Andra, la niña vallisoletana que ha emocionado en televisión con su rara enfermedad: "Eres un regalo"

Andra es una niña de tan solo 12 años de Valladolid que alucina cada vez que ve a su ídolo Jaime Lorente salir en televisión. El actor conocido por series como La casa de papel o el Cid tiene una legión de fans, pero se podría decir que esta pucelana es la más especial.

La pequeña tiene una enfermedad conocida como ‘Piel de mariposa’, una dolencia que le impide comer y realizar las rutinas habituales de cualquier persona. Ellos ya se conocían. Lo hicieron cuando ambos participaron en el rodaje de una campaña de la ONG Debra Piel de Mariposa para concienciar a la sociedad sobre la dureza de la vida cotidiana de las personas que tienen esta enfermedad.

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Según los últimos datos de la red mundial ‘DEBRA Internacional’, se estima que la incidencia es de 1 entre cada 17.000 y 50.000 nacidos vivos, y la prevalencia es de 2 de cada 100.000 personas. Actualmente, hay más de 500 personas que padecen la enfermedad en España, y una de ellas se encuentra en Valladolid.

Ahora, Lorente ha querido darle una sorpresa en el programa de Telecinco, Hay Una Cosa que te Quiero Decir. El actor, visiblemente nervioso, le ha confesado a la niña que para él también ha sido una suerte y una sorpresa reencontrarse con ella: “Eres un regalo, eres un ejemplo a seguir y conocerte me cambió un poco la vida. Ella quiere ser psicóloga porque quiere ayuda a la gente, pero lo que no sabe es que con el simple hecho de estar aquí ya lo está haciendo”.

La Piel de Mariposa o Epidermólisis bullosa, es una enfermedad poco frecuente, genética, e incurable a día de hoy, que causa una extrema fragilidad de la piel. Una historia que también conmovió al propio presentador del programa, Jorge Javier Vázquez. 

La piel tiene distintas capas y, entre ellas, hay unas proteínas que actúan como pegamento, haciendo que la piel sea resistente a golpes y a roces. Sin embargo, las personas con Piel de Mariposa carecen de algunas de estas proteínas, por lo que deben vendar su cuerpo casi de forma diaria, en dolorosas curas de entre una y cuatro horas, para proteger las heridas y ampollas provocadas por el más mínimo roce.