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Los prejuicios sexistas del gabinete Sánchez

Dolores Delgado, en su escaño , durante el pleno del Congreso de los Diputados .

Dolores Delgado, en su escaño , durante el pleno del Congreso de los Diputados . EFE

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Que a Dolores Delgado la hayan pillado en alegre francachela diciendo, con indisimulable tono de burla y descrédito, tirando a ofensivo, que el juez Grande-Marlaska es "un maricón" y otro compañero "una nenaza", demuestra que la actual ministro de Justicia participa, acaso por encima de la media, del prejuicio y la actitud negativa hacia la homosexualidad que aún caracteriza a la mayoría de la sociedad española. Y de sus palabras se derivan dos consecuencias de suma importancia, aunque con desigual calado mediático y político.

Por un lado, se trata de la inadmisible incongruencia, la lacerante burla hacia el pueblo español que supone el hecho de que el Gobierno de Sánchez, que desde el minuto cero ha alardeado poco menos que de ser el más progresista del orbe, el más inclusivo, el mejor paladín de los homosexuales y tribus afines; un Gobierno que hasta ha creado, para restregárselo por la cara a toda la oposición y a esa España no tan a favor de la ideología identitaria, nada menos que un Ministerio para la Igualdad, resulta que su notario mayor del reino es una mujer -¡precisamente una mujer!- imbuida a todas luces del desdén que, de modo más o menos solapado y subconsciente, nuestra sociedad en general siente hacia los gays y, en bastante menor grado, hacia las lesbianas. (Aprovecho para brindar este último aspecto del tema a los feministas y asimilados, por si quieren analizarlo y sacar algunas conclusiones.)

Seré el último en criticar a la ministro socialista por participar de dicha actitud, casi universal, de la que aún poca gente se libra; pero chirría hasta un extremo insoportable el que una persona tan "como los demás" ocupe su cargo precisamente en el Gobierno que tantísimo alardea de 'elegetebeísmo', tolerancia y progresismo, y que planea mandar a la cárcel a quien muestre actitudes justamente como la de Dolores Delgado. Esta mujer debería haber dimitido ya, y la primera que tendría que haber pedido su cabeza es no otra que su compañera de gabinete, Carmen Calvo, a cargo ni más ni menos de la Cartera creada para velar por que estas cosas no sucedan.

Si el presidente guapo, el marido de Begoña Gómez, quería marcarse un gabinete ejemplar y puntero en temas de género, lo primero que debía haber hecho es seleccionar a sus componentes con sumo cuidado para que no se le colasen homófobos -cosa por otro lado difícil, habida cuenta la poca gente que no lo sea en algún grado-; pero si no puede reunir tal equipo, entonces que descienda de su pedestal, se quite las medallas de virtud, mente abierta y feminismo que se ha colgado él solo, y baje a la arena donde se desenvuelven los políticos corrientes.

La otra consecuencia que mencioné tiene un alcance de más enjundia social, si bien, como tira por tierra una idea que buena parte de la ciudadanía ha ido absorbiendo y asumiendo como propia a lo largo de estas últimas décadas de permanente adoctrinamiento cultural, me temo que muy pocos querrán sacar provecho de ella.

No obstante, aquí la expongo: a mi modo de ver, la famosa grabación pone de manifiesto la absoluta ineficacia tanto del lenguaje inclusivo como de cualquier otro método con que llevan lustros torturándonos para intentar moldear nuestras mentes. Y es que no se pueden cambiar las ideas ni el sentir de la gente manipulando la gramática. Por mucho que nos bombardeen día y noche, minuto tras minuto, con el todos y todas, concejales y concejalas, o esas mil sandeces con que incesantemente tratan de adocenarnos, quien sea machista no va a dejar de serlo; y por mucho que adornemos nuestro perfil de Facebook con el arcoiris el día del orgullo gay, quien piense de Grande-Marlaska que "es un maricón", con toda la carga de prejuicio que la expresión conlleva, va a seguir pensándolo igual.

El fracaso de las políticas de igualdad en general, y del lenguaje inclusivo en particular, para moldear el sentir y las actitudes más profundas y oscuramente arraigadas del pueblo, es estrepitoso.