Un restaurante con restricciones en Madrid.

Un restaurante con restricciones en Madrid. Susana Vera Reuters

Salud Pandemia

Por qué las comunidades que más restringen parece que bajan en Covid-19 igual que las que menos

Más allá del confinamiento total, que se sabe que funciona, no existe ninguna fórmula mágica que garantice un descenso más claro de la Covid-19. 

22 febrero, 2021 01:53

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¿Hasta qué punto puede uno convivir con un virus letal? Parece una pregunta trampa pero no lo es: es una pregunta que se contesta día a día y mes a mes según el lugar y el momento.

Cuando todos cerrábamos nuestros países a cal y canto y nos preguntábamos si sería sensato que los niños pudieran salir a pasear durante una hora al día, en Suecia las restricciones eran mínimas y no llegó el apocalipsis.

Llegó una tasa de incidencia acumulada unas diez veces superior a la de sus vecinos Finlandia, Noruega y Dinamarca y otras diez veces más fallecidos, pero si queríamos el apocalipsis, si esa era nuestra vara de medir, hay que reconocer que no, no lo hubo.

El trauma de aquel primer confinamiento, un trauma que arrastramos y que nos costará quitarnos de encima, hace que a veces todo lo que no sea quedarse veinticuatro horas en casa nos parece lo mismo. Y no lo es.

Incluso si nos quedamos en nuestro país, lo cierto es que todas las comunidades autónomas toman algún tipo de medida de restricción aunque no sean las mismas. Todas. Incluso Madrid tiene sus zonas básicas de salud confinadas con mayor o menor vigilancia, tiene sus aforos mínimos, su toque de queda, su cierre de bares y restaurantes a determinadas horas… Parece que todo el mundo mira a Madrid, ejemplo de un enfoque más sueco a la hora de afrontar la pandemia y espera que cada semana abran un Palacio de Hielo como morgue, pero afortunadamente, esto no es así, es mucho más complejo.

¿Hasta qué punto es complejo? Hasta el punto de que cada país hace lo que quiere y, en España, cada región va a su aire. Sabemos una cosa: el confinamiento total funciona. Lo sabemos porque lo hemos probado. ¿Funcionan las medidas intermedias? Para contener, sí, y ahí depende de cuál sea tu objetivo de convivencia con el coronavirus.

Si tu objetivo es "quiero un nivel de transmisión tal que me permita tener algo parecido a una vida normal aunque durante unos meses tenga los hospitales llenos y sepa que cada día va a haber un número de personas que fallecen" no necesitas apretar demasiado. De hecho, por desesperante que parezca, apretar demasiado tampoco te garantiza mejores resultados. Vamos con algunos ejemplos de una cosa y de la otra.

Evolución casos hospitalizados y UCI.

Evolución casos hospitalizados y UCI.

Para mí, el ejemplo más chocante de esta tercera ola no es Madrid. Madrid creció hasta los casi 1.000 casos por 100.000 habitantes y a partir de ahí fue bajando. Siempre estuvo con un alto nivel de hospitalización y ahora mismo es la comunidad con más porcentaje de camas ocupadas tanto en total como en UCI. No es una historia de éxito en lo sanitario.

Ahora bien, mientras todas las demás comunidades cerraban fronteras, centros comerciales, pequeños comercios, bares y restaurantes… Madrid los dejaba abiertos. Y dejaba abierto el metro. Y los autobuses. Y, por supuesto, cines, teatros, salas de conciertos. Raphael actuaba ante diez mil personas en el WiZink Center…

Pensar que eso no ha tenido consecuencias no es ser realista. El asunto es qué consecuencias y qué expectativas se tenían. En lo que va de año, han muerto en Madrid unas 2.300 personas. Es una tragedia. Lo que pasa es que si miramos alrededor hay tragedias más graves… que han obligado a reforzar mucho más las medidas de distanciamiento social con mayor o menor éxito.

Vamos a Comunidad Valenciana, por ejemplo. Comunidad Valenciana hizo todo lo posible por mantener la normalidad en una apuesta que pareció disparatada y que probablemente lo fuera. Queremos que todo esto funcione según alguna ley de causa y efecto pero no lo hace. Lo mismo que en Madrid más o menos ha funcionado, en Comunidad Valenciana fue un desastre y buscar un enfoque político me parece erróneo.

