El obispo de Solsona Vicente Enrique y Tarancón escribió en 1950 una carta pastoral titulada “El pan nuestro de cada día”, un manifiesto valiente para acabar con el escándanlo estraprelista que provocaba carencia física de pan para los más humildes. La denuncia costó a Tarancón el castigo de la dictadura franquista , que le hizo permanecer dieciocho años en aquella diócesis hasta que fue promovido a arzobispo de Oviedo por Pablo VI. El sarcástico nuncio Cicognani comentaba en los cenáculos de Madrid “Mientras el gobierno no digiera el pan – se refería a la carta pastoral- no cambiará de diócesis el obispo de Solsona”

Tarancón, un adelantado al Papa Francisco, fue nombrado años más tarde arzobispo de Madrid y elevado al cardenalato. Es una de las figuras más eminentes de la iglesia española del siglo XX y un imprescindible en la Transición española de la dictadura a la democracia. Fue odiado por los sectores del bunker franquista, que acuñaron aquella célebre frase de “Tarancón al paredón”.

El gobierno de España no está pensando como Tarancón en el “pan” de los menores migrantes no acompañados, conocidos coloquialmente como “menas”. Este gobierno esclavizado por las exigencias de separatistas y nacionalistas cederá en todo, si lo que está en juego es la conservación del poder. Cataluña y el País Vasco se quedarán fuera del próximo reparto de “menas”, so pretexto que sus sistemas de acogida están demasiado tensionados.

Sánchez refuerza la tesis supremacistas que siempre han tenido una serie de catalanes y vascos sobre el resto de los españoles. Los castellano y leoneses somos segunda o tercera división, la crème de la crème del país no recibe “menas”. En el País Vasco desentonan de su configuración racial. Aquel personaje siniestro para la política española que fue Xavier Arzalluz , espetó la sandez que los vascos se distinguían por tener las posaderas respingonas. Es decir el culete en pompa.

Si los “menas” tienen más planito donde la espalda pierde su casto nombre, que se vayan a echar potes a Mali, Marruecos o Senegal. No son pura raza euskalduna y del euskera batua no saben ni papa. El PNV no solo extorsiona al gobierno, sino que mantiene un comportamiento miserable. Los peneuvistas confesarán su proximidad a la fe católica. No olvidemos que el PNV y la iglesia vasca funcionaron durante años como “lobby” conjunto- pero el pan nuestro de cada día que lo vayan a comer los “menas” a Valencia, Castilla y León, Andalucía, o al distrito madrileño de Chamberí. Pero no en Donosti , que por la caridad empieza la peste.

El gobierno de la Generalidad de Cataluña, en un alarde de lo que creen extrema generosidad se ofrece de forma voluntaria a acoger a treinta y un menores migrantes, de entre los casi cuatro mil que se repartirán entre las diversas Comunidades Autónomas. En Cataluña también estorban. Un prófugo de la justicia como Puigdemont impone a Sánchez criterios sobre la acogida de migrantes, no se vaya a malograr la raza catalana, elemento clave del nacionalismo.

Los catalanes se consideran una raza aparte, un pueblo diferente. El periodista y dramaturgo barcelonés Pompeu Gener expresó en 1900 la superioridad de la raza catalana. Los castellanos en esa pseudociencia éramos inferiores étnicamente, por «el excesivo calor y el extremo frío de las alturas yermas, y sobre todo la sequedad del suelo” ¡Chúpate esa!

Merecería la pena que la Conferencia Episcopal Española se pronunciará con contundencia, con la valentía del gran cardenal Tarancón y defendiera a los “menas” para apoyar a seres humanos que necesitan alojamiento, manutención, formación y apertura de horizontes futuros. Versión actualizada del pan que pedía Tarancón en los años cincuenta. La cuestión de los menores migrantes debe gestionarse con cabeza y acoger con el corazón. Para hablar desde las tripas ya está Santiago Abascal.