Un grupo de personas cantan villancicos en las calles del municipio abulense de Navarrevisca

Un grupo de personas cantan villancicos en las calles del municipio abulense de Navarrevisca Ayuntamiento de Navarrevisca

Vivir

Villancicos puerta a puerta y hogueras ancestrales: las tradiciones más desconocidas de Navidad en Castilla y León

La Comunidad, con su vasto territorio y su diversidad provincial, ha conservado un patrimonio navideño propio, con cantos que solo se escuchan aquí y con formas de celebración que convierten la plaza en escenario y al pueblo entero en protagonista.

Más información: La Navidad más mágica se vive en Valladolid: "Somos ciudad de encuentro en estas fechas tan especiales"

Publicada

Noticias relacionadas

Cuando el frío aprieta en la meseta y la escarcha dibuja filigranas sobre los campos, Castilla y León se reconoce a sí misma en la Navidad. No es solo una fecha en el calendario ni un conjunto de celebraciones importadas: es un tiempo ritual, profundamente enraizado en la vida comunitaria, donde la música, el fuego, la palabra y la reunión en torno a símbolos compartidos reactivan una memoria que viene de muy lejos.

En pueblos y ciudades, en iglesias y plazas, en casas humildes y catedrales monumentales, la Navidad se canta, se representa y se vive como un acto colectivo.

Los belenes, los villancicos, los ritos de ronda, las hogueras o el ramo leonés no son meras tradiciones folclóricas: son lenguajes culturales que explican una manera de estar en el mundo. Castilla y León, con su vasto territorio y su diversidad provincial, ha conservado a veces de forma casi milagrosa un patrimonio navideño propio, con cantos que solo se escuchan aquí, con formas de celebración que convierten la plaza en escenario y al pueblo entero en protagonista.

La Navidad como rito comunitario

En Castilla y León, la Navidad no empieza del todo hasta que se canta. Puede ser el encendido del árbol en la plaza, el primer ensayo del coro parroquial o la llegada de una ronda nocturna llamando a las puertas. Ese instante en el que las voces se alzan a veces temblorosas por el frío marca simbólicamente el paso a un tiempo distinto, suspendido entre lo sagrado y lo festivo.

A diferencia de los villancicos comerciales que suenan en todas partes, los villancicos tradicionales de Castilla y León conservan melodías antiguas, letras transmitidas de generación en generación y una clara raíz popular. Muchos de ellos no se cantan en ningún otro lugar. Son villancicos de ronda, de aguinaldo, de misa del gallo o de reunión vecinal, y su función original no era entretener, sino cohesionar.

En la provincia de Ávila perviven con fuerza los villancicos de ronda, cantados por cuadrillas que recorren el pueblo en las noches previas a Navidad. No son coros formales: son vecinos, jóvenes y mayores, que se organizan para cantar frente a las casas, pidiendo el aguinaldo y ofreciendo a cambio versos que mezclan lo religioso, lo picaresco y lo comunitario. El canto es a varias voces, con estribillos sencillos y una cadencia que invita a sumarse. Cuando alguien abre la puerta y escucha su nombre en una copla, la Navidad se hace personal.

En Zamora, el aguinaldo sigue siendo una práctica viva en muchos pueblos. Grupos de mozos recorren las calles cantando villancicos propios, algunos con claras reminiscencias medievales. A cambio reciben dulces, chorizo, vino o unas monedas. Pero lo importante no es la recompensa, sino el acto de ir juntos, de llamar, de cantar y de ser reconocidos como parte de la comunidad. El aguinaldo es, en esencia, un ritual de pertenencia.

El ramo leonés: símbolo ancestral

Uno de los elementos más singulares de la Navidad en Castilla y León es el ramo leonés, una estructura de madera a menudo en forma de pirámide o de árbol adornada con cintas, velas, rosquillas y ramas verdes. Su origen es precristiano, vinculado a ritos de fertilidad y al culto al árbol como símbolo de vida en el corazón del invierno. Con el tiempo fue cristianizado y hoy se ofrece a la Virgen o al Niño Jesús, acompañado de cantos específicos.

El canto del ramo es uno de los momentos más emotivos de la Navidad leonesa. Las letras, largas y narrativas, relatan el nacimiento, pero también la vida del pueblo, sus penas y esperanzas. Tradicionalmente lo cantaban las mozas; hoy lo interpretan coros populares que han recuperado la tradición con un profundo respeto por sus formas originales. Cuando el ramo entra en la iglesia, iluminado solo por las velas, el silencio se impone y la comunidad se reconoce en ese gesto antiguo.

Presentación Ramos de Navidad en Zamora

Presentación Ramos de Navidad en Zamora

El fuego que convoca

En la comarca del Bierzo, la Navidad se entiende también a través del fuego. Las hogueras navideñas, encendidas en torno al solsticio de invierno o en Nochebuena, tienen un origen ancestral relacionado con la purificación y la protección frente a los malos espíritus. Aunque durante décadas estas prácticas estuvieron a punto de desaparecer, en los últimos años han sido recuperadas por asociaciones culturales y ayuntamientos.

