Es un clamor que los ciudadanos estamos cansados de políticas de plexiglás, de la mentira como algo común en la campaña y después de la campaña, del jugar con los ciudadanos y sus necesidades desde el gobierno y la oposición, de sentirnos "perritos sin alma".

Recordemos que Felipe González alcanzó el poder para regenerar la política, tras un golpe de estado fallido, que José María Aznar hizo lo propio frente a un PSOE con las manos manchadas de sangre y los bolsillos llenos, que parece no recordar ahora cada vez que pretende dar lecciones de honradez.... Antonio, no olvides la sangre que tienen tus siglas en sus manos.

El cambio entre Aznar y Zapatero se produjo por una manipulación indecente de los atentados del 11-M, volviendo a recuperar el poder el PP con la bandera ya manida de la regeneración, del cambio del Estado y de recuperación de los controles constitucionales... pero, tras haber metido, nada de lo prometido.

En ese hartazón se produce un movimiento social 15-M, que fue rápidamente deglutido por la izquierda más radical para abanderar la regeneración ya sempiterna... curiosamente, esta nueva política llegaba con ansia de cambio, con la energía de la juventud, pero ya apuntaban malas maneras, eran arrogantes, soberbios, chulos de barrio.... Qué poco me gustaba cómo cazaba la perrina.

Podemos, la excrecencia de la política, nace precisamente como un forúnculo a punto de estallar por la corrupción política y aprovechó la situación y enarboló la bandera de la regeneración. Aún recuerdo cuando en una intervención del Dr. Dagnino, a la sazón en el aquel momento Rector de San Pablo CEU y de los Propagandistas, ante un discurso exactamente igual, en el contenido formal, al del 15-M, diferenciado por el matiz religioso, o de defensa de los valores cristianos, nos vimos amenazados, escrachados, insultados, escupidos, etc... en una demostración de la democracia que entienden estos desgarramantas y que, finalmente, se ha puesto de manifiesto tan pronto tocan poder: casoplón y guardia civil a la puerta, todo un referente.

El PP, feneció ante una moción de censura pergeñada desde las cloacas de los Tribunales, con la colaboración de Jueces delincuentes, policías de alcantarilla, fiscales que gustan de la información vaginal por ser éxito asegurado y una oposición preparada para aceptar cualquier cosa a cambio del poder, frente a un líder de la derecha que prefirió irse de copas y dejar el bolso de su segunda en su escaño... todo un cuadro para enmarcar y colocar en una letrina.

Ahora, el ansia y desesperación de los "perritos sin alma" ponen sus ojos en la derecha de VOX, que nació como una escisión del PP, que para coger cacho se echó al monte y que, ahora, deberá de modular su discurso por derroteros mucho más adecuados, sin dejar de cumplir con su electorado y las promesas realizadas. Es el momento del algodón que, como decía el anuncio, "no engaña".

Sin dudar de que querrán cumplir sus promesas, observo, sin que ello me cause sorpresa, dos cosas que me preocupan: la primera, es que no tienen cuadros preparados para afrontar la tarea de gobernar y tienen demasiados ganapanes advenedizos en sus filas. Es normal en un partido que crece al albur del tirón del líder nacional, pero carece de líderes intermedios. Una segunda, que me preocupa, es la altanería, la soberbia, la falta de humildad con la que se acercan no sólo al poder, frente al que me parece correcto, sino también a los ciudadanos a los que desprecian en demasiadas ocasiones, olvidando que hace cuatro días no eran nadie y para nacer se picó piedra, que ser un chulo de barra ahora es muy fácil, pero denota una falta de educación, de respeto y de sentimiento de servicio al ciudadano que me asusta, y cada vez que les observo en un acto público, en una tribuna, les sobra soberbia y les falta humildad.

Ojalá sean percepciones pasajeras que ocultan el miedo con el que afrontan su trabajo, o que simplemente esté equivocado; pero, en política, como en las relaciones personales, la trasparencia, el señorío, la educación y la humildad, suelen ser botones que se lucen en cada actuación.