Opinión

Carta a mi perro

.

.

  1. Opinión
  2. Blog del suscriptor

Es increíble la velocidad con la que cambian las cosas. Como si se tratase de un paseo en montaña rusa o, más bien, de un drama adolescente, España ha pasado de tener un presidente amante de los perros, a tener un presidente que se ha ido a buscar tabaco y que se ha tomado un puente porque, supuestamente, está afligido (que no ruborizado) por los ataques contra su pura y beata esposa.

No me malinterpreten, aquí no se trata de poner en tela de juicio la integridad de su señora, Dios me libre de llevar a cabo tamaña fechoría, sino de preguntarnos, o más bien, preguntarle al presi a qué se debe este giro inesperado antes de la pausa publicitaria. Nos tiene en ascuas señor Sánchez. Por favor, no nos deje así.

Resulta cuanto menos cómico e inesperado, quizá más lo primero que lo segundo, que tras su desastrosa gira en busca del reconocimiento de Palestina se saque una carta de la manga. Una carta a la que, por cierto, ni el mismísimo Quevedo (el bueno, no el que lleva degradado) habría sido capaz de insuflarle tanto arte, tanto amor.

Cómo pasa usted, oh, señor mío, de hacerle un desplante por la mañana a su superior, el Rey, almacenando sus manos en los bolsillos mientras inclina la pelvis hacia delante y deja los hombros caídos, a presentar una carta en la que plantea dejar a España sin cabeza hasta el lunes. Entiendo que el síndrome del funcionario le diga que haga cosas perversas, pero usted está por encima de eso, ¿no? ¿Es que alguno de sus compinches en el búnker ha cogido puente y le ha dado envidia?

Ser presidente de un Estado como España debe ser agotador, lo entiendo, pero es que usted estaba de gira. No nos engañemos, al igual que usted no es un ingenuo, algunos de nosotros tampoco lo somos. El fango que menciona, no se lo están lanzando, se lo están devolviendo.

Si sus palabras se confirman, quizá la mano que lanza el fango no sea la más adecuada, en eso estamos de acuerdo, pero también estamos todos de acuerdo en que merece ahogarse en ese sucio barro. Ya se pasará cuentas con los siguientes, tranquilo.

Permítame que le tutee. Tanta tilde, tanto usted cansa, más cuando el aludido no lo merece. Por mucho que el espíritu de Góngora te haya poseído después de la siesta, esta carta que has hecho no es otra cosa que una victimización bastante cutre y un (nuevo) desvío de atención. Sinceramente, ya cansas.

Si no tienes nada que ocultar, si tu esposa es inocente, ¿por qué huyes? ¿De qué te escondes? Además, no son hacia ti las acusaciones, son hacia tu esposa. Esto, lo teníais muy claro cuando se hablaba de otra pareja. Ahora le película cambia. Por Dios, Pedro, que ya somos mayorcitos.

Seguramente, engañes a una importante masa de población que ansía olerte el calzón. Pero lo más seguro es que de esta no salgas tan reforzado como pensabas. Cada vez más eres la broma, el chiste fácil, el perro, el meme.

Si con esto pretendías dar lástima de cara a las elecciones de Cataluña, posiblemente lo consigues, pues el pueblo cada vez demuestra más amor hacia los animales. Pero no te equivoques, esto te va a costar caro. En tu cabeza podía sonar estupendo.

Escribo una carta apoyando a mi esposa, presunta integrante de los Gambino (es broma, no me hagas una carta), y me libro de todo el polvo que he estado levantando con mi cola. Pedro, que los que te tenían pinchado el móvil eran tus amigos, imagínate lo que hacen tus enemigos.

Ni una carta escrita por García Márquez salva ya tu estampa. Deja de hacer pataletas y ponte a trabajar. Nadie, espero, te votó para estar de gira, haciendo desplantes y gastando dinero a troche y moche, sino para que encauzaras el país y lo llevarás a la prosperidad.

Ah, no, te votaron porque así no gobierna la derecha. Lo curioso es que, a falta de derecha, ya nos pones tú a mirar al sol. Así podéis, vuestras mercedes, robar y delinquir a gusto mientras nosotros, simples mortales del llano, quedamos ciegos pero contentos, mas no gobierna la derecha.

Pedro, déjate de juegos de cartas, saca a pasear al perro y empieza a gobernar de una vez. Así por lo menos tendremos algo digno que criticar.