La pandemia ha acelerado las tendencias sobre el suicidio observadas desde inicios del s. XXI.

La pandemia ha acelerado las tendencias sobre el suicidio observadas desde inicios del s. XXI.

Salud

Solteros, de mediana edad y en grandes ciudades: así son las personas que más se suicidan en España

Una radiografía de los suicidios desde el 2000 hasta los primeros años de la pandemia describe las características de la población afectada.

19 marzo, 2024 02:30

La pandemia aceleró la tendencia al alza de los suicidios en España que venía observándose en años anteriores. Además, impactó sobremanera en ciertos grupos de población, conformando una nueva imagen del riesgo de suicidio en nuestro país: hombres, solteros, de mediana edad y residentes en las grandes áreas urbanas.

Así se desprende de un trabajo recién publicado que radiografía su evolución a lo largo del siglo XXI, especialmente en los dos primeros años de la pandemia (el análisis finaliza en 2021).

Estudios previos evaluaban el incremento del riesgo en ciertos grupos como los jóvenes o los inmigrantes, pero hacía falta una panorámica que diera cuenta de un problema que no hace más que aumentar.

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Si en 2018, la tasa de mortalidad por suicidio ajustada por 100.000 personas en España era de 7,75, en 2021 ya alcanzaron los 9,21 muertes.

Yendo a factores sociodemográficos, los hombres protagonizaron tres de cada cuatro suicidios desde el año 2000, cifra que se ha mantenido a lo largo del tiempo pese a un ligero descenso en los últimos años (de ser el 76% entre 2000 y 2017 a algo por debajo del 75% desde entonces).

Los autores, liderados por Alejandro de la Torre-Luque, psicólogo y profesor del Departamento de Medicina Legal, Psiquiatría y Patología de la Universidad Complutense de Madrid, observaron un cambio notable en las franjas de edad de riesgo.

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Las personas de mediana edad —entre los 40 y los 64 años— pasaron de suponer el 41% de los suicidios en el periodo 2000-2017 a llegar al 50,1% en 2021. Es decir, la mitad de las muertes por suicidio en aquel año fueron en personas pertenecientes a dicha franja de edad.

Esta tendencia ya se había iniciado anteriormente, a partir de la Gran Recesión de 2010, y ha acabado superando al que hasta ahora era la franja más representativa, la de los mayores de 65 años.

También se observó una tendencia creciente entre las personas nacidas fuera de España —pasaron de ser el 7,1% hasta 2017 al 12,7% en 2021— y en los residentes de grandes núcleos urbanos.

Así, el peso de las áreas rurales bajó del 27,2% al 22,1% del total de suicidios en 2020 (en 2021 aumentó hasta el 24,6%), mientras que el de ciudades de más de 50.000 habitantes y capitales de provincia crecieron hasta el 19,3% y el 32,9%, respectivamente, el primer año de la pandemia. Esta tendencia, por cierto, también ha ido en aumento desde los años de la crisis económica.

Por último, si en los tres primeros lustros del siglo predominaban las personas casadas, las solteras han cobrado protagonismo en los últimos años. Han pasado de suponer el 32,2% de la mortalidad por suicidio al 37,8% en 2021.

Inseguridad laboral y aislamiento social

Los autores del trabajo apuntan que la pandemia ha influido en la tendencia al suicidio al florecer la inequidad económica y la inseguridad laboral. También indican que factores como la soledad y el aislamiento social estuvieron más presentes en los adultos de mediana edad, así como los solteros, en estos años.

En este sentido, las medidas de distanciamiento social —que fueron más rigurosas en grandes capitales que en áreas más pequeñas— pudieron tener un impacto en los datos recogidos por este estudio, que ha sido publicado en la revista European Neuropsychopharmacology.

Sin embargo, los investigadores advierten que faltan diversos factores sociodemográficos y clínicos que puedan ofrecer una "imagen precisa de las personas que fallecen por suicidio en España".

"Desde 2018 se observaba una tendencia creciente, pero la pandemia lo ha acelerado", valora para EL ESPAÑOL Alejandro de la Torre-Luque. "Algunas cuestiones no fueron sorpresa: las personas de mediana edad son los principales sostenedores de la familia. El factor económico, los ERTE, el no poder facturar... pudo influir en el aumento del riesgo".

Tampoco les pareció extraño comprobar que el impacto de la pandemia en las ciudades fue mayor que en el campo. "En el momento en que se empezaba a poder salir, en lo pueblos pequeños estaban más en contacto con espacios abiertos, aire limpio... Pero la gente de ciudad es más propensa a hacer actividades en sitios, y la mayoría estaban cerrados".

