Pintura de Hernán Cortés y Malinche.
Hagamos leyenda rosa
Desde hace un tiempo, se critica a muchos hispanistas hacer leyenda rosa para contrarrestar la Leyenda Negra antiespañola.
Es posible que no fueran nuestros antepasados tan justos con los indígenas, tan amigables, tan antirracistas como los pintamos. Es posible que muchas conquistas tuvieran más sangre y dolor del que estamos dispuestos a admitir, más esclavismo, más violaciones físicas y culturales, más oro esquilmado y, en definitiva, más actos vergonzosos, sobre todo a los ojos del siglo XXI, de lo que se ve desde los enamorados de esa gesta increíble y, a día de hoy, imposible, del desarrollo del Imperio español.
No hay Leyenda Negra con un negro tan perfecto que oculte lo grandioso de lo que ocurrió en esos 300 años. Quizá, más bien, a lo que lleva es a realzar lo relevante de lo que objetivamente sí se hizo.
Para mí, especialmente increíble, lo rápido.
En un mundo que parecía girar más lento, sin sofisticadas máquinas, sin ordenadores, ni aviones pero mucha pasión, mucho hacer cosas por que son los sueños de la infancia lo que se va persiguiendo y no todo tiene un precio en dinero, mucha inteligencia natural al servicio constructivo y espiritual, espíritu para rezar y crear esa cultura mestiza y diversa que puebla la mayor parte de América.
Se dio mucho, se trajo mucho y se pateo el mundo para dejar huellas indelebles en cada rincón.
Sí, me voy por las ramas de la leyenda rosa, pero qué importa si fue tanto o un poco menos. Cuando alguien busca un segundo amor quiere recoger la miel que disfrutó en el anterior y no perderla por el camino. Esa miel es la que debemos recoger para traer, a los países que un día fueron España, lo mejor de aquel pasado y construir un nuevo imperio, no de dominio, sí de riqueza cultural, de arte, de conocimiento, de hermandad, que triunfen las escobas que eliminan el barro sobre los poderosos que ignoran o provocan llantos.
Si era leyenda rosa, que ahora sea una realidad viva, fuerte, emergiendo de sus cenizas rotunda y sin complejos, para conquistar corazones rotos por tantos años de ser víctimas de amantes maltratadores que quieren seguir destruyendo la capacidad de amar con cada golpe.