Javier Martín (Madrid, 1972) era la cara más rebelde de un programa ya atrevido de por sí, 'Caiga quien caiga'. Con un desparpajo propio de su edad (tenía 24 años cuando se emitía), consiguió que actores, cantantes e incluso reyes se pusieran las míticas gafas negras. Se rodeaba de famosos, y él era uno de ellos. Pero, como se suele decir, la televisión te 'mata' en el momento en el que dejas de aparecer por la pantalla. Aunque a Martín no fue la 'caja tonta' la que casi acaba con su vida. Era el año 2011, estaba de fiesta con sus amigos y se subió a la barandilla de su terraza para suicidarse.

No lo hizo. Pensó en su marido —su amoro, como él lo llama— y tomó la decisión de no hacerlo. Pero algo no iba bien en su vida. Acudió a un psiquiatra y le diagnosticaron trastorno de bipolaridad. De aquello hace ya más de diez años. Ha pasado dos veces por el psiquiatra, ha tenido depresiones de larga duración y también momentos de "elevación" (como se refiere a las fases de manía propias de este trastorno). Ahora ha decidido, al igual que Ángel Martín, contarlo todo en un libro, Bipolar y a mucha honra (Espasa, 2022).

[Trastorno bipolar: ni una única enfermedad ni un solo origen]

Este testimonio le ha devuelto una 'fama' distinta. Sale por la tele, le entrevistan en periódicos y radios, pero no por el éxito de haberle puesto unas gafas negras al rey emérito. No se siente incómodo en este papel. Todo lo contrario, considera que es de vital importancia darle voz a una enfermedad que ha sido diagnosticada a unos 300.000 españoles, aunque se estima que en España más de un millón de personas sufren trastorno bipolar.

¿Sigues siendo el happy flower de tu grupo?

Soy bastante payaso y me gusta hacer reír a los demás, pero hubo un día en el que me di cuenta de que tenía la necesidad de ser divertido. No sé si por conseguir el cariño de los demás o su admiración. Ahora lo soy cuando me apetece serlo. Porque al final es agotador cuando haces algo solo por agradar a los demás.

¿Cree que por ser el 'graciosillo' su entorno no reaccionó a tiempo a uno de sus brotes psicóticos? Ángel Martín cuenta que sus amigos pensaron que era una broma.

Claro, porque el hecho de ser extrovertido tiene mucho que ver con la primera fase de la hipomanía, que es cuando comienzan las 'elevaciones'. Y a mí entorno -según a quién- le cuesta mucho ver en qué momento estoy empezando a elevarme. En esta situación, te sientes más comunicativo y más sociable, por lo que se confunde en muchas ocasiones con mi propia forma de ser. Y entonces cuando hay algunos que dan la señal de alarma, otros dicen que me ven muy normal. 

¿Por qué la depresión era más difícil de llevar que la elevación para quienes te acompañaban?

La depresión es mucho más fácil porque cuando te encuentras en la fase de hipomanía nadie te puede controlar y seguirte el ritmo es más difícil. Por ejemplo, haces y dices cosas muy extrañas. También te vas por ahí toda la noche y vete a saber lo que has hecho. Digamos que es como ser extrovertido pero de una manera incontrolable. En cambio, en la depresión necesitas más el cariño de los demás, que te apoyen. Y al final es que no te mueves del sofá, por lo que es más fácil que te cuiden.

Javier Martín en una imagen promocional del libro.

Javier Martín en una imagen promocional del libro. Jeosm Espasa

Cuenta su historia con trastorno de bipolaridad en el libro, por el que ha dado ya varias entrevistas y también lo haces en charlas acerca de la salud mental. ¿Tiene la sensación de estar relatando una enfermedad que afecta a otra persona?

A veces sí que tengo esa sensación. Sobre todo porque ahora estoy muy bien. Llevo como cuatro o cinco años sin tener ninguna depresión. Las fases de hipomanía se producen una vez al año, e incluso en este no he sufrido ninguna todavía. Así que lo veo como algo muy lejano, como si le hubiera ocurrido a otra persona. Pero sí que es verdad que hay muchos días en los que me acuerdo del momento en el que estuve a punto de tirarme por la terraza y me asusto. Cada vez que me asomo a una terraza me recuerda a muchos momentos de aquel día. Ahora tengo muchísimo vértigo.

¿Esa es la única consecuencia que mantiene?

Sí, aunque he dejado atrás consecuencias más graves. Sin embargo, también las hay que son positivas. Por ejemplo, ahora le doy un valor a la vida que para mí antes no lo tenía. Todo se ha convertido en un milagro. Desde aquel momento que yo podría no haber estado aquí todo se ha convertido en el milagro de la vida, como si no hubiera nada más que regalos.

¿Por qué volverse loco ha sido lo mejor que le ha pasado en la vida?

Yo diría que por dos razones. La primera es que cuando me encontraba en la fase de hipomanía veía toda una serie de elementos extrasensoriales, mágicos y espirituales que he aportado a mi día a día en la actualidad. De alguna manera, para mí todo aquello que sucedía era real. Y, en segundo lugar, como decía antes, tras haber intentado quitarme la vida y pasar por la depresión, el estar vivo lo veo como un milagro.

¿Cuál es el mejor momento que recuerda de aquel 24 de diciembre [día en el que tuvo su primer brote psicótico]?

