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Franquistas, antifranquistas y demócratas

Bandera de España.

Bandera de España. Reuters

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La exhumación de los restos de Franco del Valle de los Caídos, no es una mera distracción como muchos piensan de las indignidades que está cometiendo el Gobierno de Sánchez. La exhumación, su prórroga y resto de capítulos de este “reality show” trasnochado y escabroso no pretende como fin último el ocultamiento de los escándalos de nepotismo socialista, o de la subida brutal de impuestos a los trabajadores, ni es para ocultar el expolio salvaje al que el PSOE ha sometido a Andalucía durante 40 años. Y la exhumación tampoco es para distraernos de la más grave e indigna actuación del Gobierno de Sánchez, que es su colaboración con los supremacistas separatistas en su objetivo de que romper el orden constitucional.

Pero la exhumación tiene otra finalidad principal y de mayor importancia. Es lo que  usan las izquierdas y los nacionalistas (podrían usar cualquier otra cosa) para imponernos su mundo binario, franquistas y antifranquistas. 

Al término franquista se le atribuyen los peores males del universo para crear de forma instintiva una repulsa visceral en cualquier ciudadano desprevenido, para que su conciencia de forma primaria asocie a los que se denominan antifranquistas, todas las cualidades celestiales en oposición a los horrores del averno de aquél término. Así, todo el mundo será en ese mundo binario antifranquista, y quien critique cuestione o no comulgue, será franquista. Y así se va acabando con la oposición.

Si consiguen establecer el marco donde se va a desarrollar el debate, el mundo binario, solo pueden ganar, ¿el qué? el poder, ¿cómo? creando la ilusión socialmente extendida, hegemónica, impuesta en definitiva, de que los únicos legitimados para ostentar el poder son las izquierdas, porque la oposición no existe o no debe existir, es franquista, “fin del debate”, llegan a afirmar. ¡Jamás! Es el mismo mundo binario creado por los nacionalistas pero con la inversión del término. Se otorgaban todas esas bondades a “lo catalán” “a lo vasco”, y quien criticase no era ni catalán, ni vasco y debería de marcharse de la tierra prometida. Es decir, que aceptar ese mundo binario enfrentado perpetúa en el poder al que lo establece como marco donde se desarrolla la vida política, sin que pueda entrar al mismo nada que lo cuestione. Totalitarismo puro y duro. 

No sé quién de Twitter del ala progre (concepto alejado de modernidad y pensamiento humanista), con mucho ego y seguidores, afirmó que Ciudadanos al mostrar una crítica al procedimiento de la exhumación, era franquista, y que defender el procedimiento era perder el debate. Este es un buen ejemplo de lo señalado y una prueba de que los que se autodenominan antifranquistas, no son demócratas, como tampoco lo eran, ni lo son, los  pocos franquistas que queden.

La democracia existe mientras haya estado de derecho, es decir, el imperio de la Ley, es decir, que aquellos representantes elegidos por los ciudadanos han aprobado unas normas a las que todos, incluido ellos, han de ajustarse. El cumplimiento de la ley es la mayor expresión de igualdad, pues todos estamos obligados a respetarlas. El cumplimiento de la ley, y por tanto el procedimiento legalmente establecido, es el único instrumento que la civilización ha creado para dar poder al sin poder, ya que el poderoso ha de cumplir las leyes fijadas por la soberanía popular, que es indivisible e indisoluble, creando un marco para la vida política libre de la arbitrariedad, de la tiranía, un marco donde se respira libertad y salimos del constreñido, carca y asfixiante marco binario franquistas y antifranquistas.

Por ello, quienes desprecian el cumplimiento de la ley o sus procedimientos, vaciándoles de valor moral, son aquellos que lejos de valorar la igualdad de los ciudadanos y luchar para que tengan poder los sin poder, les repugna esa posibilidad, porque eso rompe su mundo binario donde solo ellos pueden ejercer el poder.

El PSOE y Podemos quieren aprobar el techo de gasto mediante Decreto Ley  saltándose el procedimiento legal para que no pase por el Senado, órgano donde manda la oposición legítima y democráticamente elegida. Es un caso que nos permite ver cómo el antifranquismo lejos de ser sinónimo de democracia es claramente antidemocrático, al igual que lo era el franquismo.

No olvidemos que el antifascismo fue acuñado por los comunistas a principios del s.XX, ya que no podían llamarse así mismos como tal con los 20 millones de muertos que el comunismo había ya había ocasionado en esas fechas, y como eran de la vertiente totalitaria parecida pero contraria al fascismo, todo el mundo asumió dicha nueva concepción, antifascista, como buena, cuando en realidad fascistas y antifascistas definían dos concepciones de totalitarismo.

Nogales, Ortega, Melquíades, el Azaña del final de la guerra en medio de su Velada… la tercera España existió en los años 30. No olviden que en el siglo XXI los demócratas que luchamos por la España moderna, somos más.