No parece que a Casado se le presente un futuro en colores, y desde luego al PP también le pinta fatal. Sin embargo, resulta indudable que tanto él como Egea, su lugarteniente chusquero, se han instalado en la cumbre de las aclamaciones, porque cada día cuentan con más y más partidarios, todos con el alma en vilo ante la posibilidad de que los barones peperos los obliguen a coger el olivo.

Cómo sentirían su caída en la izquierda y en especial Pedro Sánchez, que tiene en ellos, y lo sabe de sobra, la garantía de seguir en el poder, ganando de largo las próximas elecciones perpetre lo que perpetre. Y es que sabe indisolublemente Casado con el fracaso de ese dúo de chiquilicuatres con ínfulas. De esperpento en esperpento, el penúltimo marcó un cenit superado apenas ayer mismo.

¿Que Ayuso y él salieran a pedir perdón? Pero qué ocurrencia. Lógicamente, la presidenta de la Comunidad de Madrid se encogió de hombros. ¿Por qué y de qué? ¿Acaso tiene que pedir perdón por haber sido espiada? ¿O quizás para sacar del hoyo, en que él solito se ha enterrado, a Egea, calumniador contumaz?

¿Qué Casado se siente obligado a pedir perdón? Hombre, motivos tiene de sobra. Y aunque ya no sirva para nada, sería un numerito desternillante: Pablo y Teodoro, caracterizados de penitentes y con las manitas juntas, entonando en latín con voz cavernosa el miserere y calle de Génova arriba, calle de Génova abajo, con la cruz a cuestas, una cruz para más inri tallada por el propio don Teodoro, de modo que pesará lo suyo.

Supongo que también los aclaman y harán votos por su continuidad en VOX, al cabo de la calle Abascal de que la pareja de marras antes que tarde conseguirá el sorpasso, sorpasso que ya reflejan las encuestas. Yo le pregunté por esto a un amigo voxista, y su respuesta me sonó a lapidaría, mejor dicho, a pepedaria: “que Dios guarde a Casado al frente del PP”, con don Teodoro de sepulturero.

Ahora amenaza con atrincherarse en Génova, esa sede que quería malvender. O sea, está jugando con la posibilidad de no salir por su propia voluntad, emplazado a irse o a que lo echen.

De momento, aunque parece que no por mucho tiempo, Casado y Egea, don Zipi y don Zape, aseguran a Pedro Sánchez la continuidad en Moncloa y pone a Vox a las puertas de convertirse en la única alternativa frente al sanchismo, proceso del que todavía hay quienes prefieren (o simulan) no darse por enterados. ¿Qué queda de aquello de repetir las elecciones antes de gobernar en coalición con VOX? Nos hemos adentrado en un tiempo nuevo en el que ya no cuela eso de “yo soy reformista” o “yo soy liberal”.

En fin, lo único de verdad previsible es que dentro de poco quizás contemos con un vendedor más de telepizzas, a lo mejor en competencia para subirse a la motocicleta del reparto con Albert Rivera, despedido sin indemnización de ese despacho de abogados que incurrió en la humorada de ficharlo. Para otra cosa no creo que dé el currículo del numantino de Génova, que en lugar de dimitir ahora anuncia que el próximo lunes convocará el congreso del PP. Aferrado a un imposible, sigue arañando tiempo. 

Qué bien le cuadra esta máxima mínima de Jardiel Poncela: “El que no se atreve a ser inteligente se hace político”. Yo no se la aplicaría a todos los políticos, pero sí a él y, por debajo de él, a Teodoro García Egea. Menuda pareja.