Los científicos del CNIO se manifestaron a finales de noviembre para exigir transparencia y respeto.

Los científicos del CNIO se manifestaron a finales de noviembre para exigir transparencia y respeto. Cedida

Ciencia

Corrupción, despidos sospechosos y pérdida de prestigio: el año en que el CNIO terminó de saltar por los aires

Cuando las aguas del centro de investigación oncológica parecían volver al a calma, una denuncia por presunto fraude las volvió más turbulentas aún.

Más información: "Que acabe ya la venganza y la sangre": incertidumbre en el CNIO tras la eliminación de varios puestos económicos

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Las claves

El CNIO ha enfrentado una grave crisis de reputación marcada por sospechas de corrupción y despidos controvertidos en su dirección.

Investigadores denunciaron escasez de recursos y pidieron la destitución de la directora científica María Blasco, señalada por mala gestión y ambiente laboral tóxico.

Tras la destitución de Blasco y Juan Arroyo, nuevas investigaciones y denuncias apuntan a adjudicaciones sospechosas y tramas para beneficiar a exempleados y empresas cercanas.

El patronato ha suprimido varios puestos, se ha encargado una auditoría independiente y la Fiscalía está investigando los hechos mientras la nueva dirección prepara un plan de recuperación.

El Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) afrontaba 2025 con optimismo tras cerrar, a finales de enero, la que había sido su mayor crisis de reputación hasta el momento.

Pero le esperaba una peor, trufada de sospechas de una corrupción sostenida a lo largo de gran parte de sus más de dos décadas de historia.

El 29 de enero, el patronato –órgano rector, integrado por responsables de ministerios y agencias de investigación, así como de las comunidades autónomas y fundaciones privadas– descabezaba la dirección del centro y anunciaba un concurso internacional para elegir el nuevo liderazgo.

Pretendía poner fin, así, a los escándalos que explotaron en los dos meses anteriores, cuando un nutrido grupo de los principales investigadores denunció, primero, una escasez de recursos materiales impropia de un centro de investigación de vanguardia, y segundo, pidió la sustitución de la directora científica, María Blasco.

A Blasco, que llevaba desde 2011 al frente del CNIO, se le achacaban malas decisiones –iniciativas de mecenazgo de escaso éxito, favorecer unos grupos de investigación frente a otros– y un ambiente casi de terror en el centro, que acabó en denuncias por acoso y la marcha de algunos investigadores de renombre.

Ella se revolvió acusando de los problemas al entonces director gerente, Juan Arroyo, que había 'heredado' de su antecesor, Mariano Barbacid

Con la destitución de ambos en enero, se abría un periodo de interinidad que culminaría con el nombramiento de Raúl Rabadán, en la dirección científica, y José Manuel Bernabé, en la gerencia, el pasado septiembre. Ellos se encargarían de enderezar el rumbo del centro de excelencia.

Sin embargo, lo que parecían haber sido hasta entonces unos meses de paz y tranquilidad fueron todo lo contrario. Un alto cargo había estado reuniendo información sobre contratos y adjudicaciones sospechosas.

Había puesto en conocimiento de sus superiores sus pesquisas, que, en el mejor de los casos, las ignoraron. Esto le hizo sospechar que podían estar implicados.

En marzo, escribió una primera carta al secretario de Estado de Ciencia, Innovación y Universidades, Juan Cruz Cigudosa, número dos de Diana Morant en el Ministerio de Ciencia.

No hubo respuesta.

A medida que recopilaba más información sobre el presunto fraude, la presión dentro del CNIO aumentaba. En junio, el alto cargo presentó una denuncia ante la Fiscalía Anticorrupción, señalando a Juan Arroyo como centro de una trama para beneficiar a exempleados y empresas amigas esquilmando los recursos económicos del centro.

Arroyo había dejado de ser director gerente y había regresado a su antiguo puesto, en la vicedirección de asuntos económicos, por lo que todavía conservaba gran parte de su poder.

En agosto, pocos días antes de la incorporación de la nueva dirección, el alto cargo denunciante sería sancionado, primero, y luego despedido, acusado de inacción para resolver un problema técnico.

Suprimir varios puestos

Nuevamente, escribió a Cigudosa para dar cuenta de lo que estaba pasando en el centro. Esta vez sí hubo respuesta: transmitiría la información al patronato.

Pero el órgano rector se reunió varias veces, en septiembre y noviembre, sin tener noticia de todo lo que estaba pasando.

Hasta que saltó el escándalo, la denuncia salió a la luz a mediados de noviembre y todo se volvió a precipitar.

El 25 de noviembre, el patronato decidió suprimir tres puestos del área económica: el de Arroyo y de otras dos personas relacionadas con él. 

Al mismo tiempo, el nuevo gerente, José Manuel Bernabé, explicaba que había reunido información sobre la gestión del centro que había remitido a la Fiscalía de Madrid.

En una reunión posterior, el 11 de diciembre, acordaría encargar una auditoría independiente de las cuentas y crear un puesto para revisar la transparencia del centro.

Unos días antes, los investigadores del centro se habían concentrado a la entrada: están hartos de que el CNIO se asocie con mala gestión y corrupción. 

La mayoría de ellos podría estar ganando más dinero en otros lugares fuera de España. El compromiso con la ciencia y la excelencia, en su caso, está fuera de toda duda.

Rabadán y Bernabé presentaron en diciembre su plan de trabajo para 2026. El primero no se incorporará a la dirección científica plenamente hasta la primavera, para cerrar sus compromisos con la Universidad de Columbia (EEUU), en la que trabajaba hasta ahora.

El personal del centro está ilusionado con esta nueva etapa. Mientras tanto, la Fiscalía ha abierto una investigación por las denuncias. 

Es posible que la crisis del CNIO, nuevamente, se haya cerrado en falso.