La Iglesia de Santa María de la O en el municipio vallisoletano de Wamba y una imagen del Rey al que debe su nombre, en un montaje de EL ESPAÑOL

La Iglesia de Santa María de la O en el municipio vallisoletano de Wamba y una imagen del Rey al que debe su nombre, en un montaje de EL ESPAÑOL

Valladolid

El único pueblo de España que empieza por W está en Valladolid: la mágica leyenda del rey al que debe su nombre

Este pequeño municipio, de apenas 300 habitantes, es guardián de una de las tradiciones medievales más fascinantes y su topónimo es estandarte de singularidad en el mapa español.

Más información: El pueblo visigodo de España que esconde 1.000 calaveras en un rincón lleno de misterio: se encuentra en Castilla y León

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El 21 de septiembre de 672, hace ahora 1.353 años, en la ciudad de Toledo, fue coronado rey de los visigodos un hombre que jamás imaginó que su nombre perviviría más de trece siglos después, no solo en los anales de la Historia, sino también en el callejero español.

Wamba, último gran monarca visigodo antes de la decadencia final de la monarquía goda y de la irrupción islámica, dio su nombre a un pequeño pueblo de la provincia de Valladolid que hoy puede presumir de dos particularidades: ser guardián de una de las tradiciones medievales más fascinantes y ser el único municipio de España cuyo nombre empieza por la letra W.

Este año 2025, exactamente 1.353 años después de aquella coronación, la efeméride invita a volver la vista a un pasado en el que Castilla aún no existía y Toledo marcaba el pulso de un reino que se debatía entre intrigas, rebeliones y la inminente transformación que cambiaría la Península ibérica para siempre.

El rey campesino

La leyenda, recogida por crónicas posteriores, cuenta que Wamba que hasta entonces había llevado una vida retirada, más propia de campesino que de cortesano fue elegido tras la muerte de su predecesor, Recesvinto.

Cuando le comunicaron la decisión del ejército y la nobleza de proclamarle rey, estaba ocupado en las labores agrícolas de sus tierras en la región de la Carpetania. La tradición añade un detalle prodigioso: al recibir la noticia, Wamba habría afirmado que antes brotarían ramas de su bastón seco que él aceptaría la corona, y el bastón floreció en el acto.

Más allá del mito, lo cierto es que Wamba reinó durante ocho años, entre 672 y 680, un periodo breve pero significativo en el que dejó una huella imborrable.

El nuevo monarca consolidó la autoridad real frente a las revueltas internas, reorganizó el ejército con una legislación pionera que obligaba a la nobleza y al clero a tomar las armas en defensa del reino y extendió su influencia sobre regiones en perpetua agitación como la Septimania, el territorio visigodo al norte de los Pirineos.

Sin embargo, fue víctima de las intrigas palaciegas: en el 680, tras caer enfermo, se le administró un bebedizo que lo dejó inconsciente y, en ese estado, se le tonsuró como monje. En la sociedad visigoda, aquel acto lo inhabilitaba de inmediato para reinar. Así, la corona pasó a Ervigio.

El destino de Wamba, convertido en monje en la abadía del municipio burgalés de Pampliega, cerraba una etapa de esplendor visigodo. Poco después, apenas 40 años más tarde, el reino sucumbiría ante el empuje musulmán.

Arqueta donde se encuentran los restos de los reyes visigodos Recesvinto y Wamba.

Arqueta donde se encuentran los restos de los reyes visigodos Recesvinto y Wamba.

Un nombre en el mapa

El nombre del monarca quedó ligado a la geografía castellana a través de un municipio que conserva hasta hoy esa denominación. El lugar que hoy ocupa Wamba ya existía como asentamiento en tiempos visigodos, pero fue en la Alta Edad Media, en el contexto de la repoblación cristiana, cuando se fijó el topónimo en memoria del rey.

La tradición sostiene que allí reposaron sus restos durante un tiempo, trasladados desde Pampliega. De hecho, el lugar fue llamado durante siglos Bamba o Gamba, hasta adoptar la grafía actual.

En la actualidad, Wamba es el único pueblo español que empieza por la letra W, una rareza lingüística en un idioma que apenas emplea esa consonante, heredada de préstamos extranjeros.

Esta singularidad ha convertido al municipio en objeto de curiosidad entre filólogos, viajeros y aficionados a las rarezas geográficas. Suele aparecer en listados de pueblos con nombres insólitos y se ha convertido en destino de quienes buscan rincones con historias poco comunes.

La iglesia y el osario

El corazón patrimonial de este municipio vallisoletano es la iglesia de Santa María de la O, una joya del arte mozárabe construida en el siglo X, en tiempos del rey Ordoño I de León. Su ábside semicircular, sus arcos de herradura y su cuidada sillería transportan al visitante a un mundo donde convivían tradiciones cristianas e influencias islámicas.

Anexa a la iglesia se encuentra uno de los osarios más impresionantes de Europa. Miles de cráneos y huesos se amontonan en las paredes de una estancia que durante siglos sirvió como recordatorio de la fugacidad de la vida.