¿El mejor? Yo diría que todo el día fue alucinante. Quizás sí que hubo un momento especial. Cuando yo sentía que me moría, estaba sentado ahí (señala el salón a doble altura de su casa) y llegó un momento en el que me morí. Me fui, abandoné mi cuerpo, lo que oía, lo que veía todo y me quedé en un espacio vacío. Fue una sensación placentera porque sientes que cuando te mueres pasas a un espacio a otro plano de realidad en el que sigues existiendo. Me puse a llorar.

Estaba de fiesta y con amigos. ¿No se acercó nadie?

No. Creo que no eran conscientes de lo que me estaba pasando. Seguramente todo sucedió más rápido de lo que yo lo sentía. Sí que hubo algunas personas que me miraron extrañadas porque recuerdo sus miradas. Aunque ninguna intervino. Supongo que se pensarían que me había peleado con mi marido o que estaba enfadado por cualquier otro motivo. En ese momento nadie me preguntó nada, entiendo que por discreción.

¿Y el peor momento?

El peor, sin duda, fue cuando me subí a esa barandilla y estuve a punto de lanzarme. Aunque fue el momento más terrorífico, venía acompañado de semanas y semanas en las que estaba pasando por mucho sufrimiento. Se lo repito a mucho a todo el mundo, tenía la sensación de que no era capaz de salir de aquella situación. Mi única salida era quitarme la vida.

¿Cómo salió de esta situación sin quitarse la vida?

Lo primero, con ayuda de la psicóloga. Me acogió desde el primer día y me dijo las palabras más acertadas para que yo pudiera seguir con vida una semana más: "Espérame una semana más". Luego también fue de mucha ayuda la atención de la psiquiatra. La medicación me ayudó muchísimo. Y, por supuesto, mi familia y mis amigos, que me apoyaron en todo momento. Tuve mucha suerte en este sentido porque mi entorno facilitó que yo saliera de aquella situación.

¿Le costó aceptarlo al principio?

La primera vez que me dijeron la palabra trastorno bipolar me encontraba en un estado hipomaníaco, por lo que me daba igual y no sé ni lo que pensé. También quería que no me subieran la dosis y dejar de tomar la medicación. Era como una lucha constante, pero al final admití que tenía una enfermedad crónica y que tal vez voy a estar tomando pastillas toda la vida. Da igual que te tomes diez miligramos de una cosa que cinco. No es un fracaso subir la dosis.

¿Por qué se lo pasó tan bien las dos veces que estuvo ingresado en un centro psiquiátrico?

Las dos veces estaba en fase maníaca, por lo que hablaba con todo el mundo. Sí que es verdad que había ocasiones en las que regañaba a mi marido por haberme encerrado allí. Pero se me pasaba cuando se iban. Estaba encantado de la vida. Tenía la sensación de que me estaban analizando porque era un humano que había encontrado una serie de elementos extrasensoriales.

En otras elevaciones te has puesto a limpiar todas las calles de Madrid. ¿Siguen algún patrón?

No, aunque sí que es verdad que hay mucho ecologismo. En general, sanar a la humanidad. Yo podía sentir a toda la humanidad. Y a mis familiares también. Con algunos, cogía una foto suya y les hacía una ceremonia para transmitirles toda mi energía. Hay personas con trastorno bipolar que lo vinculan al mundo de la espiritualidad, a hablar con personas muertas.

En su caso, ¿la espiritualidad venía de antes?

Sí, yo me he leído todos los libros de este tema. Siempre me he sido un buscador de preguntas como quiénes somos, a dónde vamos o de dónde venimos. Y gracias a haber pasado por el trastorno bipolar he llegado a encontrar mi espiritualidad.

¿Ha habido algún episodio que se haya reservado para familiares y amigos, que no haya publicado en el libro?

Sí, la parte sexual. Pero por respeto a mis padres.

¿Cuál fue su reacción?

Lo pasaron muy mal en muchos momentos. Al principio me ataron en corto. Y confundían a veces mi buen rollo con un episodio de elevación. Es normal esta confusión. Yo intento evitarlas. Por ejemplo, cuando me 'elevo' hay ciertos cantantes que me gustan mucho: Pablo Alborán, Luz Casal, Whitney Houston o Ana Belén. Entonces lo que hacía antes de que llegara mi marido a casa es quitar este tipo de música para evitar la equivocación.

¿Tiene miedo de que puedan volver a repetirse?

De la depresión no tengo ningún miedo. Soy consciente de que cuando llegue la tristeza, pediré ayuda y podré salir como ya hice en otras ocasiones. La manía es algo más complicada. Aunque la última vez que tuve una elevación fui capaz de percibirla yo solo. Nunca antes me había pasado esto. Me di cuenta porque uno de los síntomas más claros de la fase de hipomanía es que dejas de dormir.

De repente, duermes unas tres horas y estás como nuevo cuando te levantas. Esa noche me tomé una pastilla para dormir, y fui a la psiquiatra que me subió la medicación. Porque uno de los estigmas de la bipolaridad es pensar que siempre estás maníaco o depresivo. Y no es así. Millones de personas tenemos un trastorno mental y llevamos una vida muy estable

¿Cree que algún día conocerá la causa de su trastorno?

Los expertos dicen que existe un componente genético al que se le suman los disparadores. En mi caso, soy consciente de que los he disparado con el uso de alcohol y drogas que me he tomado. Ahora bien, hay quienes tal vez hayan consumido lo mismo que yo y no tengan un trastorno bipolar. Pero el abuso de drogas puede llevarnos a muchos problemas mentales. A día de hoy, hay muchas personas que han tomado drogas y tienen problemas de salud mental.