Alrededor de la hoguera se canta, se come y se conversa. No hay escenario ni programa cerrado: el rito es estar juntos. El fuego ilumina los rostros y crea un espacio simbólico donde las jerarquías se diluyen. Ancianos que recuerdan cómo se hacía “antes” comparten protagonismo con niños que descubren la tradición por primera vez. En ese círculo de calor, la Navidad se manifiesta como algo profundamente humano.

Cuando el árbol se enciende

El encendido del árbol de Navidad en la plaza, una costumbre relativamente reciente, ha sido integrada en Castilla y León de una forma muy particular. Lejos del espectáculo urbano, en muchos pueblos se convierte en una excusa para reunirse, cantar villancicos tradicionales y compartir una merienda comunitaria. El árbol no sustituye a los símbolos antiguos, sino que dialoga con ellos.

En pequeñas localidades de Soria, Palencia o Salamanca, el encendido del árbol va acompañado de un coro local, de dulzainas o incluso de rondas espontáneas. No se trata de un acto pasivo: el público canta, reconoce las canciones y participa. En ese momento, el pueblo se activa, como dicen los vecinos: las casas se abren, la plaza vuelve a ser centro de la vida social y la Navidad adquiere un sentido colectivo.

Belenes desde la proximidad

Si hay un símbolo que sintetiza la Navidad castellana y leonesa, ese es el belén. Más que una representación del nacimiento de Jesús, el belén es una forma de narrar el mundo desde lo cotidiano. Pastores con capa, molinos, ríos helados, casas de adobe y oficios tradicionales conviven con la Sagrada Familia, creando un paisaje que remite directamente al entorno rural de la región.

En muchas casas, el belén sigue montándose en familia, con figuras heredadas y elementos naturales recogidos del campo. Ese gesto doméstico es una forma de transmisión cultural silenciosa. Pero Castilla y León también es tierra de belenes monumentales, algunos de los más importantes de España.

Un Belén en Burgos

Un Belén en Burgos Ricardo Ordóñez ICAL

El belén bíblico y hebreo de Medina del Campo, el belén monumental de Puebla de Sanabria, los belenes artísticos de Valladolid o Salamanca, o los belenes vivientes que se representan en pueblos como Candelario o Cabezón de Pisuerga, convierten la tradición en un acontecimiento cultural de primer orden. En los belenes vivientes, todo el pueblo participa: vecinos que se transforman en pastores, romanos o artesanos, calles que se convierten en escenarios y visitantes que recorren la historia caminando.

Muchos belenes de Castilla y León incorporan escenas que no aparecen en los relatos bíblicos: la matanza, la siega, el lavado en el río o el mercado. Son escenas de la vida tradicional que dialogan con el nacimiento, integrándolo en una realidad reconocible. De este modo, el belén se convierte en un archivo visual de la memoria rural, una forma de preservar oficios y paisajes que han desaparecido o están en riesgo de hacerlo.

Coros, rondas y música popular

La música es el hilo conductor de la Navidad en Castilla y León. No solo en iglesias y auditorios, sino en calles, bares y plazas. Los coros tradicionales, las rondas y los grupos de música popular desempeñan un papel esencial en la conservación del repertorio navideño.

En muchas localidades, los ensayos comienzan semanas antes. No es raro ver a vecinos reuniéndose en locales sociales o sacristías para repasar letras antiguas, corregir voces y recordar cómo se cantaba bien. Ese proceso es tan importante como la actuación final: es un espacio de encuentro intergeneracional donde se comparten historias y se refuerzan lazos.

La diferencia respecto a otras regiones es clara: aquí se canta con conciencia de continuidad. No se trata de interpretar una pieza bonita, sino de mantener viva una cadena cultural. Cada villancico aprendido es una victoria contra el olvido.

Tradición y futuro

En una Comunidad marcada por la despoblación y el envejecimiento, las tradiciones navideñas cumplen también una función de resistencia. Recuperar una hoguera, organizar un aguinaldo o enseñar a los niños el canto del ramo no es solo un acto nostálgico: es una afirmación de identidad y de futuro.

Cada vez más jóvenes participan en estas iniciativas, reinterpretándolas sin vaciarlas de sentido. Se graban discos de villancicos tradicionales, se documentan letras olvidadas, se organizan encuentros comarcales de ramos o rondas. La tradición no se congela: se adapta, pero mantiene su esencia.

La Navidad en Castilla y León no se entiende sin la comunidad. No es un espectáculo que se consume, sino un rito que se vive. Cuando suena un villancico en la plaza, cuando el fuego de una hoguera reúne a vecinos, cuando un belén reproduce la vida del pueblo o cuando el ramo leonés se alza iluminado por velas, la Navidad deja de ser una fecha y se convierte en una experiencia compartida.

En un mundo cada vez más homogéneo, estas tradiciones recuerdan que hay otras maneras de celebrar: más lentas, más profundas, más humanas. Castilla y León canta la Navidad porque, al hacerlo, se reconoce a sí misma.