Interior de la panadería.

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Eulogio, el panadero que baja la persiana tras 25 años en un pueblo de Aragón: "Mi mujer y yo nos hemos dejado la vida"

La Panadería Eva se ubica en la localidad de Calaceite (Teruel) y está pendiente de un traspaso o de su cierre definitivo.

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Zaragoza
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En uno de los pueblos más bonitos de Aragón, en plena comarca del Matarraña (Teruel), se ubica la Panadería Eva, un referente en Calaceite desde el año 1999. El pan y las pastas de Eulogio y su mujer han acompañado durante casi 26 años a los vecinos de la localidad y alrededores que han valorado la calidad de la materia, así como el trabajo, la dedicación y esfuerzo del matrimonio. Sin embargo, todo tiene un fin.

Eulogio, viudo desde hace casi dos años, se despide ahora de su panadería (en la calle Garbi, 15), con tristeza, pero obligado a ello. Ha tenido que coger la baja por enfermedad y, sin relevo generacional de sus hijos, ve cómo el negocio no puede continuar.

A día de hoy está pendiente de si la panadería estará en otras manos (tienda y obrador) o cerrará definitivamente para un uso distinto. “Si estoy de baja dos o tres meses y en ese período alguien me contacta y lo quiere, lo traspasaré y continuará. Si no venderé todo el mobiliario y alquilaré el local para otros usos, como garaje, por ejemplo”, manifestaba el actual propietario.

Por el momento, cuenta que no hay interesados, aunque el anuncio apenas lleva unos días. No obstante, es consciente de que es un trabajo muy duro que requiere muchas horas y hacer noches para hornear el pan.

“Es mucho trabajo, hacer más de 10 horas al día con trabajo nocturno. Un matrimonio como nosotros no teníamos en cuenta esas horas, sino lo que ganábamos de beneficios, pero si no eres de casa no gusta”, entiende Eulogio al respecto.

Exterior de la Panadería Eva.

Exterior de la Panadería Eva.

En su caso, reconoce que ha sido el hombre más feliz trabajando en su querida panadería. Amor y entrega pura al oficio como casi no queda hoy en día… Incluso, el aragonés revela que la primera noche que ha estado sin trabajar se ha despertado 40 veces, pues no se acostumbra todavía.

“Yo lo disfrutaba mucho, me gustaba, pero es duro y físicamente no puedo seguir”, reflexiona. “Mi mujer y yo nos hemos dejado la vida aquí”, decía con lástima.

Por último, mostraba su agradecimiento a todos los clientes del pueblo, que son “de casa” y ponía el foco en que el pan artesanal no se pierda. Y es que todo el esfuerzo del día a día para hacer el mejor pan merecía la pena por el agradecimiento de la gente. “Eso te da más ganas de luchar”, concluía Eulogio.

Así pues, el municipio turolense de Calaceite pierde un negocio de toda la vida, donde muchos vecinos, también visitantes, compraban el pan o unos secalls y eran atendidos con cariño y amabilidad en un local acogedor y familiar.