No se trata de poner aquí mi currículum, pero como orientación para el lector, diré de mí que soy enfermera desde hace 40 años. Formarme ha sido una constante durante este tiempo, pero mi visión de la sanidad se basa fundamentalmente en cuatro décadas de trabajo, en casi todos los ámbitos: asistencial, coordinación, direcciones, medio urbano y rural, público y concertado. Con pandemias, epidemias, años de bonanza y de crisis. Y me preocupa nuestro sistema sanitario y el porqué de su crisis actual…

En el año 83 y 84 la asistencia “de cabecera” se daba en los consultorios de nuestra ciudad, en dos horas donde se atendían entre 60 y 100 pacientes por consulta… En el año 85 comienza la reforma de Atención Primaria, el país progresa y también su sanidad.

La asistencia sanitaria primaria pasa a los centros de salud, con un aumento de recursos espectacular. Se pasa del “consultorio” al “centro de salud”, la etimología ya marcaba una diferencia de concepto en la asistencia importante. Pero se quedó en el nombre.

Realmente no creo que se perdiera el espíritu de la reforma es que no llegó a haber un cambio real del mismo. La prevención y promoción de la salud no se abordó de forma seria, reglada y sistemática por una sencilla razón, los recursos muy aumentados, se centraron más que nunca en el área médica, justificados por avances en medicina muy importantes y por la fascinación tecnológica, en la que depositamos, por un alto coste, todas nuestras expectativas de salud, tanto pacientes como profesionales. A solucionar los problemas a base de pruebas diagnósticas, medicaciones e intervenciones.

Una sanidad pensada para población joven

Pero pasaron 40 años, la población ha envejecido, las personas vivimos mucho más, las enfermedades ahora ya no son agudas, son crónicas, y por definición una enfermedad crónica no se cura, solo puedes estabilizar y que el que la padece tenga una buena calidad de vida.

Dicho así, parece sencillo, pero no debe serlo porque ni los políticos, ni gestores, ni profesionales, ni población, lo asume así. No se invierten los recursos sanitarios en estos campos, seguimos haciendo pruebas de forma excesiva, poniendo medicación hasta límites que llegan a veces al despropósito. Y los usuarios siguen con la esperanza que ese dolor de espalda merece una radiografía, un TAC, una resonancia o una operación que la mejore, hablar de perder peso y hacer ejercicio nos incomoda a todos.

Tenemos dentro de nuestro mar sanitario la tormenta perfecta que amenaza con hundir el barco. Población envejecida con más patologías, población joven que comienza de forma más temprana con estas patologías, una sanidad muy medicalizada y una población que ha perdido todo concepto sobre autocuidado.

Tampoco se puede responsabilizar a la población de hacer lo que durante años un sistema paternalista le ha enseñado.

Y en cuanto a los profesionales, pues si la sanidad está medicalizada es porque todo se centra, gira y se dedican la mayor parte de los recursos en la profesión médica y como buenos profesionales hacen medicina, la gestión de la sanidad también tiene como protagonista a la medicina luego el enfoque no puede ser distinto al médico.

La pandemia se frenó con medidas de autocuidado, higiene de manos, mascarillas, espacios respetando distancias. Lo más tecnológico y fue una gran hazaña, fueron la generación de nuevas vacunas y la capacidad de administrarlas en tiempo récord. Por desgracia en el horizonte hay más epidemias y la obesidad es un ejemplo muy clarificador.

En la TV autonómica se hablaba el pasado jueves de la obesidad infantil y que los medicamentos no son la solución, comida basura, exceso de azúcar, abuso de pantalla, falta de ejercicio en la infancia son la raíz del problema aunque nos incomode aceptarlo. Curiosamente, a este reportaje le seguía otro hablando de menús diarios, donde el periodista aparecía con un plato de migas con chorizo.

La sociedad no necesita que la cuidemos, necesita autocuidarse, nosotros solo tenemos que enseñarle a hacerlo.

*Presidenta del Colegio de Enfermería de Zaragoza