El aspartamo

El aspartamo iStock

Nutrición

El aspartamo bajo la lupa: qué es, dónde se encuentra y por qué es crucial moderar su consumo

La OMS ha catalogado este edulcorante como "posiblemente cancerígeno" y, aunque la evidencia es limitada, se recomienda controlar la ingesta.

14 julio, 2023 14:47

Su presencia es más habitual de lo que pensamos. Aunque no lo tomemos directamente, está en multitud de alimentos. Sobre todo, los etiquetados como light o ligeros. Bebidas, procesados... Es un elemento común en nuestra cesta de la compra y ahora se ha puesto en el punto de mira: la Organización Mundial de la Salud ha dicho que "probablemente", esta sustancia es cancerígena para el ser humano.

"No estamos aconsejando a las empresas que retiren sus productos ni aconsejando a los consumidores que dejen de consumirlos por completo", ha aclarado Francesco Branca, director del departamento de Nutrición, Salud y Desarrollo de la OMS. El aspartamo sirve de edulcorante de mesa en forma de esas pequeñas pastillas que se usan para el café. O en más de 600 medicamentos. En la actualidad, se estima que 200 millones de personas en todo el mundo lo consumen de forma regular. El aspartamo está referido en la Unión Europea con el código E-951.

El estudio se ha iniciado desde la Agencia Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés) de la Organización Mundial de la Salud (OMS). La evidencia científica, no obstante, admite que es "limitada", aunque hay indicios de sus posibles efectos negativos. Los expertos del Comité Mixto FAO/OMS de Expertos en Aditivos Alimentarios (JECFA), organismo encargado de analizar estos riesgos sobre la población, han establecido unos umbrales de consumo máximo de 40 miligramos por kilo de peso al día.

¿Qué es el aspartamo y dónde se encuentra?

El aspartamo es un edulcorante artificial hasta 200 veces más dulce que el azúcar. Está formado por tres componentes: una molécula de metanol y dos aminoácidos, que son la fenilalanina y el ácido aspártico.

Como mencionábamos antes, este edulcorante se halla en miles de productos. Hay aspartamos en las bebidas sin azúcar, en los lácteos, en chicles, cereales de desayuno o hasta pasta de dientes y medicamentos. Un comprimido masticable de 100 miligramos de viagra, por ejemplo, apenas tiene 8,6 de aspartamo, los chicles de biodramina para el mareo contiene tres miligramos y un sobre de ibuprofeno, unos 30. Un bote de un refresco light, en cambio, puede tener unos 200 o 300 miligramos.

¿Cuáles son los peligros, según la OMS?

Según este organismo, el aspartamo puede que sea cancerígeno para los humanos. El nivel de peligro, según han informado, es el 2B. Es decir, que hay evidencia limitada, pero no contundente, de cáncer en humanos o evidencia convincente de cáncer en animales de experimentación, pero no ambas. En cualquier caso, la alerta ya está sobre la mesa. Los riesgos, aún así, se dispararían en un consumo superior a 40 miligramos por peso al día.

Esto significa que más allá de este umbral ya es elevado. La operación para descifrar estas cantidades es fácil: si un adulto pesa 70 kilos, su ingesta diaria admisible de aspartamo serían unos 2.800 miligramos; y si la presencia de este endulzante en un refresco común es de entre 200 o 300 miligramos al día, esto significa que ese adulto, si no ingiere el endulzante de ninguna otra fuente de alimentos, tendrá que consumir entre nueve y 14 latas de refrescos al día para exceder el umbral recomendado por la JECFA.

¿Cuáles son los daños en la salud?

Según los expertos de la OMS, el consumo de este edulcorante está relacionado con un tipo de cáncer de hígado, aunque la investigación no es concluyente. Otros estudios indican que existe una relación entre la ingesta de esta sustancia con tumores hepatocelularess, de mama y algunos hematológicos, pero también en este caso se encontraron limitaciones sobre cómo se midió la exposición al aspartamo y se concluyó que "no se podía demostrar una asociación consistente". También se vieron 

Francesco Branca, director del Departamento de Nutrición y Seguridad Alimentaria de la OMS, admitió, por otra parte, que otro efecto reportado era una relación con enfermedades cardiovasculares, pero puntualizó: “Una vez más, se trata de asociaciones que son difíciles de interpretar. No hemos identificado claramente un posible mecanismo de acción”. Otra asociación se inclinaba a la formación de diabetes tipo 2, pero los resultados no eran "convincentes".

El papel de la IARC, además, es identificar peligros, no evaluar el riesgo en un contexto determinado. Sus resultados son orientativos y, para acercarlos a la gente, se comparan con otros elementos peligrosos. El aspartamo, por ejemplo, está al mismo nivel que el plomo o el escape de gas de un motor de gasolina. La OMS, por ejemplo, ya ha analizado otros educorantes como la sacarina y ha advertido sobre alimentos más dañinos, como la carne roja. Aun así, distinguen entre riesgo y peligro: el sol, por ejemplo, es peligroso para la piel, pero el riesgo depende de las horas que se esté expuesto.

Por último, esta advertencia es solo una llamada de atención. La preocupación ha de reducirse, salvo que se superen estas cantidades. Y, por norma general, en una dieta normal es complicado pasarlos. En declaraciones al Science Media Centre recogidas por el diario El País, Alan Barclay, nutricionista y colaborador honorario asociado de la Universidad de Sídney (Australia), ha asegurado que un australiano medio "consume menos del 10% de ingesta diaria admisible e incluso los mayores consumidores consumen menos del 25%".

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Lo que sí han remarcado es la protección a menores. La OMS señala que, aunque no hay ningún peligro, es mejor que no se acostumbren a la ingesta de estas sustancias. La seguridad está garantizada, pero lo recomendado sería reducir, tanto en adultos como niños, el consumo de azúcares libres. Estos refinados (presentes en el azúcar o de forma natural en zumos, miel o siropes) no deberían suponer más del 10% de la ingesta total de energía.

Además, la OMS sugiere que no se usen edulcorantes para intentar adelagazar o reducir enfermedades. La evidencia, apunta, es que "su uso no ayuda a controlar el peso a largo plazo y puede aumentar el riesgo de diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y mortalidad prematura". La Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) y la industria de los refrescos se han quejado.