La supresión del premio de tauromaquia nos ha hecho replantear la definición. Para muchos la mayoría social sería los que están hasta los mismos, los que se acuestan soñando en ese día que pasarán un mes de vacaciones en la playa, los que sueñan con que les toque la lotería, en pocas palabras la mayoría normal, la del sentido común, la que trabaja y sueña. No es la mayoría social la que le gusta escribir novelas, la que le gusta el circo, la que le gusta la hierba, la que transige con todos los disparates de la política de nuestro país, la que va en avión privado o no, la que disfruta de pisos gratis, la que delinque todos los días, la que quiere renovar el CGPJ mientras doblamos el número de parados de los países europeos, la que no le importa el poder adquisitivo de los ciudadanos, etc.

Por ello hay que ser menos woke al emplear el término o los términes de mayoría social. La mayoría estamos aguantando lo inaguantable, callados y más bien sumisos, pensando en tiempos mejores. Vivimos en un tiempo en que todo está prohibido, se legisla lo que antes era de sentido común. Una época de chiste. De toda la vida se ha dicho que es inteligente reírse de uno mismo. Lo que les pasa ahora a los de piel fina habla de su nivel de coeficiente intelectual y de formación. Antes se leían muchos libros y se amueblaban las neuronas. Ahora los libros se tiran a la basura, ni las bibliotecas aceptan donaciones. Hoy a eses les molesta hasta que les pregunten la hora pues no saben que responderte.

Cada día es más de valorar los que tuvimos la suerte de vivir esa época de ilusión, libertad, esfuerzo, trabajo, diversión, servicio militar y ganas de vivir a tope, en las que las chicas sonreían, a pesar de la sombra del terrorismo nacionalista sin sentido. La España alegre y feliz, que se arreglaba porque era fin de semana, desacomplejada que se ha ido muriendo poco a poco. Han conseguido una sociedad irascible, hipersensible, traumatizada, atrincherada, débil, suspicaz, acomplejada, polarizada y pesimista. Una verdadera pena.


Estamos rodeados de wokismo, tontería, debilidad, maldad, resentimiento y ofendides a partes iguales. El trabajo que se ha hecho con la sociedad española y sus costumbres ha acabado por arruinar nuestro sentido del humor. No hay libertad de expresión. Antes éramos libres, felices y no lo sabíamos. Lástima de esa España que ha muerto a manos de tantos imbéciles que hemos criado y que ha producido estos sistemas educativos que regalan los títulos sin conocimientos. Cuando volveremos a esa España donde nos reíamos de nosotros mismos, sin importar condición alguna. La de hoy ha muerto a manos de una perversa respetuosidad que, en realidad, es tan sólo la dictadura de lo políticamente correcto o de una supuesta mayoría social inventada.Nadie vota ni administra por el bien común. Eso sería lo ideal y lo que todos querríamos pero no sólo en los líderes electos, sino también en una oposición que sume, que de ideas, y frene cuando la mayoría real así lo decida. No dar el sí por estar en coalición, sino por convicción y que muestren respeto por lo que representan.

Cuando los que administran no quieren escuchar es muy complicado. Cuando no hay coherencia, cuando se promete una cosa y se hace otra, cuando nos hablan de cambios, de progreso y se vota lo que el sistema ordena se consigue poco. La verdadera mayoría social está cansada de payasadas mientras los verdaderos problemas de la sociedad siguen sin resolverse. La mayoría social está sufriendo por llegar a final de mes. No se crean las condiciones para que la sociedad avance. No se crea trabajo que es lo fundamental todo lo demás viene rodado. Si el trabajo fluye, la riqueza y el bienestar vienen detrás, pero entonces no se necesita tanto al que nos administra y la sociedad se desarrolla lejos de la política.

En Indonesia el volcán Ruang, acaba de expulsar a la atmósfera el CO2 y SO2 equivalente a mil años de la humanidad emitiendo CO2, pero el culpable del apocalipsis es tu automóvil diésel y las flatulencias de las vacas. En Alemania se manifiestan pidiendo la instauración de la sharía, tema de Gaza por todas parte y en España esta semana un perturbado ha quemado un convento, lo woke sigue mientras seguimos para bingo.