Belén Montesa, psicóloga de adolescentes.

Belén Montesa, psicóloga de adolescentes. Cedida

Ciencia

Belén Montesa, psicóloga de adolescentes: "Ahora les estamos diciendo que es una mierda ser adulto y responsable"

La experta señala que dar un móvil a un adolescente es "como soltar un pececito de piscifactoría en un mar con tiburones" si no les acompañamos.

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A los adolescentes de 2025 les falta experimentar la nada, el vacío, el tiempo lento para tener curiosidad, para fallar y para sentirse frustrados. "Muchos tienen síntomas de estar hiperconectados, hiperactivos, hipersexualizados e hiperregalados" y, en buena parte, se debe a la omnipresencia de las pantallas.

Así lo explica la psicóloga general sanitaria especializada en adolescencia, Belén Montesa. "Debemos acercarnos a los adolescentes como antropólogos que descubren una nueva tribu. Podemos empatizar con ellos, pero la adolescencia que tuvimos nosotros no se puede comparar con la de ahora", dice.

Pero, ¿a qué se debe? "La sociedad demanda hoy en día que todo sea feliz y que todo esté expuesto, que no haya intimidad" y aunque estos cambios los percibimos todos "la adolescencia es un período de transición especialmente delicado", explica la experta.

Esta psicóloga prefiere hablar de los síntomas que se ven en casos diferentes, y que se deben a las pantallas, más que de los cambios físicos que puedan haber ocurrido en el cerebro de los menores. "Todavía no existen esos datos, no ha dado tiempo a hacer los estudios longitudinales que son necesarios".

Lo que percibe la psicóloga son adolescentes sometidos a mucha exigencia, "atravesados por la idea del éxito", y con un producto en las manos, las pantallas e internet, "que abre las 24 horas del día y que promete no aburrirte y consolar la sensación de vacío".

Pero, si bien las pantallas plantean un reto importante por sí mismas, Montesa destaca que la situación se puede agravar si "los adultos a cargo no están dispuestos a ponerles un límite al goce que producen". 

"Quienes desarrollan productos digitales conocen muy bien cómo funciona la dopamina y la estimulan. El adulto debe poner el límite y ofrecer una alternativa al adolescente, es su deber cuidar de su infancia y entre esos cuidados está evitar que esté sobreestimulada".

El problema se encuentra en que poner límite "es muy cansado". Requiere que los padres sean capaces de soportar el conflicto con sus hijos. "Ser padre supone entrar en contacto con la rabia y el enfado de tu hijo, es una parte normal de la educación". 

Montesa señala que cuidar de un adolescente se basa en "negociar", pero de una manera asimétrica. "Es una profesión en la que es seguro que te vas a equivocar, pero ser buen padre no es evitar el error, sino reconocerlo y contarle a tu hijo de qué va la vida", explica.

Límites a pesar del conflicto

"Por ejemplo, tu hijo quiere jugar a un videojuego y tú pones el límite: 'Sólo una hora para que no triture todo tu tiempo libre y sólo si es apropiado para tu edad'. Pero luego te tienes que interesar en por qué le gusta el juego y ofrecerle después, por ejemplo, jugar a un juego de mesa con él".

Sin embargo, Montesa explica que a los padres les falta tiempo para estar con sus hijos y cuando pasan un rato con ellos sienten culpa si discuten, pero eso lo evitan o les hacen regalos materiales. "Es verdad, estamos cansados y el contexto no es el mejor", señala.

En cualquier caso, la psicóloga explica que si decides ser padre hay que estar ahí. "Ahora les decimos que ser adulto y las responsabilidades son una mierda y cada vez hay más adultos de 30 y 40 años queriendo ser adolescentes para siempre", explica.

¿Cuándo es un buen momento para introducir el móvil en un adolescente? "Hay que retrasarlo al máximo y plantearse para qué damos el móvil. Es como darle un Ferrari a una persona que no tiene carnet de conducir", explica Montesa.

"Si se lo das cuando empieza a salir a la calle solo puede estar bien para que sienta que tiene la seguridad de poder llamar. Pero internet está lleno de contenido de riesgo para ellos. Es como si tuvieras pececitos en una piscifactoría y de pronto les echas al mar con tiburones", explica.

Las pantallas, según la psicóloga, deberían estar apartadas antes de los ocho años porque hasta entonces es importante que los niños experimenten la naturaleza, los deportes, los amigos, el arte, la creatividad. "Hay que tomarse en serio el juego de niños".

"Jugar al FIFA nunca se podrá comparar con jugar al fútbol de verdad. La consola se adapta al nivel del niño y le dice que es buenísimo siempre. Jugando al fútbol el niño se expone a situaciones más realistas, a que el entrenador le mande al banquillo y se frustre", dice.

Montesa recuerda que cuando ella era una niña sólo había dibujos animados los fines de semana unos minutos después de comer, pero no se aburría. "Incluso hoy los niños de los pueblos sin cobertura no se aburren. Construyen cabañas, socializan… y todos los niños, si tienen esa alternativa, la prefieren".

Si un adolescente hace un uso problemático del móvil, Montesa advierte que sólo es la punta del iceberg. "Ese adolescente está tapando con ello un sentimiento de soledad y quiere disociarse de la realidad. Sienten un malestar que no saben expresar con palabras y lo cubren".

El problema es que en el móvil "el contenido sexual o sexualizado muy explícito, violento, bizarro y cosificado" les acaba encontrando. "Se dice que la edad de inicio al porno en España son los ocho años, pero no es que se inicien es que el contenido los encuentra".

"Los padres y los colegios suelen mirar a otro lado con la educación sexual. A los niños por supuesto que les interesa cuando de repente ven ese contenido, pero si nadie se lo explica piensan que es lo que hay reproducir. El porno deja fuera la seducción, el afecto y los cuerpos diversos".

Montesa finalmente señala la necesidad del diálogo intergeneracional, acompañar al adolescente. "Y eso supone evitar también el narcisismo parental, pensar que eres mejor padre porque tu hijo saca sobresalientes, habla idiomas y toca el piano", explica.

De esos casos de adolescentes exitosos están las clínicas llenas, dice Montesa, porque eso no evita el sentimiento de soledad. "Tenemos que invitarles a pensar y aceptar el desafío de acompañarlos siempre, no sólo después de haber leído una noticia alarmante".