Concentración en contra de las plantas solares de Greenalia realizada en Lopera (Jaén).

Concentración en contra de las plantas solares de Greenalia realizada en Lopera (Jaén). Cedida

Amenaza globalista sobre olivos centenarios: un grito silenciado

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La apacible villa de Lopera, en el corazón olivarero de Jaén, se encuentra al borde de una catástrofe silenciosa. Bajo el pretexto de un malentendido progreso y una pésima gestión para reforzar el uso de energías renovables, la propuesta de autoridades locales, con la inquietante inacción de  las provinciales y de la Junta de Andalucía, amenaza con arrancar de raíz olivos centenarios, pilares de una forma de vida que ha perdurado por siglos.

Esta iniciativa, impulsada por un marcado interés globalista y de miras muy cortas, basada en acuerdos encubiertos, al margen de la población, nada tiene que ver con un progreso real ni con el desarrollo sostenible.

Esta absurda propuesta ignora por completo el clamor de una comunidad que ve peligrar su modo de vida, sus puestos de trabajo y la producción de aceite de oliva virgen extra de calidad insuperable, relegando a un segundo plano la tradición familiar y un modelo sostenible de éxito y convivencia con el medio, todo ello en aras de un modelo energético que podría y debería convivir con nuestro patrimonio natural y cultural.

Las consecuencias de esta irresponsable medida impuesta van mucho más allá de la pérdida económica. Estamos hablando de un crimen ambiental inaceptable. El arranque de estos majestuosos olivos no solo significa la desaparición de un paisaje icónico, sino también el grave riesgo de erosión del suelo, la pérdida irreversible de su fertilidad y un golpe devastador a la biodiversidad local. ¿Es este el precio que debemos pagar por un "progreso" que ignora por completo el arraigo y la sabiduría acumulada de generaciones?

La indecencia se agrava con la pretendida expropiación “forzosa”. Propietarios (ascendientes o descendientes) que han dedicado su vida a estas tierras centenarias se ven ahora amenazados con recibir una compensación exigua, que no cubre ni de lejos el valor real de sus propiedades, ni mucho menos la pérdida de ingresos y el desgarro emocional que supone.

Hablamos de la desaparición de miles de jornales y puestos de trabajo de temporada, un pilar fundamental de la subsistencia comarcal, sacrificados en el altar de unos intereses privados con el beneplácito de las administraciones. "¿Y yo ahora a mis hijos qué les voy a dar?", se preguntan con dolor los afectados (La Gaceta).

Resulta especialmente sangrante que existan alternativas viables. España cuenta con amplias extensiones de terrenos baldíos o menos productivos, donde la instalación de parques solares no implicaría la destrucción de un ecosistema tan valioso ni la erradicación de una economía tradicional tan arraigada. La negativa a considerar estas opciones evidencia una preocupante falta de visión y un desprecio por el bienestar de la población local y del conjunto de España.

A pesar de que plataformas como SOS Rural y Campiña Norte contra las Megaplantas Solares han logrado recabar más de 100.000 firmas y han llevado el caso a la Comisión Europea, que ha admitido la queja por el "daño irreparable" (Europa Press, Jaén Hoy), la resonancia informativa de este conflicto sigue siendo sorprendentemente limitada en los grandes medios nacionales.

Este silencio mediático, o la escasa profundidad con la que se aborda, contribuye a la inacción, permitiendo que un proyecto que amenaza con "transformar un ecosistema en infraestructura industrial sin que haya un posible futuro retorno" (La Razón) avance con sigilo, lejos del escrutinio público que merece. Mientras tanto, el grito de los agricultores, como el de Antonio Miguel, que "rompe a llorar" al ver sus olivos expropiados y talados (Jara y Sedal), resuena en la impotencia de una "dictadura" disfrazada de progreso.

El rechazo a esta propuesta, que tildamos de inhumana, irresponsable y resultado de una traición a los propios ciudadanos, es unánime entre los afectados. No podemos permitir que la especulación y los intereses ajenos a nuestra tierra acaben con lo que somos. Es hora de que las administraciones, y especialmente los miembros del PSOE local, provincial y regional que han promovido o permitido esta barbarie, actúen con sensatez, protegiendo nuestro patrimonio natural y cultural, y garantizando un futuro que no sacrifique la tradición y la riqueza de nuestras comunidades en el altar de un progreso mal entendido.

La defensa de los olivos de Lopera es la defensa de nuestra identidad y un reclamo desesperado a la sociedad a no permitir que este atropello quede en el olvido.