Las grasas saturadas son un enemigo para el deseo sexual.

Las grasas saturadas son un enemigo para el deseo sexual.

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Estos son los cuatro errores comunes en alimentación que están afectando a tu vida sexual

Aquello que ingerimos tiene efectos en el libido, pero no de forma positiva. Todo lo contrario, hay comidas muy perjudiciales.

14 agosto, 2022 02:12

El filósofo griego Aristipo de Cirene tenía clara la relación entre el sexo y la alimentación, ambos van de la mano como placeres con los que es posible llegar a la felicidad. Estos conceptos están tan relacionados que en ocasiones se confieren propiedades libidinosas a los alimentos. Desde las fresas hasta las ostras, pasando por el ginseng, tanto en la gastronomía como en la medicina tradicional se han utilizado alimentos para potenciar tanto el deseo como el desempeño sexual. Incluso tienen su propio nombre denominativo, afrodisiacos.

La sugestión tiene más que decir en este asunto que los propios alimentos. La evidencia científica no está tan de acuerdo de relacionar recetas o combinaciones como las fresas con chocolate con un efecto milagroso de la aparición del deseo sexual. Distintas revisiones así lo destacan, señalando incluso que algunos de los remedios que se venden para estos fines pueden ser potencialmente peligrosos para el organismo.

"Los productos que venden como afrodisíacos, en cuanto a la alimentación, no me refiero a ningún tipo de remedio pseudocientífico, son todo sugestión. Pueden aumentar el apetito sexual porque es lo que quiere la persona en un primer momento y se convence de ello", señala Carolina Trujillo, psicóloga. Sin embargo, la alimentación sí puede jugar un papel determinante a la inversa, es decir, afectando negativamente a la vida sexual.

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Hormonas como la testosterona, la progesterona y los estrógenos son las encargadas de regular la sexualidad. Durante el proceso de deseo sexual y excitación, el cuerpo libera neurotransmisores como la dopamina, la serotonina o la oxitocina que pueden verse influidos por la alimentación. Problemas como la obesidad o las enfermedades cardiovasculares, derivados de una mala alimentación, afectan directamente a la vida sexual, influyendo en la segregación de algunas de las hormonas mencionadas anteriormente, dando lugar a la inapetencia, eyaculación precoz o disfunción eréctil.

"Hay muchas disfunciones sexuales que son el resultado de deficiencias de vitaminas, enzimas, minerales y otros nutrientes en la dieta, además de malos hábitos. Un estilo de vida sedentario y una alimentación con excesiva grasa dinamitan la vida sexual", señala Carlos Segovia, psicólogo especializado en terapia conductual.

De hecho, un estudio observó que los hombres con obesidad tienen niveles más bajos de testosterona. Esto se debe a que la resistencia a la insulina, inherente a esta condición, altera el mecanismo de secreción de esta hormona.

Durante otra investigación, centrada esta vez en mujeres, reveló que los estrógenos tienen un papel fundamental en la causa y las consecuencias de la obesidad femenina. De ahí que, durante la menopausia, haya un aumento de la masa de tejido adiposo a consecuencia de una disminución de estrógenos.

El alcohol

El alcohol es un depresor del sistema nervioso, que puede hacer al que lo consume menos sensible a los estímulos externos, afectando así a la erección. Por ejemplo, un estudio realizado por Boston Medical Group señala que el 71% de los hombres alcohólicos menores de 56 años padece disfunción eréctil, ya que el consumo de esta sustancia, al afectar al sistema nervioso, no permite una correcta comunicación entre el estímulo, el cerebro y el sistema circulatorio. Entonces la llegada de sangre al pene queda entorpecida, dificultando el coito. Mientras que en el caso del organismo femenino, el alcohol provoca deshidratación, afectando directamente a la lubricación femenina.

Azúcar

La energía tiene un impacto directo sobre la vida sexual, por lo que la carestía de ciertos nutrientes puede afectar negativamente. A pesar de que el azúcar pueda suponer un subidón de energía, cuando el pico de glucosa empieza a decrecer, la sensación de cansancio y fatiga aparece y va en aumento.

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Además, el azúcar crea resistencia a la leptina, una hormona encargada de regular el apetito, entre otras funciones, y que algunos estudios señalan que podría influir en la actividad reproductiva a varios niveles, ya que se han localizado receptores en el ovario, los testículos, el hipotálamo y la hipófisis.

Grasas saturadas

Las grasas saturadas en exceso, además de implicar un aumento de peso, pueden provocar hipertensión, bloqueo arterial y disminución de testosterona, que poco a poco irá minando la salud sexual. Tanto el pene como la vagina dependen y necesitan de una circulación sanguínea adecuada para poner en marcha los músculos implicados en la actividad sexual.

Exceso de sal

Al igual que ocurre con las grasas saturadas, un exceso de sal puede provocar hipertensión. Esa dolencia provoca daños como el endurecimiento de las arterias y su estrechamiento, lo que disminuye el deseo sexual en mujeres, al reducir el flujo sanguíneo en la vagina y los niveles de óxido nítrico, una sustancia química que ayuda a relajar los músculos. También puede aparecer sequedad vaginal. Según indican desde la Clínica Mayo, en los hombres dificulta las erecciones.