Victor Küppers, experto en psicología de la felicidad. BBVA Aprendemos Juntos.
Victor Küppers, experto en psicología de la felicidad, sobre los 3 conceptos que 'machaca' a sus hijos: "Bondad, alegría y..."
El pensador sostiene que estos tres sencillos pilares no solo ayudan a educar a los niños, sino a construir una sociedad mejor.
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En esencia, madres y padres de todo el mundo quieren lo mismo para sus hijos: una vida feliz con experiencias que la enriquezcan. Pero al tratar de conseguirlo, nos perdemos entre notas, idiomas, pantallas, actividades extraescolares y presión por "llegar lejos". El experto en psicología de la felicidad Victor Küppers propone justo lo contrario: bajar el ruido y quedarse con tres ideas muy simples como columna vertebral de una vida plena.
Küppers ha condensado todo lo que sabe sobre psicología de la felicidad en “tres ideas para mis hijos”. Son muy sencillas de formular y muy difíciles de practicar: cultivar la bondad, no perder la alegría y hacer de manera extraordinaria las pequeñas cosas ordinarias. Detrás de esa aparente simplicidad hay mucho más que una charla motivacional: buena parte de la investigación en psicología positiva y ciencias del comportamiento va justamente en esa dirección.
La primera idea implica que ser buena persona importa más que el talento, el dinero o el puesto. Küppers lo resume en una frase: uno tiene que luchar por ser la mejor versión de sí mismo. La ciencia respalda que la bondad no es solo moral, también es saludable. Meta-análisis sobre conducta prosocial muestran una relación consistente entre hacer cosas por otros (desde ayudar a un vecino hasta hacer voluntariado) y una mayor satisfacción con la vida y menos síntomas depresivos.
Investigaciones recientes con estudiantes que debían realizar pequeños gestos prosociales a diario —ceder el asiento, ayudar con una mudanza, mandar un mensaje de apoyo— muestran que, los días en que eran más amables, reportaban más felicidad y bienestar. La paradoja es que muchas personas subestiman el impacto de estos gestos: creen que no harán gran cosa, pero luego los datos indican lo contrario.
Bondad y alegría como músculo
La segunda gran idea de Küppers es “no perder nunca la alegría”. No habla de "ir por la vida de payaso", sino de ver antes lo positivo que lo negativo, enfadarse menos y generar menos conflictos. Esa forma de estar en el mundo encaja con la llamada teoría de la ampliación y construcción de las emociones positivas de Barbara Fredrickson: cuando sentimos alegría, interés o gratitud, nuestra mente se abre, pensamos con más flexibilidad y construimos recursos psicológicos y sociales que nos protegen a largo plazo.
Un gran estudio coordinado por la Universidad de California, con casi 18.000 personas, ha mostrado que bastan cinco o diez minutos diarios de “microactos de alegría” —agradecer algo, hacer un pequeño favor, parar a disfrutar de un detalle del entorno— durante una semana para elevar la sensación de felicidad, reducir el estrés y aumentar la percepción de control sobre el propio estado de ánimo, especialmente en personas con más dificultades económicas o sociales.
Esa actitud alegre tiene un efecto arrastre sobre las relaciones. Las personas alegres discuten menos y tienen menos conflictos; mantienen niveles altos de esperanza, optimismo y gratitud; tienden a implicarse más en sus actividades; a cultivar vínculos de apoyo; y a disfrutar de mejor bienestar psicológico. Estudios con pacientes cardíacos han encontrado que el optimismo se asocia a mejor adherencia a las recomendaciones médicas y a mejores resultados de salud a medio plazo.
Hay gente que, con las mismas circunstancias, sonríe, disfruta y se toma la vida con cierto humor, y otra que se instala en la queja permanente, se vuelve “rancia y mustia”, apunta Küppers. La diferencia no suele estar en el sueldo ni en la agenda, sino en el compromiso interno de valorar más lo que funciona. Los estudios sobre conducta prosocial y bienestar habla de una relación de ida y vuelta: cuando estamos mejor, ayudamos más, y ayudar más termina devolviéndonos bienestar.
Dar sentido al trabajo diario
La tercera idea de Küppers gira sobre todo en torno al trabajo, pero se puede extender a cualquier ámbito: no se trata de hacer cosas extraordinarias, sino de hacer de manera extraordinaria las pequeñas cosas ordinarias. Esto enlaza con un concepto muy estudiado en psicología organizacional, el “job crafting”, la capacidad de cada persona para rediseñar en la medida de lo posible sus tareas, sus relaciones y la manera de trabajar para otorgarle sentido.
Los datos indican que quienes se implican en ese “artesanal” ajuste del día a día —pedir recursos, aceptar retos, buscar formas distintas de hacer la misma tarea— no solo rinden más, también sienten que su trabajo es más significativo y se queman menos. En palabras de Küppers, la grandeza no está en tener un cargo brillante en LinkedIn, sino en cómo atiendes a un paciente, cómo das clase a 25 alumnos cansados o cómo respondes a un cliente difícil un martes cualquiera.
Para ilustrarlo, el psicólogo recurre a un ejemplo futbolero: esa noche en la que tu equipo gana la Champions y te toca fregar los platos o bajar la basura. Después de una euforia así, uno casi pide más tareas: lava cantando, baja las escaleras de dos en dos, abraza al vecino en el portal. La teoría de las emociones positivas lleva años explicando justo eso: un buen momento emocional amplía nuestro repertorio de acciones posibles y nos permite responder mejor a lo cotidiano.
No es solo una sensación subjetiva. Estudios que comparan a personas con más gratitud y optimismo que otras muestran diferencias en marcadores físicos tan concretos como la frecuencia cardiaca, la presión arterial, la calidad del sueño o la probabilidad de hacer ejercicio con regularidad. Es decir, esa “Champions interior” de la que habla Küppers no solo colorea cómo vemos la vida, también se acaba filtrando en el cuerpo.
Cuando este experto confiesa que firmaría porque sus hijos fueran ante todo buenas personas, alegres y capaces de hacer cosas extraordinarias en lo ordinario, está hablando también de la sociedad que queremos. Los informes mundiales han detectado que, tras la pandemia, los actos de ayuda a desconocidos, las donaciones y el voluntariado se han mantenido alrededor de un 10 % por encima de los niveles previos a 2020 en muchos países. Esa “curva de benevolencia” sugiere que, cuando la gente descubre el impacto emocional de cuidarse mutuamente, cuesta volver atrás.