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Más sorpresivo fue el aumento del suicidio en población migrante. "No pensábamos que hubiera habido un incremento tan importante", reconoce. "Podría ser por la historia previa antes de venir a España, pero también es cierto que pueden tener peores condiciones de vivienda, dotación económica muy baja, desigualdad..."

Miguel Guerrero, coordinador de la Unidad (UPII) Cicerón de Prevención del Suicidio de los hospitales Virgen de la Victoria y Costa del Sol, en Málaga, destaca que estos factores (ser hombre, soltero, de mediana edad entornos urbanos) son "históricos y bien estudiados".

No obstante, destaca que no hay un perfil de riesgo "a modo de retrato robot" de la persona que muere por suicidio sino que son "poblaciones vulnerables con riesgo suicida aumentado en comparación con la población general".

Además, otros factores no analizados en el estudio también influyen, como el estatus socioeconómico, la orientación sexual o la etnia, y recuerda que la población con ideaciones de suicidio es distinta a aquellas con suicidios consumados.

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Dicho esto, Guerrero expone que las razones detrás de este mayor riesgo. "La falta de vínculos estables, duraderos, protectores, seguros y, sobre todo, disponibles, que proporcionen cuidados cálidos y amor conforman una vulnerabilidad ante la conducta suicida".

Por otro lado, en la edad adulta media se concentran "poderosos precipitantes del suicidio", así como presiones sociales, sanitarias, económicas y culturales. Las responsabilidades laborales, familiares y financieras son mayores.

Inestabilidad laboral, endeudamiento o una jubilación anticipada no deseada también pueden influir en ese mayor riesgo en esta franja de edad.

Respecto al contexto urbano, el psicólogo admite que es algo "más contradictorio", pero recuerda el "ritmo frenético" de las grandes ciudades, el cada vez menor número de espacios de socialización, un mayor estrés ambiental y alto coste de la vida pueden ser factores influyentes.

Poca atención a estos grupos

Pese a conocer estos factores de riesgo, Guerrero lamenta la escasa atención que se le dedica a estos grupos. "El foco político, académico y mediático está mayoritariamente volcado a la adolescencia —otro grupo vulnerable y muy importante—, pero no concuerda con el foco epidemiológico a la vista de los datos que tenemos".

El experto lamenta la falta de aplicación de una perspectiva de género en los estudios del suicidio ni planes específicos para abordar a esta población en riesgo. "Existen muy pocos ejemplos de medidas preventivas que estén diseñadas, pensadas y dirigidas hacia el hombre".

Campañas de sensibilización sobre la salud mental en hombres, promover la concienciación sobre los sesgos y estereotipos de género que influyen en la misma (como el "mandato de mostrarnos invulnerables al dolor y al sufrimiento"), etc. son medidas que las administraciones deberían tomar, según el psicólogo.

Para ello es fundamental, apunta, desarrollar más investigación en este área. "Debemos prestar más atención y cuidado al hombre en situaciones de pérdidas, no solo de parejas o familiares sino pérdida de estatus social, de salud física y mental, de redes de apoyo, de oportunidades, de empleo o de capacidad para responder financieramente a los retos", explica. Para abordar el suicidio hay que conocer a los más afectados.

De la Torre-Luque pide un plan nacional para la prevención del suicidio, unas "directrices de integración y coordinación" que garantice una atención básica similar en todos los territorios y que, hoy por hoy, no hay.

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Respecto a qué pasará una vez se analizan los datos pospandémicos (suele haber un retraso de dos años antes de obtener información consolidada), el psicólogo ofrece tres perspectivas.

La primera, que determinados colectivos vean incrementada la conducta suicida más allá del aumento general. "Lo estamos viendo, por ejemplo, en las hospitalizaciones por intento de suicidio en mujeres adolescentes".

Otra posibilidad es que haya un "efecto progresivo" de la pandemia en las muertes por suicidio, por afectar primero a los factores de riesgo y estos, con el tiempo, al número de muertes.

Sin embargo, también es posible que se haya comportado como un "estresor, una situación excepcional" y que, una vez llegado el fin, los números regresaran a la tendencia anterior. Todavía falta la "suficiente evidencia" para afirmar nada de esto, pero "estamos viendo ya algunos indicadores y los resultados no son alentadores".

En España existen líneas telefónicas de ayuda a personas con ideación suicida, así como a su entorno, como la línea de atención a la conducta suicida (024), el Teléfono de la Esperanza (717 003 717) o el Teléfono Contra el Suicidio (911 385 385). También existen páginas web con recursos y guías de ayuda, como Papageno y la Confederación Salud Mental España.