Fondo marino.

Fondo marino. Daniel Torobekov. Pexels.

Ciencia

El lecho marino de la Tierra se está dando la vuelta: el insólito hallazgo en las profundidades que desconcierta a los geólogos

El subsuelo del mar del Norte se ha puesto "patas arriba", con estratos antiguos emergiendo y hundiendo las arenas más recientes.

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Bajo las frías aguas del mar del Norte, los científicos han descubierto algo que parece contradecir la lógica más básica de la geología: fragmentos enteros del lecho marino han aparecido literalmente del revés. Se trata de enormes montículos de arena, algunos con varios kilómetros de extensión, que parecen haber invertido el orden natural de los estratos terrestres.

Lo habitual es que las capas más antiguas se acumulen en el fondo y las más recientes queden en la superficie, siguiendo la cronología del tiempo geológico. Sin embargo, este nuevo hallazgo revela justo lo contrario: las arenas jóvenes y pesadas se han hundido, empujando hacia arriba capas más ligeras y mucho más antiguas.

El fenómeno, identificado por los geofísicos Mads Huuse, de la Universidad de Mánchester, y Jan Erik Rudjord, de la petrolera noruega Aker BP, se denomina inversión estratigráfico o estratigrafía inversa. Ya se conocía a pequeña escala: en deslizamientos de laderas o en zonas tectónicamente activas.

Pero nunca antes se había documentado en un número tan grande ni con estructuras de semejante magnitud. La publicación en Communications Earth & Environment detalla cómo, gracias a complejos análisis sísmicos, pudieron cartografiar un subsuelo marino que, en muchos sentidos, parece “patas arriba”.

Un hundimiento invertido

El mecanismo es bastante particular. Las arenas más recientes, compactas y pesadas, habrían acabado colapsando hacia abajo, atravesando un sustrato más poroso y menos denso formado en gran medida por microfósiles marinos. El resultado es una especie de “hundimiento” que crea lo que los investigadores han denominado sinkitas ('sinkites').

En paralelo, el material más ligero que asciende a la superficie forma lo que bautizaron como floatitas ('floatites'). Este juego de nombres refleja una paradoja: lo que debería flotar se hunde, y lo que debería hundirse termina flotando.

Los autores del hallazgo sitúan el origen del fenómeno hace unos 5,3 millones de años, en el límite entre el Mioceno y el Plioceno, una época de fuertes cambios climáticos y tectónicos. Es probable que terremotos o episodios de inestabilidad del fondo marino provocaran la ruptura de las capas superiores, que se transformaron en arenas móviles capaces de descender.

Con el paso de millones de años, la reorganización de los estratos y los nuevos sedimentos fueron cubriendo la estructura, disimulando bajo una superficie aparentemente estable un caos estratigráfico que ahora empieza a salir a la luz.

Este descubrimiento obliga a replantear cómo entendemos el comportamiento de los sedimentos y fluidos en la corteza terrestre. Según Huuse, estas observaciones podrían tener implicaciones directas en campos aplicados como la captura y almacenamiento de carbono, la explotación de yacimientos de gas y petróleo, o incluso la seguridad sísmica en regiones costeras.

Otros estudios lo adelantaron

El hallazgo conecta con estudios previos sobre la movilidad de los fluidos en el subsuelo. Investigaciones publicadas en Geology y en Earth and Planetary Science Letters habían mostrado que los sistemas porosos de carbonatos y lutitas pueden reorganizarse cuando son sometidos a presiones repentinas, como las derivadas de terremotos.

El nuevo modelo de las sinkitas y floatitas aporta una escala inédita a ese conocimiento: ya no hablamos de fracturas locales, sino de estructuras gigantescas que reordenan por completo el fondo oceánico.

El descubrimiento también dialoga con otra línea de investigación que en los últimos años ha sorprendido a la comunidad científica: la aparición de extraños agujeros circulares en el lecho del Atlántico, que en un primer momento parecían inexplicables.

Posteriormente se asociaron con liberaciones de gas metano. Ambas realidades apuntan a una conclusión común: el subsuelo marino está lejos de ser estático y obedece a dinámicas mucho más plásticas y caóticas de lo que pensábamos.

La importancia de comprender este tipo de procesos se multiplica en un contexto en el que el ser humano busca activamente almacenar dióxido de carbono bajo tierra como estrategia contra el cambio climático.

Un estudio del International Journal of Greenhouse Gas Control ya advertía en 2023 de los riesgos de fugas imprevistas en reservorios subterráneos. Si los suelos marinos pueden reorganizarse hasta invertir su propia estratigrafía, la confianza en la estabilidad a largo plazo de esos almacenes podría tambalearse.

Más allá de las aplicaciones industriales, hay un componente casi filosófico en el hallazgo. Durante siglos, la geología se ha basado en el principio de superposición formulado por Nicolaus Steno en el siglo XVII: lo más antiguo está debajo y lo más joven encima.

Este principio se ve ahora relativizado por descubrimientos como este. La naturaleza, parece decirnos, siempre encuentra maneras de romper nuestras categorías y recordarnos que el tiempo geológico no es lineal, sino profundamente dinámico.