Albreto Núñez Feijóo, presidente del PP, durante su durísima contrarréplica a Pedro Sánchez en el pleno sobre corrupción.
El mito de Úcoles
Por designio de los dioses socialistas del progreso, el ganado de Augichez estaba inoculado contra las debilidades ideológicas. Así, el caudillo Augichez llegó a poseer un numeroso y fiel rebaño en todo el país. Con su padre, Heliostero, defendía a capa y espada la manada. De tal suerte que el ganado de Augichez no sufría casi nunca bajas por los ataques de las fieras fascistas que poblaban los alrededores asediándolo sin misericordia.
Sus establos, de hecho, al estar de tal suerte cercados, eran ya mundialmente famosos por no haber sido limpiados nunca del fango, excrementos y lodo acumulado a lo largo de aquellos gloriosos pero sufridos años. Tal era la cantidad de deyecciones, inmundicias, detritus y residuos que era prácticamente imposible purificarlos.
La ultraderecha, la derecha, el centroderecha, el centro, el centroizquierda y la izquierda traidora los tenían injustamente acorralados, si bien Augichez y Heliostero se defendían sin reparar en normas ni preceptos. ¡La urgencia era absoluta!
Pero un día apareció el gran Úcoles, vencedor ya de terribles monstruos y teniendo en su haber otras múltiples hazañas heroicas. Úcoles cavó a fuerza de un ímprobo trabajo un canal que llegaba hasta las mismísimas puertas de los establos del palacio de Augichez y desvío por él, ¡azaña prodigiosa!, los cauces de los ríos Ebro y Tajo, como si del Alfeo y Peneo de la fábula mítica se tratase. Y en poquísimo tiempo la fuerza de las limpias aguas de los dos grandes torrentes higienizaron cuadras, pesebres y cobertizos llevándose por delante a todos sus abyectos moradores y su légamo de cochambre.
Salió al día siguiente el sol resplandeciente, anunciando que los establos estaban listos para recibir reses de nueva elección, honradas, íntegras, limpias, castas, decorosas y probas. ¡Y ay de la nueva ganadería, pues Úcoles quedaba al acecho!