Hasta el 19 de enero, no decidió el gobierno de la Generalitat valenciana cerrar la hostelería y restringir el comercio. Para entonces, su incidencia acumulada estaba en 983 casos por 100.000 habitantes en los anteriores 14 días. Subiría hasta los 1.459 del 27 de enero. Ese mismo día, las UCI estaban al 62% de su capacidad ampliada solo con casos de clínica Covid, los hospitales de campaña se construían en cualquier lado y volaban por los aires y los muertos se contaban por encima de 100 al día.

Ahora bien, una vez cerrado todo, ¿ha bajado a la misma velocidad Comunidad Valenciana que Madrid? Pues no. Exactamente un mes después de implantar las medidas, Comunidad Valenciana ha registrado una incidencia de 295,44 casos por 100.000 habitantes, es decir, cinco veces menos de los que tenía en tan solo tres semanas. Sus unidades de críticos han reducido su ocupación al 38,48%.

Como se puede observar en los siguientes gráficos, se han vivido situaciones semejantes en Extremadura, Castilla La Mancha, Murcia, Castilla y León y tantos otros sitios donde las medidas han sido muy semejantes a lo que en otros países se llama "confinamiento absoluto". Han funcionado, de nuevo.

Datos por comunidades autónomas en plena tercera oleada.

Datos por comunidades autónomas en plena tercera oleada.

Datos por comunidades autónomas cuando la tercera ola está bajando.

Datos por comunidades autónomas cuando la tercera ola está bajando.

Mientras estas comunidades han bajado a un ritmo frenético, ha habido dos que no han bajado tan deprisa. Una, obviamente, es Madrid. La otra es Cataluña. Lo desesperante, de nuevo, es que las medidas no son ni mucho menos las mismas.

No hay modelos a priori que sirvan para sistematizar los resultados. Cataluña limitó relativamente pronto el funcionamiento de la hostelería, reservando el horario a un par de horas para desayuno y otro par de horas para la comida. Solo a partir del 8 de febrero, se ha ampliado ligeramente el margen, dejando tres horas para desayunar (de 7 a 10) y cuatro y media para comer (de 11 a 17.30).

Las primeras medidas sirvieron para mitigar el ascenso. Cataluña apenas superó los 800 casos por 100.000 habitantes, un máximo que en perspectiva fue de los más bajos de toda España. El 27 de enero, fecha que estamos utilizando para la comparación, Cataluña estaba en 589 casos por 100.000 habitantes. Tres semanas después, está en 251,86, un poco menos de la mitad.

Como se ve, mantener ligeramente la hostelería y no cerrarla por completo puede haber impedido un descenso a la valenciana o a la extremeña pero tampoco ha impedido una bajada apreciable… aunque la tendencia parece ser a un cierto estancamiento que se puede empezar a ver la semana que viene, con las UCIs por encima del 40% de ocupación Covid.

El problema es si se compara, de nuevo, con Madrid. Porque Madrid, ya digo, lo más que ha limitado son las cenas, pero manteniéndolas hasta las 9 durante casi un mes para ampliarlas hasta las 11 esta misma semana.

Madrid baja lento, pero no mucho más lento que Cataluña: de 988 pasa a 427,08. De nuevo, poco menos de la mitad… y no se observa el mismo agotamiento de la tendencia, al menos a corto plazo. ¿Por qué esto es así? ¿Por qué Madrid baja al mismo ritmo que Cataluña con medidas mucho menos estrictas? ¿Por qué mantienen prácticamente el mismo porcentaje de ocupación UCI? Imposible saberlo. Si hubiera una sola medida a implantar que funcionara siempre de la misma manera, todos los países la tomarían y se ahorrarían problemas y muertos.

No hay conclusiones más allá de la obvia: casi siempre, cuanto más cierras, más rápido bajas. Sobre todo en los hospitalizados. Pero está el "casi", claro, y el "casi" importa mucho. Si Comunidad Valenciana o Extremadura hubieran seguido la vía madrileña habrían colapsado. Si Madrid se hubiera encontrado con una situación epidémica como la de Comunidad Valenciana o Extremadura, o como la que la propia capital se encontró hace un año, habría tenido que cerrar quisiera o no. Lo dicho, no hay una relación causal constante y habrá que estudiarlo todo con calma: el confinamiento domiciliario no es la única solución pero no es un capricho. En los puntos intermedios, encontraremos la virtud.