El osario de Wamba

El osario de Wamba

La inscripción que preside el espacio "Como te ves, me vi; como me ves, te verás. Todo para en esto" resume el sentido de esta acumulación de restos humanos: un recordatorio de que todo poder, toda riqueza y toda vanidad terminan igual.

El osario de Wamba no es solo un atractivo turístico: es un testimonio de la religiosidad medieval, que entendía la muerte como tránsito inevitable y espejo moral. Cada rincón del conjunto monumental conecta con siglos de espiritualidad y de historia compartida.

De la historia al pueblo

En la actualidad, Wamba no llega a los 300 habitantes, pero mantiene viva una identidad marcada por su excepcionalidad histórica. Cada aniversario de la coronación del rey que le dio nombre es ocasión para rescatar el pasado visigodo, aunque la localidad no vive del turismo masivo, sino del encanto discreto que atrae a curiosos, historiadores y amantes de la arquitectura.

El nombre del municipio juega un papel esencial en su visibilidad. La inicial W funciona como un estandarte de singularidad en el mapa español. No hay otro pueblo que pueda presumir de algo semejante, y esa rareza se ha convertido en un recurso de promoción cultural y turística. Folletos, redes sociales y rutas patrimoniales lo señalan como un enclave único en la provincia de Valladolid.

Un hilo invisible

La efeméride de este domingo, 21 de septiembre de 2025, permite conectar la coronación en Toledo con la memoria de Wamba en Valladolid. El rey que ascendió al trono en la capital visigoda jamás imaginó que su nombre quedaría grabado en una localidad castellana más de mil años después.

Ese vínculo une dos paisajes: el urbano y monumental de Toledo, con sus iglesias visigodas y su tradición histórica, y el rural y sereno de la meseta vallisoletana, con un templo mozárabe que aún guarda ecos de la liturgia hispana.

Monumento dedicado al rey Wamba en Pampliega (Burgos)

Monumento dedicado al rey Wamba en Pampliega (Burgos)

En cierto modo, Wamba encarna la transición entre dos mundos. Su reinado marca el último esfuerzo de cohesión de los visigodos antes de la caída. El pueblo que lleva su nombre simboliza, a su vez, la pervivencia de esa memoria en la Castilla medieval y moderna. Uno y otro se entrelazan en una historia que hoy, 1.353 años después, todavía merece contarse.

El legado de Wamba

El reinado de Wamba dejó un legado que trasciende su breve paso por el trono. Entre sus aportaciones destaca la legislación militar, conocida como Lex Wambae, que obligaba a obispos y nobles a acudir en persona a la defensa del reino, rompiendo privilegios que habían debilitado la autoridad regia.

También logró la represión de las revueltas, sofocando con éxito levantamientos en la Narbonense y en Vasconia y asegurando, así, la cohesión territorial, y se le vincula a su eterna imagen de rey justo y austero, asociada a su origen campesino y a la percepción de que gobernó con un sentido práctico más que con ambiciones de lujo.

Aunque su caída fue fruto de una conspiración palaciega, su figura quedó vinculada a la integridad moral. La memoria histórica lo ha asociado a otros gobernantes que asumieron el poder sin buscarlo y que pasaron a la posteridad por su firmeza.

Cultura y memoria

Hoy, el nombre de Wamba sigue atrayendo visitantes. El turismo cultural en Valladolid ha encontrado en esta localidad un destino complementario a los castillos de la Tierra de Campos y a enclaves más monumentales como Peñafiel, Medina del Campo o Medina de Rioseco.

Las visitas guiadas a la iglesia y al osario, las rutas cicloturistas que incluyen al municipio y las actividades culturales vinculadas a su singularidad han reforzado su posición como un punto de interés dentro de la provincia.

Wamba renunciando a la corona según el pincel de Juan Antonio Ribera y Fernández (1819)

Wamba renunciando a la corona según el pincel de Juan Antonio Ribera y Fernández (1819) Museo del Prado

Además, el topónimo ha inspirado iniciativas culturales y gastronómicas. El juego con la letra W aparece en carteles, etiquetas y proyectos locales que buscan resaltar lo excepcional. La propia historia del rey Wamba se ha utilizado en actividades escolares y en propuestas divulgativas que acercan la historia visigoda al gran público.

Una W para la historia

Cada 21 de septiembre, cuando se recuerda aquella coronación toledana de 672, el eco de Wamba resuena en la meseta castellana. El pequeño pueblo vallisoletano que lleva su nombre, con su iglesia mozárabe, su osario estremecedor y su inicial insólita, mantiene vivo el recuerdo de un monarca que nunca buscó el trono pero que acabó entrando en la historia.

En un país de nombres que comienzan por A, San, Villa o Monte, Wamba destaca con su rara W como una puerta abierta al pasado. La W de Wamba no es solo una letra: es la huella de un rey, la memoria de un pueblo y la invitación a recordar que, aunque los reinos caen, las palabras y los nombres perduran.