Una cervecita bien fresca. Riquísima. Pero perjudicial para la salud.

Una cervecita bien fresca. Riquísima. Pero perjudicial para la salud. Pixabay

Ciencia

De la del alcohol a la del vinagre: las 7 dietas más absurdas de la historia

Evitar los pantanos, comer bolas de algodón, beber batido de desechos de matadero o engullir parásitos son algunos de los métodos publicitados históricamente para perder peso 

11 noviembre, 2017 01:57

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No pasa mucho tiempo sin que las revistas de estilo nos presenten la última dieta de moda. Suelen venir respaldadas por dos avales muy convenientes: el de algún famoso o famosa que ha regresado al peso de sus 20 años gracias al nuevo milagro, y el de un médico de las estrellas que certifica las bondades de la dieta tras su bata blanca y su bronceado Malibú. Sólo que a veces el presunto apoyo de la celebrity de turno es en realidad un engaño, tanto como el del médico que en ocasiones termina perdiendo su licencia o en prisión. Y el milagro acaba descalabrándose por su ineficacia e incluso sus riesgos para la salud.

Pero si muchas de estas dietas son cuestionables, algunas son directamente descabelladas. La nutricionista de la Universidad Estatal de Colorado (EEUU) Melissa Wdowik ha recopilado algunas de las dietas más absurdas de la historia. Estos ejemplos de disparate nutricional no sólo nos demuestran que la obsesión por adelgazar puede anular el juicio, sino también que viene haciéndolo desde mucho antes de que nacieran Beyoncé y Kim Kardashian.

La dieta del alcohol

Por increíble que parezca, hay quienes han recurrido a pegarse atracones de bebidas alcohólicas con la esperanza de perder peso. Que hace mil años el rey de Inglaterra Guillermo el Conquistador decidiera someterse a un estricto régimen de vino y licores para tratar de adelgazar puede no resultar tan chocante. Pero sí que en 1964 la llamada Dieta del Hombre Bebedor recomendara consumir con generosidad ginebra, vodka, ron, brandy, whisky y otros licores por su bajo contenido en carbohidratos. Por cierto, el rey Guillermo no consiguió adelgazar. De hecho, cuentan que tras su muerte no cabía en su ataúd, y que tanto presionaron para encajarlo que su voluminosa barriga acabó explotando.

La dieta del vinagre

Es evidente que sustituir las comidas por algo de vinagre puede ayudar a perder peso; tanto como sustituirlas por leer un libro. Desde los años 50, el vinagre de manzana lleva circulando periódicamente como un presunto milagro adelgazante, a pesar de que, según advierten Wdowik y otros expertos, las proclamas carecen de base científica. Pero al menos la dieta del vinagre tiene un precedente ilustre: el poeta Lord Byron tomaba vinagre y agua para mantener su delgadez y conseguir esa lividez cadavérica tan apreciada en la sociedad de su época.

La dieta de la última oportunidad

Uno de los mitos más extendidos en el mundillo de las dietas es la detoxificación o detox. Expertos como Wdowik insisten en que el cuerpo se deshace de sus toxinas de forma natural, y que la presunta eficacia de los productos detox no está respaldada por la ciencia. Pero las dietas que afirman limpiar el cuerpo de basura interior se remontan al menos a los años 40 del siglo pasado, sin nunca decaer. Una de las más aberrantes se publicó en 1976 en el libro La dieta de la última oportunidad, que se convirtió en un best seller. La base de esta dieta era un líquido bajo en calorías llamado Prolinn, cuyo ingrediente principal era el colágeno. El brebaje no era otra cosa que un batido de pezuñas, pieles, cuernos y tendones, procedentes de desechos de matadero. La dieta fue finalmente retirada, pero para ello tuvieron que morir unas 60 personas.

El respiracionismo y la dieta de Andy Warhol

Es indudable que la abstinencia de alimento adelgaza. Pero también que mata. Y a pesar de que hoy la anorexia nerviosa se ha convertido en un doloroso martirio para incontables familias, con cierta frecuencia algunos medios de comunicación siguen prestando pábulo a la peligrosa patraña del respiracionismo o inedia, una creencia asociada a ciertas religiones orientales según la cual el cuerpo puede subsistir sólo con la luz del sol o la energía del universo. Algunos de quienes lo han creído han muerto. En su libro Mi filosofía de A a B y de B a A, el artista Andy Warhol acuñaba su propia versión del ayuno para mantenerse delgado: la Andy Warhol New York City Diet consistía en pedir en los restaurantes los platos que no le gustaban, para regalárselos después a algún mendigo.

La dieta de la tenia

Se cuenta que a comienzos del siglo XX se comercializaban píldoras para perder peso que contenían huevos de tenia, un gusano parásito que puede alcanzar varios metros de largo y que se aloja en el tubo digestivo, donde se alimenta de los nutrientes de su hospedador. Supuestamente, las mujeres tomaban tales pastillas voluntariamente para comer hasta hartarse sin miedo a engordar. Se cuenta también que esta práctica aún subsiste hoy, que las píldoras pueden comprarse en internet, y que en ciertos países hay clínicas que ofrecen este tratamiento. Pero al parecer, no existen pruebas de todo esto; y si puede ser cierto que algunos anuncios de hace un siglo publicitaran píldoras con huevos de tenia, otra cosa es que realmente los contuvieran. Como también es falso que la cantante Maria Callas recurriera a este método de adelgazamiento: simplemente, contrajo el parásito por su afición a comer carne cruda.

La dieta de evitar los pantanos

En el siglo XVIII, Thomas Short era un prestigioso médico de Sheffield (Reino Unido), de quien su obituario en la revista The Gentleman’s Magazine en 1772 diría que tuvo "considerable reputación y práctica tanto entre el pueblo como entre las personas de rango y fortuna en el vecindario". También que era "irreprochable en su conducta moral", aunque "irritable de temperamento". Y que sentía una "absoluta aversión por la carne de cerdo", curioso dato para una necrológica. Pero en su "infatigable búsqueda del conocimiento", Short indagó en las causas de la obesidad. Y las halló: en su obra The Causes and Effects of Corpulence, publicada en 1727, describía su monumental hallazgo de que las personas obesas vivían en tierras pantanosas. La humedad, concluía Short, favorecía la formación de grasa, así que la solución era obvia: mudarse a una zona más seca.

La dieta de las bolas de algodón

Dietas tan estúpidas como la de la tenia o la de evitar los pantanos tienen la excusa de su antigüedad. Pero prueba de que el ser humano sigue llegando a extremos inconcebibles para perder peso es la dieta de las bolas de algodón, que data de 2003. En foros y vídeos, algunos usuarios daban instrucciones para comer hasta cinco bolas de algodón empapadas en zumo de naranja, limonada o batido, con el fin de sentir el estómago lleno sin necesidad de comer. Algunos vídeos de YouTube estaban grabados por niñas de entre 9 y 16 años. Ni que decir tiene que comer bolas de algodón es una apuesta con la muerte que puede perderse por varias vías, como el atragantamiento, la malnutrición o la obstrucción intestinal.