedado obsoleto le jugó una mala pasada. En 2015, le comenzó a dar problemas. Al dejar de usarse desde hace décadas, era difícil encontrar a alguien que pudiera repararlo.

Su familia y amistades movieron cielo y tierra para encontrar la manera de arreglarlo y lanzaron campañas en redes sociales. Sin embargo, la solución estaba más cerca de lo que parecía: a 10 kilómetros de su casa un hombre, Brady Richards, tenía dos ventiladores de presión negativa guardados en un almacén.

En cuanto supo del problema, Richards arregló uno de ellos, lo ajustó a Paul y no aceptó ningún dinero a cambio. Acabó haciéndose amigo de Paul, como mucha gente más antes que él, y estar a su lado hasta el final de sus días.

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Sin embargo, la confianza en la gente de este superviviente, que tantas amistades le había dado a lo largo de su vida, le acabó jugando una mala pasada: en 2022 "gente que se suponía que debía velar por sus intereses se aprovechó de él", cuentan en la campaña de crowdfunding que lanzó otro amigo suyo para ayudarle a salir del bache financiero.

"Este robo, en combinación con el alto coste de la atención médica, ha dejado a Paul con poco dinero para sobrevivir", viviendo en un pequeño apartamento de una habitación y sin ventanas. La campaña recaudó más de 140.000 dólares.

Un año después, con 71 a sus espaldas dependiendo del pulmón de acero, el nombre de Paul Alexander fue inscrito en el Libro Guiness de los Récords como la persona que más tiempo ha vivido con uno de ellos.

Con 78 años, Paul había vivido una vida completa y fascinado con su fuerza de voluntad a todo aquel que se cruzó en su camino. Pero, como ha señalado su hermano Philip a la BBC, los menos sorprendidos hubieran sido sus padres: "Creían en él. Le dieron mucha fuerza y amor. No estarían impresionados en absoluto".